Al cierre de esta edición, se aguardaba en el aeropuerto de Carrasco al delantero Luis Suárez, que volvía desde Brasil luego de quedar marginado del Mundial por la sanción impuesta por la Comisión Disciplinaria de la FIFA por su agresión al zaguero italiano Giorgio Chiellini. Si bien se había especulado con que su vuelo llegaría en las primeras horas de la noche, y cientos de personas, entre ellas el presidente José Mujica, se dirigieron al aeropuerto para recibir al jugador, su llegada no se había concretado pasada la medianoche.

Ayer de mañana, luego de conocer la decisión de la FIFA, Suárez debió abandonar la concentración de la selección uruguaya en Natal, y mientras sus compañeros se aprestaban a volar hacia Río de Janeiro, el delantero empezó a gestionar la vuelta a Montevideo. Sancionado por nueve partidos oficiales de la selección, durante cuatro meses el delantero salteño no podrá ejercer ninguna “clase de actividad relacionada con el futbol (administrativa, deportiva o de otra clase)”, según el comunicado oficial publicado por la FIFA en su sitio oficial. Suárez “no podrá entrar en los recintos de todos los estadios durante el período de duración de la prohibición y tampoco podrá entrar en los recintos del estadio en el que la selección uruguaya dispute un encuentro mientras esté cumpliendo con los nueve partidos de suspensión”, dice el comunicado, en el que además se establece que el jugador deberá pagar una multa de 100.000 francos suizos, algo así como 89.000 dólares.

La decisión, que se conoció ayer sobre las 11.00, es desmesurada, más allá de la indudable responsabilidad que le cabe a Suárez por su acción antideportiva. La defensa del jugador elaborada por los abogados Alejandro Balbi y Jorge Barrera, integrantes del Consejo Ejecutivo de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), no alcanzó para convencer al organismo de la FIFA, que luego de la sesión del miércoles de noche, ayer presentó su fallo terminante. Por sólidos e inteligentes que fueran los argumentos presentados en defensa de Suárez por Balbi y Barrera, peces gordos en el ámbito local pero apenas mojarritas en el monstruoso acuario de la dirigencia planetaria, la suerte del gran delantero celeste estaba echada. Con ningún poder real a favor y con varios directamente en contra, la actitud de Suárez allanó el camino para la aplicación de una sanción que si bien será apelada, dejó a la selección uruguaya sin su mejor jugador por lo que resta del Mundial.