El expediente del exitismo es jodido, muy jodido, mucho más si tenés que pasar por el mostrador de demagogia y populismo. Ni te digo cuando para cada trámite precisás el sello del triunfo deportivo. Ahí es terrible. Como en un sketch de Decalegrón, como en un cuplé de la oficina, como el personaje que hacía Norma Pons en aquel viejo programa de Gasalla: siempre, pero siempre, te están pidiendo el sello de la victoria, el timbre del éxito, la escritura del triunfo perentorio, no ya para abrobarte sino simplemente para permitirte seguir adelante.

Algo de eso le pasa a la selección uruguaya de Óscar Tabárez, cuando está cerca de entrar al octavo año de trabajo, con claros e irrefutables triunfos sin goleadas ni exhibiciones, con tantos caminos como recompensas y hasta con la mayor cantidad de triunfos o éxitos concretos que cualquier selección haya tenido en los últimos años. Siempre le están buscando la falla, siempre están prontos para la subversión, para voltearte y empezar de nuevo.

Eso es mientras se gana. Si se pierde o no se gana como ese mismo núcleo nos ha enseñado a ganar, salen de entre las sombras que no necesitan los despechados por la razón, que desestabilizan y contaminan todo. En un ejercicio de poder directo y sin esconder la mano, impunes de oficio, cuando presuponen que el otro está en el piso, golpean y golpean, desgastan hasta tratar de llegar al objetivo, que tanto puede ser sacar de la troya a un técnico como voltear un gobierno.

Funcionan más o menos parecido. Corrompen aquí, desestabilizan allá, hacen deformes recortes de la realidad, y atacan una y otra vez. Ni siquiera les sirve el paracaídas que componen los antecedentes de situaciones extremas similares.

Esta vez, como en la Clasificatoria anterior, tras la derrota con Perú en 2009, ya dieron a Uruguay por eliminado, muerto, acabado, cuando faltaba disputar 15 puntos. ¿Cuánto afectan en las decisiones finales de las corporaciones deportivas algunos operadores de la opinión pública y sus programas? Hay gente que cree que por sí misma, poniendo el tema en su agenda, resuelve temas y protagonistas.

Unos meses atrás, Francisco Pacho Maturana, entrevistado por Patricia Pujol, citaba a Eduardo Galeano para explicar esa situación. Él decía que los indios tenían la tierra y el oro, mientras que los españoles tenían la Biblia y los crucifijos. Incitados a orar, los indios cerraron sus ojos. Cuando los abrieron tenían en sus manos la biblia y los españoles el oro. A nosotros nos pasó lo mismo. Nos abrimos a los periodistas. No sé en qué momento ellos sabían todo y nosotros no sabíamos nada. No sé en qué momento se capacitaron ellos tanto que nos superaron. Yo aprendí la diferencia. Si usted como periodista piensa esto, tiene derecho a eso. Al principio me peleaba. Ahora respeto la diferencia y no entro en la confrontación. No quiero seducir a nadie. El fútbol se puso tan complicado, que ganar avala todo. Vos podés hablar, explicar, pero si no ganaste perdiste todo el año”.

Uruguay el año pasado perdió tres partidos de visita por la Clasificatoria. Los titulares eran “Muertos”, “Tocó fondo”, “Humillante”. ¿Eran conclusiones de coyuntura, razonadas y meditadas con información y proyección? ¿Qué sentido tiene que se afirme que un tipo podría jugar mejor con otro tipo como técnico, o que otro fulano podría ser mucho mejor que este fulano que hasta hace unas semanas era el mejor fulano de todos?

Salen de las sombras. Buscan la reacción indignada de nosotros, los que los mantenemos en el Olimpo y recibimos sus pensamientos congelados en nuestro micro mental, que no tiene tiempo ni ganas de ponerse a proyectar ni de medir prestaciones de unos y otros en distintos marcos de competencia, o la validez de su inclusión en un colectivo con una metodología de trabajo ya comprobada.

Entonces aquellos ganadores pasan a ser el club de amigos. Y entonces en la parada de ómnibus lo vuelvo a escuchar: en todos lados están sugiriendo lo mismo.

Cuando Tabárez fue entrevistado por Deportivo Uruguay en diciembre de 2012 explicó: “Después que perdimos, la tarea nuestra fue ¿qué hacemos ahora?, ¿cómo solucionamos esto?, ¿cómo hacemos que este camino tenga más consonancia con lo que hemos hecho hasta ahora? Procurando mantener la calma, no dándole demasiada entrada y no dejando que nos perturbaran gratuitamente algunas soluciones revolucionarias que se planteaban que todo ya no servía, de cosas que habían hecho, de personas que se habían utilizado, para cambiar drásticamente”.

La solución estaba adentro, en las ideas, en el grupo, en el trabajo. Tres sellos más, tres timbres más para el circense mostrador de los que saben, especialistas en mortales triples para caer siempre bien parados. Nosotros, los de siempre, estamos contentos, pensando ya en el próximo expediente.