El programa de Orlando Petinatti suele ser un clásico de los ómnibus en horas de la tarde. Hay conductores y guardas, o choferes cobradores, que lo escuchan a volumen moderado y los usuarios que quieren seguir la transmisión se sientan adelante, no sin antes sonreír con complicidad a los trabajadores del transporte. Pero también están los otros, los que escuchan la radio a todo lo que da y no hay pasajero que pueda zafar de la emisora. Algunos, finalmente, optan por bajarse del ómnibus. Además, hay otros clásicos en el transporte capitalino. En horas de la mañana, los comentarios de Darwin Desbocatti, el personaje de Carlos Tanco, también se suelen escuchar a volumen alto. Por las noches, fundamentalmente las de viernes y sábados, algunas unidades se vuelven una “previa del boliche”, y durante todo agosto no faltaron los clásicos de la nostalgia. A veces, al audio de las radios de los ómnibus se le suma la música de algunos pasajeros que optan por escucharla en su celular sin auricular, y aunque existen prohibiciones al respecto, escasean los controles. Partiendo de la base de que el uso del transporte colectivo “implica una instancia de convivencia entre los usuarios y el personal de la empresa”, y de que el clima interno debe “contribuir a un buen relacionamiento entre la población”, el edil frenteamplista Jorge Buriani presentó a fines del año pasado un proyecto de decreto a fin de reglamentar las emisiones radiales o musicales. Luego de ser estudiado el tema, con diferencias al proyecto inicial, el 15 de agosto la Junta Departamental de Montevideo (JDM) resolvió “remitir minuta de comunicación a la Intendencia de Montevideo [IM] haciéndole saber que es voluntad del cuerpo que se reglamenten las emisiones radiales o musicales”. De ahora en más, la IM tiene tiempo de dar una respuesta a la JDM o en su defecto tendrá que ponerse a trabajar en la reglamentación de la resolución, de manera de definir los mecanismos de control para el cumplimiento del decreto.
Para Buriani, en 30 días podría haber novedades de la comuna. En diálogo con la diaria contó que su propuesta inicial era que las radios en el transporte colectivo se pudieran utilizar entre los “15 y 20 decibeles (cifra indicada por los estándares mundiales como de bienestar acústico)” y que no se permitiera “en ningún caso” aumentar el volumen. Sostuvo que en la comisión de Movilidad Urbana no hubo acuerdo, y que él “hubiera ido un poco más allá y hubiera marcado el volumen permitido”. Entre otros motivos, las discrepancias existentes tienen que ver con que el sonido varía en función de la cantidad de gente que haya arriba del ómnibus, la ubicación del parlante y la estación del año.
Enfatizó que el tema es un asunto de convivencia en el transporte público y que la responsabilidad de que las normas aprobadas se respeten es de la IM y de las empresas propietarias. En su opinión, estas últimas carecen de “una buena comunicación de los decretos vigentes”.
Tarea compartida
En la actualidad los pasajeros están limitados a viajar si gritan o hacen ruido, o “si llevan radios y aparatos similares encendidos, a menos que usen audífono”. Pero la normativa no dice nada sobre los ruidos provenientes del personal del transporte colectivo. Esto es justamente lo que se quiere cambiar.
Tampoco puede subir al ómnibus una persona que esté “ebria, desaseada, incorrectamente vestida que padezca enfermedades contagiosas”; si “lleva tabacos encendidos”; si carga “bultos molestos, peligrosos o desagradables”; o si “lleva cualquier clase de animal”, salvo excepciones como los perros guías que orientan a personas con discapacidad visual. Buriani sostuvo que hay que seguir trabajando en la actualización de las normas que rigen el transporte colectivo, puesto que algunas han caducado por el paso del tiempo y los cambios culturales.