Nacional dejó atrás los malos resultados de los amistosos de preparación con un 1-0 en el debut del Apertura. Pero futbolísticamente la escasísima oposición ejercida por un rival sin efervescencia relativiza el éxito. Se rescatan los tres puntos, esos que Peñarol y Defensor perdieron en sus respectivos debuts. También la incuestionable justicia del desenlace y el estreno con gol de Nacho González: cuando se iba el primer tiempo la pelota lo buscó tras una atajada de Contreras, como agradeciéndole la habilidad demostrada para jugar siempre rápido y con profundidad. El don de Nacho fue uno de los pocos condimentos de un partido al que le sobró el segundo tiempo, entre la tibia prolijidad tricolor y la preocupante impotencia cervecera.

El hijo de las inferiores danubianas también fue clave al comienzo de la decisiva jugada. Conectó sutilmente a Alonso, que quedó de cara al arquero y sacó el remate contenido a medias. El rebote fue sabio. Ocho minutos antes le había puesto una pelota preciosa a Porta, que disparó para generar otra atajada. En esas jugadas se concentró lo mejor de un Nacional ordenado y, a la vez, anunciado; que respetó el balón pero careció de la movilidad necesaria para que el toqueteo realmente mareara al adversario. Para ser efectiva, la idea pide más ritmo. Puede ser importante el aporte de De Pena por la banda zurda. También el del ausente Flaco Fernández, que cuando debute cubrirá el otro flanco, el que ayer recorrió Calzada. Es que Arruabarrena finalmente optó por una línea de cuatro en defensa y paró a tres volantes por detrás del enganche.

El dispositivo fue más que suficiente para controlar a un rival dueño de una liviandad alarmante. La jugada más peligrosa de los de Sayago fue un remate bajo del media punta Gutiérrez, que pasó cerca de un caño del arco de Bava. Recién iban 16 minutos. Entonces, parecía observarse cierta tendencia cervecera a aprovechar los espacios ajenos. A la luz de los casi 80 restantes, fue un espejismo: en adelante, los albiverdes apenas tuvieron un par de remates lejanos y de fácil control. No reaccionaron ni ante los sucesos más salientes que arrojó el trámite. Fueron tan anodinos antes como después del gol de Nacional. Y lo mismo con la expulsión de Scotti, que hizo que los tricolores jugaran cerca de diez minutos con un futbolista menos. Más que una posibilidad deportiva, la cercanía del empate académico fue una realidad puramente aritmética. Perdieron por un gol, pero jamás exhibieron el carácter necesario para buscar la igualdad. Raro en un equipo de Rosario Martínez. Peligroso ante una nueva tabla del descenso que aprieta.

El segundo tiempo alternó cambios intrascendentes con bostezos. Recoba no hizo más que Nacho. El Morro volvió una tarde y entró por Porta, demostrando más ganas y kilos en exceso que fútbol. Las variantes de Racing surtieron un efecto similar y nunca desdibujaron el sistema inicial. Gamarra y Acosta no pudieron elaborar desde la línea de media puntas. En el área, Gorocito no consiguió pesar más que el aislado Affonso. El único cambio con poder modificador fue el tercero de Nacional. Llegó tras la expulsión de Scotti, que bien pudo irse media hora antes mediante una roja directa que se trancó en el bolsillo del árbitro Ferreyra. El Vasco acertó con Rafa García y rearmó la defensa sacrificando a un punta. Se trataba de cerrarle el camino a un rival tan tímido como los aplausos que merece el primer Nacional del nuevo año futbolero.