Alemania es el nuevo campeón del mundo. El estadio Maracaná recibió la final de la Copa del Mundo 64 años después de aquella victoria uruguaya ante Brasil, en 1950. Por primera vez en la historia, el título que se jugó en tierra americana se va para Europa. Fue merecido. Como también lo hubiera merecido Argentina. Los dos jugaron un partidazo y la final fue interesantísima de principio a fin. Este Mundial, como cada uno que pasa, quedará en la historia, y en breve las selecciones empezarán a prepararse para el próximo, que se jugará en 2018 en Rusia. 2014 fue la Copa del Mundo de los malos rendimientos de Inglaterra, Italia y Portugal; la de Luis Suárez; la de Tim Krul, la de Lionel Messi y la de los alemanes, que levantaron por cuarta vez en su historia el trofeo deseado por todos. Se sumaron a Italia y a Uruguay, que también fueron campeones cuatro veces, y aun están detrás de Brasil, que no pudo conseguir su sexta copa pero mantiene el liderazgo con cinco mundiales obtenidos. Claro, también fue el Mundial de la selección brasileña, del 7-1 en contra, de Neymar, de su organización criticada de antemano pero valorada por la hospitalidad de los norteños.

El partido

A pesar de que en los 90 minutos el encuentro terminó 0-0, las chances de gol abundaron. La dinámica que impusieron los dos equipos fue parte del partidazo que hicieron Argentina y Alemania. Si bien la posesión del balón fue claramente favorable a los alemanes, ese factor se fue emparejando a medida que iban pasando los minutos. El juego de Alemania es muy bueno, y neutralizarlo es dificilísimo. Argentina lo logró en buena parte del partido. Y tuvo jugadas muy peligrosas, como el gol que le anularon correctamente a Gonzalo Higuaín. Pero era pelo a pelo, porque Alemania le planteó el partido en campo contrario: los defensas Mats Hummels, Jérôme Boateng y Benedikt Höwedes jugaron casi de volantes, y eso habla mucho de la presión que le metieron a Argentina. Presionaron la salida de los argentinos, cortaron el circuito de juego y no permitían que los jugadores de Alejandro Sabella recibieran la pelota, sobre todo Javier Mascherano y Lucas Biglia, dos de los volantes que se veían encimados cada vez que querían tomar la bola. Argentina se replegó bien y achicó los espacios entre las líneas de zagueros y mediocampistas. En eso estuvo la virtud sudamericana, poblar esa zona y limitar las pelotas largas de Alemania, que tanto daño le hacen al rival. Mascherano, una de las figuras del Mundial, hizo un trabajo interesante: generó una doble función táctica, tal vez aplicó el conocimiento aprendido en Barcelona; cuando atacaba Argentina se posicionaba como volante; cuando defendía, bajaba a ocupar la zona del líbero. A todo eso se agregaron la lucha, la marca y la pasión con las que jugó el volante argentino. Del otro lado estaba Bastian Schweinsteiger, que marcó, jugó, metió y pasó bien la pelota. Tremendo jugador, tremendo partido del alemán. Un tiempista. Es que el partido tuvo jugadores muy buenos de los dos lados. Ezequiel Lavezzi jugó un gran primer tiempo; es delantero pero hizo el trabajo de volante. Luego fue reemplazado por Sergio Agüero, que no le aportó tanto en ataque a su selección. Lionel Messi, cada vez que apilaba rivales, parecía que iba a llegar al gol; Thomas Müller fue una carta ofensiva vital para Alemania. Ninguno de los dos convirtió, y de esa manera el colombiano James Rodríguez se consagró como el goleador de la Copa del Mundo, con seis goles.

Otra vez alargue

Los 90 minutos fueron vibrantes, emocionantes, con una tensión digna de una final. En ese lapso de tiempo no hubo goles. Sergio Romero, el arquero argentino, y Manuel Neuer, el alemán, fueron buenas figuras de sus equipos. Neuer, tras la final, fue distinguido con el Guante de Oro a mejor golero del Mundial Brasil 2014. Lionel Messi recibió el Balón de Oro a mejor jugador del torneo. El mejor jugador joven del Mundial fue el francés Paul Pogba.

Y se vino el alargue: 30 minutos más para agregarle al cansancio y a los nervios de los futbolistas. Los albicelestes ya habían pasado por esto ante Holanda, previo a su pasaje a la final mediante los penales.

Y arrancó con todo el primer tiempo del alargue, con jugadas para los dos lados, con una atajada de Romero de lo que podría haber sido gol de Alemania. Tal vez la más clara la tuvo Rodrigo Palacio, que recibió un pase del lateral Marcos Rojo y, ya dentro del área grande, la bajó de pecho y con su pie derecho se la quiso jopear a Neuer. ¡Solo! Pero la pelota se fue afuera, cuando llegaba a cerrar Boateng. Podría haber sido el 1-0 y cambiar todo. Pero los minutos pasaron, y, cuando parecía que íbamos a ver otra tanda de penales, apareció, a los 113 minutos, Mario Götze, que entró sobre el final del partido, para marcar el único gol. Y qué gol. El del triunfo. El del Campeonato del Mundo. El de la cuarta estrella. El centro desde la izquierda de André Shürrle fue perfecto. La recepción con el pecho de Götze, también. La pelota vino desde la zona izquierda del campo de juego, superando a Martín Demichelis. El balón no tocó el piso y el mediocampista, que la bajó de pecho, definió cruzado, con su pie zurdo al palo izquierdo de Sergio Romero, que vio cómo se escapaba el sueño de ser campeón. Ya no quedaría tiempo para nada; sólo para un tiro libre de Messi, que se fue muy desviado por encima de los tres palos de Manuel Neuer. El festejo fue alemán y la desazón, argentina, como en 1990, cuando cayó derrotada en la final ante los bávaros.