Un cabezazo limpio, colocado con precisión, de los estéticamente prolijos en el salto y el contacto, como si se tratara de una jugada de la X-box que se mira en la repetición una y otra vez, le dio a Tacuarembó una copa andeveras; un certamen con jugadores de carne y hueso, pero con historias que en ocasiones parecen generadas para las más atractivas ficciones. Octavio Siqueira, por ejemplo, solía tener actividades tan diferentes como duras y arriesgadas los fines de semana.

Es que, además de futbolista, fue domador y jinete, que no es lo mismo. “Domaba en la estancia; los sábados jugaba al fútbol, y los domingos me iba a jinetear”, contó ayer a la diaria, cuando el pasto del estadio Ernesto Dickinson todavía estaba calentito y era el centro de gravedad de interminables abrazos y halagos. Jinete y futbolista, ha tenido sus “buenas caídas, casi como patadas de defensas”, ironizó.

Sin muchos más méritos que ese gol, que llegó a los 20 minutos del primer tiempo, y el saber defenderse durante el segundo, Tacuarembó consiguió lo que quería: ganar de visita en Salto. La primera final, la que se había disputado la semana anterior en el Goyenola, había terminado 0-0. Los tacuaremboenses, que, aunque con diferente diseño, comparten los colores rojo y blanco con los salteños, ganaron su novena copa jugando con una camiseta alternativa, azul. Fue, además, su primera Copa Nacional de Selecciones, si se toma en cuenta que el certamen adoptó tal denominación desde la temporada 2003-2004.

Milagros esperados

El Dickinson era una fiesta ayer de tarde, mientras buena parte del país se preocupaba por otros colores dentro de recintos futbolísticos.

La iluminación natural estaba regulada en un punto alto, pero no exagerado; la temperatura era agradable; el paisaje desde la tribuna principal estaba lleno de verde y no tenía muchos más elementos que antenas y una planta de silos; y por acumulación se mezclaron en las tribunas ejércitos de banderas, camisetas e insignias rojas y blancas entre las más de 5.500 personas que se apretaron como pudieron en el Dikinson. Hasta los jueces, floridenses ellos, podían sumarse al guiño del destino cromático. No había terminado el partido preliminar, otra finalísima, y seguían entrando más y más. 5-1 ganaron los locatarios en público. Había sed de copa. Es que fue en mayo del 79 que Salto ganó su último campeonato del interior. La precisión obliga: fue el único que ganó, aunque sumaba hasta ayer ocho finales. Perdió siete. La de 2014 fue la octava, culpa de Octavio.

Querer no es poder

En términos netamente futbolísticos, poco hubo para destacar más allá del gol durante el transcurso del primer tiempo. Tacuarembó fue tan potente como impreciso: desde la zaga, que acusó algunos problemas cuando de velocidad venía la historia, hasta los volantes, que tenían sólo fugaces intervenciones colectivas dignas de captar algún aplauso. Galli, que miente haciéndose el pasado de kilos y aprovecha para ganar piques hasta el último minuto, también tuvo de esas imprecisiones, pelotas mordidas y jugadas trabadas. Igual, así fue, de todos modos, el más claro entre los creadores de esos espacios que se generan con un pase abierto y adelantado que llaman a una asamblea de lateral y back para ver quién se hace cargo del nueve, quién del volante, y cómo del lateral que ese pase invitó a subir.

Salto, sin embargo, mostraba que no quería abusar de pelotas divididas ni rifarla, llegando con ella controlada. Lo hizo con altibajos en el primer tiempo, y con consistencia envidiable en el segundo, pero nunca llegó a inquietar demasiado, a excepción de una o a lo sumo dos oportunidades sobre el final (una tijereta de Marcio Backes, por ejemplo). Salto apuntaba a abrirse, crear, controlar y generar; y, de hecho, creó, controló y generó de manera hegemónica en el segundo tiempo, pero en el área se diluyó siempre.

Yo a vos te conozco…

En el fondo de Salto sobresalía Cavani, que parece frágil en sus movimientos, pero resultó siempre sólido. Con ese correr de tronco rígido y muñecas flexionadas, que seguramente vienen en el paquete genético, fue el que impulsó en ocasiones para que Salto recordara que estaba jugando una final, y que era la última. Le faltaba al resto, y por ende al partido, ese plus, ese empuje arriesgado que sabe que no habrá mañana inmediato para empatar y ganar. Ese empuje que le hace entender a quien no tiene la información previa que lo que se está jugando es la última chance del torneo, y no otra cosa.

Pero no alcanzó ni el empuje de Cavani, ni la claridad que ganó Salto en el segundo tiempo, cuando arrancó con tres en el fondo en lugar de cuatro, para cambiar defensa por delantero. No alcanzaron porque la virtud tacuaremboense había pasado a ser abroquelarse en el fondo, no dejar espacios en el medio, y obligar a centros que morían una vez sí y otra vez también en Jonathan Vaz. El arquero fue reincidente en quedarse con los centros, en salir con los puños cuando intentar agarrarla era demasiado arriesgado, y en atrapar con sobriedad de funebrero pelotas venidas de situaciones que parecían opciones inmejorables de lucir las más espectaculares voladas. Tacuarembó, a lo sumo, aprovechó el acelerador de ansiedad que pisa el cronómetro, para buscar algún contragolpe, pero siguió siendo impreciso. Lo mismo daba, mientras se conservara el cero contra quien ya había perdido este año, porque ambos salieron de la misma regional, siendo incluso sus únicos representantes en la fase final. Tacuarembó había perdido con Salto, pero esta vez eran diferentes las cosas. “Los dos hicimos una excelente primera fase. Salto nos ganó (entonces) y ahora nos tocó a nosotros”, señaló a la diaria el técnico tacuaremboense Armando Javier Duarte. “Es una satisfacción para mí que los dos cuadros del litoral Norte hayamos llegado a la final del interior”, agregó.

El humo llegado de campos linderos cuando quedaban 10 minutos le avisaba a Salto que se quemaban las esperanzas. Efectivamente, se le esfumaron, aunque se retiró de la cancha bajo una tormenta de aplausos que disipó cualquier intento de dejar fuera de foco todo lo recorrido desde el primer día de entrenamiento hasta ayer.