De cabeza y tras un córner, apareció Iván Alonso ganando en el área y puso en el bolso el 1-0 justo antes de irse al descanso; ese momento en el que el tiempo parece dinero. Y paga doble, porque Rentistas apostó a defenderse y el empate parecía un negocio. Alonso ya había tocado las puertas del gol en varias anteriores -la más clara fue una de media vuelta mientras todos pedían offside-, pero no definió acertadamente. Lo mejor vino después: asistencia basquetbolera de Diego Arismendi -mirando para otro lado- para el atacante e Iván, desafiando las leyes que quisieron dejarle atrás la pelota, trazó como un artista plástico el vuelo y la chilena perfecta, exacta, que le dio el segundo gol a Nacional. Tan rápido y sorprendente fue el gol, que sólo dio lugar para reflexionar un instante sobre tributos y ritos que justifican eso que hemos dado en llamar “fútbol”.

De la cancha a los números

Nacional se paró en la cancha con la decisión de ser profundo y jugar en el campo de Rentistas. Precisamente, los bichos colorados apostaron a la antítesis: agruparse atrás con línea de cinco en defensa más tres volantes, y sorprender de contragolpe con José Varela o David Terans. Esta vez la propuesta de partido la tomó primero Rentistas. Movió Barán desde su dibujo y estrategia con la idea de que su mejor propuesta sería neutralizar a los de Álvaro Gutierrez bien agrupados en su campo y cerca del área, y desde ahí tratar de lastimar con rapidísimos contragolpes que tomaran desbalanceada la defensa de Nacional. No dio resultado. Salvo alguna esporádica corrida en busca del lejano arco de Gustavo Munúa, el tricolor controló a su ritmo el juego. Lo intentó por todos lados: juego centralizado en la mitad de la cancha y pelotazo hacia Carlos de Pena y Henry Giménez que desbordaban; elaboración por el centro, siempre con el pie armador de Gastón Pereiro para habilitar a Alonso, que siempre marca el pase; y las pelotas detenidas ejecutadas por Gonzalo Porras. Con ello aparecieron las ocasiones para convertir: a los 11 minutos, Pereiro no dio en la tecla de tanto flipper y se perdió el primero por la maravillosa reacción del hijo del Chueco; pasando los 20, el giro en el área de Alonso; y aun hubo otras que en la recta final del primer tiempo Stefano Perdomo evitó con sus atajadas. Una vez convertido el primer tanto y en todo el segundo tiempo, la superioridad de los tricolores fue aún mayor.

Entre tanto buen rendimiento y la disminución de las lesiones, Gutiérrez encontró un equipo que le rinde; ésa es la realidad de la décima fecha. Pero en el camino, donde ha tenido varias contrariedades y oncenas distintas, hay un cúmulo, un hilo conductor que es el cimiento de esta actualidad. No existen las casualidades. Hay que ir muy atrás -a la cuarta fecha del Apertura- para acordarse del último gol que le metieron a Munúa, aquella tarde en la que Santiago García les dio soporte a los falsos científicos que aquel día habrán dicho que “confirmó la ley del ex”. Después parece haberse adaptado al molde del 2-0: los seis partidos siguientes los ganó por ese marcador. Eso también se vio ayer, porque Nacional, cuando se sabe con chances de imponerse en el trámite, pone el piloto automático de su antojo. Equilibra, ajusta el desgaste, pero sigue buscando. Ayer pudo ganar por mayor diferencia; la recompensa sería la misma: tres puntos. Como el segundo gol de Iván Alonso, que vale uno pero suma diez en total, cifra que lo mantiene en contacto con la red al tiempo que lo motiva y le sube la moral. Como para cualquier delantero: el goce está en esas elegantes formas de lastimar.