La fiesta no sólo fue por el triunfo. Es más: el 2-0 de la victoria ante Eslovenia fue apenas un accesorio, en una noche inolvidable para miles de uruguayos que colmaron el Centenario, en lo que se recordará como la despedida de Uruguay antes de que viaje rumbo al Mundial de Brasil. Seguro que todos los objetivos se cumplieron. Un internacional A como gran ejercicio de práctica, como prueba, como despedida y como insumo para lo que viene, que siempre será todo y nunca será nada con esta selección que ha logrado revalorizar la esperanza mediante la seriedad y el trabajo.
El planteamiento fue lógico: Óscar Washington Tabárez aprovechó este partido internacional y el anterior para perfilar el equipo de cara al debut mundialista. El ingreso de Diego Godín por Sebastián Coates parece mostrar que las dudas para Costa Rica son pocas, casi ninguna. El dispositivo defensivo fue en línea de cuatro: dos volantes de marca bien centrados en el eje de la cancha y repartidos, un poco más a la derecha Walter Gargano y corrido hacia la izquierda Egidio Arévalo Ríos. Por derecha la jugó Gastón Ramírez y por la banda izquierda Cristian Rodríguez. El primero pone la pausa; el segundo, la inyección de velocidad y desborde. Arriba estuvieron Diego Forlán y Edinson Cavani, una dupla exigente. Todos tenían una misión clara: no desesperar, tocar la pelota y darle circuito, apoyarse atrás cuando la defensa eslovena se resguardara. Si la primera misión es cuidar la pelota, la segunda es subir en bloques. La excepción fue cuando Eslovenia propuso: entonces Uruguay esperó. Quitó y corrió. Acción y reacción de un equipo que se siente cómodo defendiendo, para tirar rápidos y verticales contragolpes.
Por momentos, costó. Eslovenia no salía del fondo y, en el afán de querer encontrar espacios, los celestes apresuraron algunos pases que tuvieron como consecuencia un par de llegadas peligrosas de los europeos: una la tiraron por encima del arco, la otra fue un tiro desde fuera del área que atajó Fernando Muslera. En la jugada previa, luego de un centro de Forlán, la más clara la había tenido Uruguay, pero respondió bien el arquero Handanovic. Radiografía de la mitad del primer tiempo, que tuvo muchas intenciones y toques pero pocas chances claras.
Eslovenia hizo un planteo interesante para complicar a Uruguay. Defendió con cinco y hasta con seis hombres. Tapó bien la salida de Martín Cáceres y Maxi Pereira, y agrupó gente en el medio.
El gran mérito de los celestes fue la paciencia. Tocaban cuando tenían la pelota y siempre buscaron poner en juego a los volantes Arévalo Ríos y Gargano. Además, los muchachos de Tabárez sobrecargaban un sector de la cancha -generalmente el izquierdo- para cambiar el balón de frente y encontrar algún desborde del Mono por la derecha. Los envíos aéreos no eran una opción válida, debido a la diferencia de estatura a favor de la visita.
A pesar de defender con muchos futbolistas, cuando atacaban los eslovenos ponían tres hombres ante la línea de cuatro de Uruguay: dos bien abiertos y uno por el medio. Los dirigidos por Tabárez, como acostumbran desde hace años, presionaron cuando la posesión de la pelota era del rival. Quizá la deficiencia haya estado en dejar avanzar muchos metros a la selección europea.
A los 24 minutos trepó el Mono Pereira a las espaldas de todos, bajó el balón tras un pase milimétrico de Godín, y, al ver que nadie ingresaba por el medio, le pegó sesgado al segundo palo de forma poco ortodoxa. La pelota pegó en el segundo palo.
Forlán está de nuevo
Pasada la media hora de juego, Uruguay se paró definitivamente en la cancha rival, con algunas imprecisiones pero con la intención de jugar más directo. Ramírez y Pereira hicieron un par por la derecha, Forlán bajó más a buscar la pelota para tratar de incidir, el Pelado era un volante más. En una de ésas, Forlán recibió en tres cuartos de cancha y se la tiró a Cavani, que cortó entre los defensas y puso el 1-0 de cabeza.
En la segunda mitad hubo muchos cambios y parecía que no los habría en el espectáculo, por lo menos hasta que una extraña reacción y contrarreacción entre futbolistas celestes y el árbitro Patricio Lousteau abrió un innecesario período de tensión en el campo de juego y en las tupidísimas tribunas del viejo Centenario.
Después, como la otra noche en el partido con Irlanda del Norte, el juego empezó a ser fluido por las bandas, con Christian Stuani por la derecha y Cebollita por la izquierda, una segura alternativa de desequilibrio frente a defensas numerosas. Fue precisamente el talense quien, en la media hora de juego, puso el segundo gol celeste, tras un vendaval de centros con peligro. Luego de un intento de definición de Jose María Giménez, que en esa jugada saldría lesionado por recibir un planchazo, Cavani cortó sobre el arquero y Stuani infló la red.
Fue el último grito de gol antes del Mundial. Tal vez el primero de una sucesión de hechos que vendrán en los próximos días. Uruguay, nomá, pa’ todo el mundo.