Tres atrás con Valdez de líbero, Macaluso por la derecha y Mac Eachen por la izquierda. Nuevo, totalmente nuevo el fondo de Peñarol. Adelante, la estrategia era ofender, con Hurtado y Raguso carrileando cada uno por su lateral; en el medio, el fútbol fue hegemonía de Aguiar y Pacheco. Los argentinos apostaron por un 4-4-2 tan tradicional como coordinado, sin ganas de arriesgar y dejar espacios libres. Sí arrancaron con una actitud diferente de la del partido anterior: no jugar al pelotazo profundo.

Hasta la mitad del primer tiempo, el juego se hizo de posesión. Mucho más criterioso el elenco argentino, mucho más vertical Peñarol, que de arranque insinuó peligrosidad para luego ir perdiendo intensidad. Lo más interesante siempre fue por la derecha y cuando se juntaba Hurtado con Pacheco, Zalayeta y Jonathan Rodríguez. Toque corto, rotación y pique al espacio vacío; de manual. De las dos más peligrosas que creó, una fue cortada con mano fuera del área, pero el tiro libre ideal terminó siendo barrera; la otra fue con internada al área y caída del peruano... ¿penal? Siga, Siga. A falta de Furch, autor del 1-0 de los argentinos en el partido anterior, Arsenal puso a Caraglio en esa función. Idéntico: fue el encargado de recibir y pelear las pelotas aéreas para distribuirlas con los volantes que se le acercaban. Impreciso, el fútbol se fue apagando en un desconcierto generalizado, entre la timidez de Arsenal y la inoperancia de Peñarol. Hubo chispazos de ilusión cuando a los 36 un tiro libre de Pacheco pegó en el ángulo y Zalayeta la mandó al segundo anillo, apresurado por definir la situación. Al cierre del primer tiempo, otro gran remate del Tony desde afuera del área, que Campestrini atajó de forma impresionante.

Del apagón al resultado

La luz de la esperanza se mantuvo con el primer contragolpe que tiró Peñarol a los 5 del segundo tiempo. La peleó Jonathan, la recogió Zalayeta, se la cedió a Hurtado pero definió exigido a la carrera. Fue un poco de aire, porque el carbonero no podía salir del fondo. Arsenal sorprendió y se paró en la cancha ajena. En un juego que parecía ino-fensivo (aunque cercano al área de Lerda) el conjunto de Alfaro toqueteó hasta que distrajo. De lo discreto a la equivocación: a los 53 Iván Marcone deambuló desde la izquierda yendo al centro, lo desa-tendieron, preparó y la tiró abajo del arquero para poner el 1-0.

Emparejó con cambios. Siempre entre la desorganización del querer y no poder. Entró el Japo Rodríguez y dio otra profundidad, al igual que el habilidoso de los Novick, que se tiró hacia la izquierda buscando cómplice y toque. Sin embargo, cuando todo daba a entender que la generación del nuevo fútbol carbonero sería por esa banda, a los 69 Hurtado le tiró un pase milimétrico desde la derecha a Aguiar, que la bajó con el pecho y, en el mismo movimiento con que la acolchonó, giró de volea para fusilar a Campestrini y poner el 1-1. Al rato, luego de lo que podría haber sido un gol de Hernán Novick, luego de que Valdez se cayera y dejara servido un mano a mano que desaprovechó Arsenal, vino la luz: Macaluso le metió pase goteado a Jona Rodríguez, que la tocó cruzada de emboquillada y puso el 2-1. Defendiendo con todo, más Zalayeta como zaguero, Peñarol aguantó los pelotazos argentinos y vino el triunfo. Con esta victoria, los aurinegros dependen de sí mismos para pasar de fase. La semana que viene la historia continuará en México, donde los carboneros jugarán contra Santos Laguna, puntero del grupo.