Baltasar Silva, en pleno contragolpe a toda velocidad, se fue por la derecha y entró al área rival. Lo persiguió Ignacio González, de esos virtuosos que cuando quieren dar una mano en la defensa, muchas veces terminan cometiendo faltas innecesarias. Se le tiró con todo para tratar de cortar la jugada de ataque y Fedorczuk pitó penal. “¡Siempre lo mismo!”, gritó un danubiano. Otro se agarró la cabeza pero prefirió confiar su suerte a Salvador Ichazo. Ese que venía entonado por taparle otro penal al goleador del campeonato pero que esta vez, frente a Antonio Pacheco, no tuvo chance. No pudo adivinar el palo y los optimistas carboneros que se fueron hasta Jardines a pesar del mal momento de su equipo lo gritaron con todo. Es que esa jugada sentenció el partido. Y eso que fue en el primer tiempo.

Pocas veces desde que se inventó el fútbol, Danubio era tan favorito de antemano frente a Peñarol. El equipo de Leonardo Ramos había ganado los tres partidos ante los grandes en lo que va de la temporada. Estaba primero en la Anual y se enfrentaba a un equipo carbonero en plena crisis futbolística. Hablé con varios hinchas mirasoles antes del partido. “Vamos a ver qué pasa”, dijo la mayoría. Te juro que ni uno me dijo “¡Esto es Peñarol!”, lo que constituía un claro síntoma del mal momento y de lo poco representados que se sentían con el equipo. Por si fuera poco, Danubio jugaba en su casa, con tribunas llenas y todo el entusiasmo por el festejo del aniversario número 82.

Pero la franja es como ese tenista al que le cuesta confirmar su saque. Ha sabido ganar los partidos más complicados, pero cuando tiene que despegar triunfando en su casa como favorito se le complica. Tiene un porqué. No le gusta para nada que se le metan atrás. Eso le hizo Rentistas en el Apertura y le metió 3. El sábado Peñarol salió con una línea de fondo muy tupida y experimentada. No hubo puntos flacos y se destacó nuevamente Carlos Valdez. Sus volantes corrieron como nunca y se pegaron a los del fondo para no dejar espacios. El resultado fue que Danubio manejó la pelota de un lado a otro, como el grupete de amigos en la playa que juega a la pasadita pero sin un objetivo claro. Parecía que no había arco de enfrente para el local.

Para que el planteo aurinegro fuera perfecto hacía falta un gol. Lo consiguió de penal y a partir de ese momento se le dio el partido redondo. Jugó cómodo en el fondo. Tuvo en Javier Toledo al hombre perfecto para descargar hacia atrás o hacia los costados y aguantar la compañía necesaria en cada contragolpe.

Los que vinieron desde el banco se fueron superando uno a otro. Primero debutó Nahitan Nandez. El juvenil mostró la calidad y la jerarquía necesarias para que lo vuelvan a tener en cuenta de ahora en más. Marcelo Zalayeta, con aire, fue letal en el segundo tiempo y volvió al gol. Remató desde afuera del área y la metió por arriba de Ichazo, que voló pero la pelota de todos modos entró por el medio del arco. Por último, Gabriel Leyes, ese que tan bien andaba en River Plate y que tan poco ha jugado en Peñarol, esta vez mostró mucho en pocos minutos y hasta podría haber anotado el tercero.

Se jugó fuerte por lo que valían esos 3 puntos. El partido repercutió en el ánimo de los dos equipos. Peñarol sueña con poder pelear el Clausura y Danubio buscará mejorar su saque para no regalar puntos, porque se le puede ir la importantísima Anual.