Aunque su símbolo, Chapita Blanco, con su mesurada alegría y su actitud de reservarse para otros festejos, posiblemente marque una línea de conducta para los deportistas, el plantel, y tal vez para el club, hay que dejar claro que lo que le pasó a Wanderers ayer en Florida fue de lo mejor que le sucedió en su riquísima historia. Wanderers es tan grande que ya tenía títulos de Campeón Uruguayo antes de que se instaurara el profesionalismo, y ya después en la era profesional ganó liguillas y torneos Competencia, pero éste es el primero que gana en la competición del Uruguayo, por lo que su triunfo es y será inolvidable. Además, después de colocar en su papelería oficial que es el campeón del Clausura 2014, podrá sumar que ganó la tabla Anual 2013-2014; traducido a tiempos viejos, fue el que sumó más puntos en las dos ruedas, separadas como campeonatos desde 1994. Si esto hubiese sido en 1976, ya habría alzado la copa de campeón Uruguayo, como Defensor; en 1984, como Central Español; en 1987 y 1991, como Defensor otra vez; en 1988, como Danubio; en 1989, como Progreso (aquella vez fue sólo una rueda); en 1990, como Bella Vista. Wanderers jugando a la antigua ya había sido campeón Uruguayo, bajo la batuta de Alfredo Arias, pero los bohemios quedaron encaminados para alzar esa gloriosa orejona, ya sea el próximo fin de semana, en lo que será semifinal para Danubio, pero final para los del Prado, o en las finales a dos partidos que se jugarán si los bohemios no ganan el domingo. Pero vamos a entendernos, Wanderers ayer fue campeón, y marcó un hito en su historia y en su gente, en esos miles que fueron a Florida y en los otros miles que lo miraron por televisión o lo escucharon por radio, estuviesen donde estuviesen.

Desde la Piedra Alta se ve 
de arriba

La fiesta de Wanderers estaba esperando. La parada no iba a ser para nada fácil ante un rival siempre difícil como El Tanque Sisley. El estadio Campeones Olímpicos, colmado; el césped, esperando recibir el buen trato de pelota del conjunto visitante, y todos esperando cómo respondería el equipo del Prado de Montevideo ante la certeza de que una victoria lo llevaría a la gloria.

Con la conformación de Sergio Blanco en el equipo titular, el bohemio tuvo en el floridense Rodrigo Pastorini una de las principales armas generadoras de fútbol. Comenzando desde atrás, sus envíos tenían como blanco a su compañero de ofensiva.

Mauricio Gómez, que se ha especializado en la ejecución de tiros libres, no estuvo fino en ese rubro, y sus disparos en la primera parte se fueron desviados. La mejor y más peligrosa fue una jugada de Gastón Rodríguez, que terminó con la intervención de Nicola Pérez. Pastorini le puso una pelota preciosa al Chapita, pero el goleador no la pudo dominar, y el avance no prosperó.

Del lado opuesto, Federico Laens, de cabeza, sumó una llegada para su equipo, pero el remate salió por arriba, y Álvaro Mello, en sus zapatos, contó con la más clara, pero el arquero Federico Cristóforo tapó. Wanderers estaba bastante cómodo, haciendo lo suyo y jugando con mucha tranquilidad, a pesar de las noticias que llegaban desde el Centenario, con los goles de Peñarol. El Tanque Sisley, aguantando e intentando inquietar a su rival, cuando algún contraataque era posible.

Sin uñas para comer

Los segundos 45 minutos comenzaron con Wanderers yendo en busca del tanto del triunfo. Un envío de Gastón Rodríguez que sacaron al córner fue un aviso de lo que sucedería minutos más tarde. A los 53 minutos de tiempo corrido, Maxi Olivera hizo un gol que sin dudas fue el de mayor satisfacción de su carrera. Una jugada que se puede presumir salió del laboratorio de Arias terminó con el balón metiéndose al costado del palo derecho del arco defendido por El Tanque. Locura total de los miles de hinchas bohemios que viajaron los 100 kilómetros que unen Montevideo con Florida.

Hasta ese momento, todo iba como el libreto indicaba: el favorito y el que iba por el título ganaba y el rival se acomodaba a la fiesta ajena como podía. Pero El Tanque no se conformó, y fue por amargarle la jornada a Wanderers. Las primeras subidas con decisión de Gastón Martínez por la banda derecha empezaron a preocupar, y mucho, a Arias, lo que provocó que el director técnico reforzara la parte izquierda de su defensa con el ingreso de Martín Rivas. Pero la solución no parecía llegar con la variante. El conjunto dirigido por Raúl Möller siguió yendo al frente y encontró varias situaciones para conseguir el empate que hubiera cambiado la historia del Uruguayo. Una jugada que tuvo a Mathías Acuña como protagonista final se fue tocando el palo derecho del arco defendido por la visita. Más de uno la vio adentro, pero el balón bohemio se abrió y terminó perdiéndose afuera. La otra chance más clara fue sacada en la línea de gol por Rivas, una acción festejada casi como el gol.

Wanderers tal vez se haya defendido como nunca; todos sus hombres metidos en su campo, un par de futbolistas para algún posible contraataque y pegándole de punta hacia arriba cuando la situación ameritaba. Esto hacía que tuviera que defender más de la cuenta, y les permitió a los fusionados manejar la posesión de pelota. Muchos nervios, mucha tensión.

Los hinchas bohemios se agarraban la cabeza, se tapaban la boca, no querían mirar. Todo servía para aguantar. Tres minutos de descuento que equivalieron a tres horas. Cristóforo, gran figura en la tarde de ayer, sacó una pelota imposible cuando quedaban segundos por jugar. Roberto Silvera se llevó el silbato a la boca, y los brazos de todos los visitantes se fueron al cielo. 1-0 sufrido y luchado, que valió un Clausura, que valió la Anual y que quedará para siempre en la historia de Wanderers.