La tabla de posiciones del grupo 8 de la Copa Libertadores indica que Peñarol quedó en el último lugar con una unidad en tres partidos, luego de la derrota de ayer de los aurinegros 1-0 ante Arsenal de Argentina. El equipo de Jorge Fossati careció de elaboración y de circunstancias para anotar goles. El local, con poco argumento pero con la virtud de optimizar la chance más clara que tuvo, obtuvo su segunda victoria en la Copa y quedó segundo en el grupo con 6 puntos, uno menos que el puntero, Santos Laguna de México. La creencia en la clasificación aurinegra se va diluyendo, y el martes, cuando reciba a Arsenal en el Centenario, deberá ganar para mantener la llama encendida.

Al diablo con la estrategia. Apenas si se paraban en la cancha, con una leve sensación de que el carbonero insinuaría más con un Zalayeta participativo y buscando las bandas, sobre todo con el Japo Rodríguez, y vino el error, a la postre clave en la definición del partido. Castillo calculó mal un largo pelotazo de su colega Campestrini, dio un rebote perfectamente evitable y generó un regalo para el delantero Julio Furch, que estaba donde deben estar los delanteros, de pesca, y la tiró de cabeza al fondo de la red. Chau planificación y a cambiar sobre la marcha.

Pese a eso, el esbozo táctico en la cancha planteado por Fossati no varió. Peñarol siguió con su 3-5-2 buscando ocupar la mayor cantidad de espacios libres en el terreno en ataque, y en defensa se replegó formando por momentos un refugió en línea de 5. Los argentinos, firmes en su clásico 4-4-2 con una estrategia que se vio de primera: pelotazos desde el fondo, la mayoría por su arquero, buscando a los dos atacantes y peleando siempre la segunda pelota. Tanto fue así, que a los 16 el mismo Furch pateó otra pelota que bajó tras el zapatazo de cancha a cancha, esta vez contenida por el portero aurinegro en doble tiempo. En la contra, la única jugada de peligro de Peñarol: tira centro el Japo Rodríguez, cabecea en la corrida Albín directo al arco y la pelota rebota en un jugador argentino. Sí, fue mano. Podría haber sido penal si los árbitros la hubieran advertido.

Si de algo estuvo teñida la primera parte fue de falta de buen juego. Arsenal, por su convicción de buscar por arriba, casi no intentó por abajo, salvo por las de- inteligencias del fondo uruguayo, que propiciaron alguna internada con peligro. Peñarol fue impreciso, sólo supeditado al aporte de Zalayeta y a las pelotas quietas. Contó con varias, pero no efectivizó ninguna.

No alcanzó con la intención

La primera de las ideas del entrenador carbonero para activar su equipo e intentar desarmar al rival fue poner al Cabecita Jonathan Rodríguez. Una práctica que ya ha realizado antes: la velocidad del juvenil complica a las defensas en los segundos tiempos, ya con menos aire y piernas. Arsenal, replegado, se largó a la contra cuando pudo y si no apeló a su receta de juego aéreo. ¿Las emociones? No vinieron, salvo alguna internada y un bombazo de Caraglio cuando faltaban 10. Receta dos: Pacheco a la cancha por Novick para lograr más claridad y profundidad. Aguiar quedó solo de cinco, y por delante el Tony junto al peruano Hurtado para la creación. Tampoco. Nada. Sin reacción. Sí mejoró en la posesión de la pelota, pero sin profundidad, ni mucho menos peligrosidad. Entre altibajos, así anda Peñarol. Uno sí, otro no. Tanto levanta, remonta y gana un partido, como sucumbe y pierde ante un rival accesible como este Arsenal, desteñido como los colores de su camiseta. En el final, agachando la cabeza en señal de desconsuelo, el hincha mira de reojo la mitad de la cancha y ve a su capitán Darío recibir la roja, después de una entrada feísima. La frutilla de un postre que se aproxima a su fecha de caducidad.