Wanderers es el único club que disputa Clausura y Tabla Anual. Lo hace mostrando una escuela futbolística elogiable y valiente: juega sin miedo, arriesga, sus jugadores toman decisiones tranquilas para consolidarse como el equipo que mejor trata y mueve la pelota. La aplomada dirección de Alfredo Arias da estilo y seguridad a sus jugadores. Wanderers, exhibe las tres G: gana, gusta y, muchas veces, golea.

Hago este elogio, reflejo de una realidad, la del cuadro que tiene más goles a favor en el Clausura por lejos (30), la mejor diferencia de goles en el Clausura (14) y la mejor diferencia en la Tabla Anual (21) para trasladarme al elogio hacia el gran primer tiempo que realizó Sud América en la mañana del domingo pasado. Lo presionó al bohemio en su salida prolija, se la empobreció con mucha marca y decisión. Pasó a ganar con un tiro libre de Royón y así, con el 1-0, se fueron al descanso.

Pero algo pasó, o muchas cosas pasaron. Cuando se disfrutaba de una gran lucha futbolística, luego que el enlace Diego Riolfo -que no es titular habitualmente- intentara por enésima vez entrar por el centro en dribling, el volante buzón Emanuel Centurión lo bajó de un latazo (se podría decir “entrada con fuerza excesiva”) mereciendo la roja que numéricamente desnivelaba el partido. Es muy retorcido culpar al árbitro Fernando Falce de ese desaguisado. Las habituales protestas de cualquier hinchada que siempre quiere que no le cobren ninguna falta y demanda que todos los fallos sean a favor, se transformaron poco a poco en una airada revuelta de unos pocos pero activos hinchas que se paseaban por la tribuna visitante y vociferaban contra el árbitro.

El DT Alejandro Apud se hizo expulsar por un exceso verbal bien inútil. Y se quedó sin plan B. En vez de ir al alambrado -dos metros atrás de donde estaba e incluso pudiendo correrse hacia el medio de la cancha- se quedó en el último escalón más alto, dejando a su ayudante Ruben Silva al comando. Fue otro ingrediente negativo trasladado a los jugadores.

Mientras, ya desde antes del entretiempo, llamaba la atención el estado de nerviosismo del gerente Deportivo Miguel Mesones. Caminaba, corría por el bajo de la tribuna, se sentaba, iba hacia el alambrado para increpar en diversos tonos a Falce, parecía no estar en posesión de todas sus facultades de racionalidad. En un momento dado, ¡apareció dentro del terreno de juego con el partido en marcha! Lo sacó un policía, conversando.

Dos jugadores se hicieron echar en una misma acción de juego, -cuando hacía ocho minutos que el Chapa Blanco había puesto el marcador 2-1 con exquisito cabezazo-, el defensa Maximiliano Pereiro, el central de la línea de tres, por infracción dura y el lateral volante Adrián Argachá por reiterar protestas. Ambos eran de los siete que ya tenían tarjeta amarilla.

Hubo postres: el presidente de la Sociedad Deportiva que gestiona a Sud América anduvo por adentro de la cancha reclamando; varios hinchas fuera de sí -junto a Mesones- se sacaban el gusto de discutir con los siete policías que impedían la entrada a los vestuarios hasta que todos los actores dejaran libre la cancha, asunto habitual.

El lunes me entero, por Mesones, hablando en la 890, que Sud América reclama castigos para Falce y sería recibido por la Comisión de Árbitros (el ex Colegio de Árbitros) y en eso se está ocupando el gerente deportivo y otros dirigentes.

¿No habrá otra cosa para hacer a favor de Sud América -empezando por construir una pizca de autocrítica- de cara a tres partidos fundamentales y bravos que tiene por delante con el tercer descenso en juego?

Estuvo muy buena la gestión futbolística en los primeros 35 minutos. Eso denota una preparación bien hecha, con medios seguramente inferiores a los de muchos de sus competidores. Hay allí profesionales de calidad, como el profesor Pablo Sanguinetti, el entrenador de arqueros Héctor Burguez y -¿por qué no?- el propio Apud e incluso Mesones, uno de los mejores laterales zurdos de los últimos 20 años.

Creo que sí, que pueden hacer mucho para salvar la categoría. Hay que encarrilar el barco, no luchar contra fantasmas y tranquilizar al plantel. Si siguen inculcándole a los jugadores que están perseguidos, que los quieren “matar”, éstos lucharán contra cada fallo adverso y se olvidarán de jugar al fútbol, eso que pueden hacer muy bien.