El fútbol uruguayo tendrá un representante en la próxima fase de la Copa Libertadores. Esto es así porque ayer Defensor Sporting empató 1-1 con Universidad de Chile en el Franzini, adjudicándose el primer lugar, por delante del brasileño Cruzeiro, que también ayer goleó al peruano Real Garcilaso y obtuvo el segundo boleto a los octavos de final.

Cuando hace ya una punta de años -muchos para cualquiera de los violetas que ayer estaban en la cancha- la viola debutaba en la Copa Libertadores, el grado de ilusión de aquellos hombres que venían de torcer la historia del fútbol profesional uruguayo era tan alto, tan grande como el de estos muchachos que, a diferencia de aquellos hombres que dieron la vuelta en el Franzini en 1976, se han criado de violeta y se han acostumbrado a ir de copas.

Aquella fría y neblinosa noche de 1977 fuimos al Centenario a ver qué era lo que podía hacer la violeta contra Boca Juniors -después también River Plate sería su rival- y aquel Defensor al que aún le faltaba mucho para juntarse con Sporting, con aquellas camisetas que distaban muchísimo de ser satinadas y brillantes y lucían absolutamente huérfanas de publicidad, los hinchas tuertos que intentaban vestir el semidesnudo Centenario no podrían haber imaginado que 37 años después conducirían a miles de sus hinchas a su propio escenario, vestido de fiesta para tratar de coronar una serie exitosa con una participación que permitía sacudir la bandera del orgullo y subir algunos peldaños en la escalera de la consideración.

La gente colmaba buena parte del Franzini con el cupón de la tristeza prepaga arrugado en un bolsillo de la campera. Tratando de esconder ese “que lástima, pensar que con la Copa que hemos hecho ya deberíamos estar clasificados”, ni pensaba en ese papel de pobrecitos, y sin hacer ostentaciones de nuevo rico, gozaba de la potencialidad del juego sólido con los botijas del club, de la solidez defensiva, de la dupla De Arrascaeta-Gedoz, de “con el empate estamos adentro”, hasta que después de unos cuantos minutos sin incomodidades se empezó a jugar cada vez más cerca de Campaña. Y por más seguro que estés, algún nervio te viene, y si encima te empezás a enterar de que Cruzeiro le hace uno, dos y hasta tres goles a los peruanos, y encima, para peor, cuando sólo faltaban 6 minutos para irse al vestuario, un argentino que juega para los chilenos y se llama Ramón Fernández clava de lejos a Campaña, la película de la eliminación sin merecerla empieza a proyectarse en tu cabeza.

No es lo único que se proyecta. También queda la cinta de la remontada, del “podemos”, ni que hablar del “queremos”. Para eso quedaban 45 minutos.

Los equipos aparecieron sin cambios y demoraron un ratito en arrancar, con lo que tomaron una mínima ventaja de minutos para tener de reserva cuando terminara el partido en el Mineirão.

Si el arranque de la segunda parte era un tráiler de lo que sería el resto del partido estábamos mal, porque los chilenos salieron más arriba, ofendiendo a Campaña. A los 5 vino el primer intento removedor: desde el banco saltaron Nico Olivera y Matías Alonso. Y enseguida, tic-tic-tic: De Arrascaeta, Olivera y Alonso hicieron saltar al Franzini y a unos cuantos más, porque, se sabe, ya lo habrá dicho el Jaime, cuando juega Defensor y es el único con posibilidades, juegan tres millones. Fue bárbara la jugada: bien abierto por la derecha, De Arrascaeta la cambió toda, todita, para la más profunda izquierda, donde Nico Olivera le puso la zurda de primera para que el más chico de los Alonso entrara por el medio del área chica para gritar el gol del empate, que encaminó la merecida clasificación. Hoy el violeta conocerá a su rival. La semana que viene comenzará otra historia.