Gonzalo Lapachian tenía dos años cuando le diagnosticaron “retinosis pigmentaria”, una enfermedad ocular de carácter degenerativo y genético (la heredó de su padre, que es ciego) que produce una grave disminución de la capacidad visual de forma progresiva y en muchos casos llega a la ceguera. Este joven de 24 años debió asumir en plena adolescencia que ya no veía, y comprendió que debía seguir adelante con su vida. A pesar de las dificultades, comenzó a ir al Centro Tiburcio Cachón, el instituto que brinda servicios de rehabilitación a las personas con discapacidad visual. Allí conoció a Anthony da Luz, un joven que también se rehabilitaba en el centro, quien le preguntó si quería jugar al fútbol. “¿Fútbol?”, respondió asombrado Lapachian, que nunca imaginó que los ciegos podían practicar ese deporte.

“Al tener una enfermedad progresiva, sabía que algún día iba a quedar ciego. A pesar de que sufrí ese lógico bajón, siento que no repercutió tanto en mí porque comencé a jugar al fútbol. Poder practicarlo me dio mucha seguridad y autoestima; me puso de buen humor y me ayudó a no pensar tanto en lo que me había pasado. El fútbol se convirtió en mi terapia”, reflexionó Lapachian, quien hace ya tres años que practica este deporte y es uno de los integrantes de la selección uruguaya de futsal de ciegos. “Antes de ser un equipo de fútbol, somos un grupo de amigos. Sobre todo por el apoyo que nos brindamos en cualquier momento e instancia, ya sea en el campeonato o fuera de la cancha. Estamos siempre uno al lado del otro para apoyarnos”, destacó el jugador, en referencia al gran grupo humano que encontró al llegar.

Arranque con poco

Esta modalidad deportiva tiene sus inicios en España en 1986, cuando se disputó en Torrejón de Ardoz (Madrid) el primer campeonato de categoría B1 (ciegos totales), en el que participaron 15 equipos.

En Uruguay el fútbol para ciegos se comenzó a jugar en 2008. Precisamente ese año, una delegación de la Mutual Uruguaya de Deportistas Ciegos (MUDC) participó en el Campeonato Cuatro Naciones, en Santiago de Chile, donde obtuvo la medalla de bronce. “Subimos al podio con tan sólo tres meses de entrenamiento”, contó Santiago Guido, actual director técnico del seleccionado uruguayo de futsal de ciegos, al recordar las peripecias que hacían para poder jugar. “Arrancamos con nada, y ese bronce nos permitió conseguir tres pelotas específicas para este juego, ya que se trata de unos balones especiales que contienen un cascabel interno para producir sonido. Como nosotros al principio no las teníamos, envolvíamos las pelotas con bolsas de nailon y de esa forma producíamos el sonido”, explicó.

Este joven de 32 años es profesor de Educación Física y docente universitario en el Instituto Superior de Educación Física (ISEF) en la cátedra de Educación Física Adaptada para personas con discapacidad. El trabajo que lleva a cabo con la selección es honorario, porque se considera “un profesional en lo que hace”.

Explicó que poder encarar este deporte en Uruguay fue todo un desafío profesional. “Cuando comencé, el fútbol para ciegos no existía aquí. Me gustaba el desafío de impulsar un deporte no tan conocido, porque me permitía innovar y descubrir cosas nuevas, sin dejar de colaborar en las vidas cotidianas de estos chicos”, resaltó. “Fijate que en un mismo plantel tenés jugadores que nacieron ciegos y nunca llegaron a ver fútbol, y otros que lamentablemente perdieron la visión pero sí vieron el juego. Con esas distintas realidades debo trabajar para lograr el mejor desempeño de cada uno de ellos, y eso representa todo un reto para mí”, afirmó.

¿Cómo se juega?

El fútbol para ciegos se juega con las reglas de la FIFA Futsal Adaptadas y se rige por la Federación Internacional de Deportes para Ciegos (IBSA, por su sigla en inglés). Cada equipo está conformado por cinco futbolistas: un arquero y cuatro jugadores de campo. El arquero es el único vidente.

El partido se disputa en un terreno de juego de 20x40 metros en un lugar descubierto, para favorecer la acústica. “Lo primero que tenés que hacer es adaptar el oído a la pelota”, señaló Lapachian. “El sonido del balón es decisivo para la orientación del jugador”, añadió. De todas formas, dijo que para poder jugar esta modalidad de fútbol se requiere mucha técnica individual. “Es muy importante tener presente la técnica para llevar la pelota de pie a pie, para que no se te vaya larga y se te escape”, explicó.

Guido coincidió en ese concepto y afirmó que la forma de trasladar la pelota es determinante. “Siempre la tenés que tener dominada al pie. En este juego no podés tirar el balón para adelante y correr, porque el jugador, al no ver, pierde la perspectiva”.

La cancha en la que se juega se divide en tres. El tercio del arquero es la instancia donde el golero es el encargado de guiar a la defensa; el del medio es el tercio del entrenador, quien será el encargado de orientar a los jugadores; por último, el tercio del guía está en el área rival, donde una persona vidente del equipo se ubica detrás del arco contrario y con voz fuerte indica a los jugadores cuándo tienen que patear al arco. Ambos están de acuerdo en que la comunicación dentro de la cancha es fundamental para lograr una orientación colectiva. “Todos debemos comunicarnos permanentemente para tener una orientación en el espacio en el que nos movemos, pero esa comunicación debe darse de forma ordenada”, subrayó el futbolista. El entrenador reafirmó el concepto: “Si esa comunicación no se produce ordenadamente, te terminás superponiendo con los demás y en ese griterío terminás confundiendo al jugador”. Entiende que su función primordial consiste en ayudar en la percepción del futbolista a guiarse dentro de una cancha: “Un entrenador de esta disciplina debe ser muy preciso con las indicaciones que transmite a sus jugadores. Por ejemplo, no podés decir ‘andá para allá’ o ‘vení para acá’; las indicaciones deben ser claras y exactas: ‘cuatro pasos a tu derecha’ o ‘a tu izquierda tenés a tu compañero’”.

Estudiantes de La Plata

Gonzalo Lapachian y Anthony da Luz son los únicos uruguayos no videntes que juegan en el extranjero. Lapachian contó a la diaria cómo recalaron en el club argentino. “Se dio en 2011, cuando jugamos el Panamericano Paraolímpico en la ciudad de Guadalajara, en México. El preparador físico de la selección de Argentina, Los Murciélagos, es el DT de Estudiantes. Nos vio jugar a mí y Anthony y le gustó, por lo que nos invitó a realizar una pretemporada con el equipo argentino, y bueno, terminamos quedando. Hace dos años que viajamos cada 15 días para jugar; ellos se encargan de pagarnos el traslado y la estadía”.

Ambos entrevistados afirmaron que si los guías no respetan su tercio, el árbitro del encuentro tiene la potestad de sancionar falta técnica. “Cuatro faltas técnicas grupales son penales desde ocho metros, y a las cinco faltas individuales el futbolista debe salir del campo de juego”, explicó Lapachian. Con respecto a los riegos que podría suponer este deporte para la integridad física de personas no videntes, aseguró que el fútbol que se practica es totalmente seguro. “Existen choques, claro, como en cualquier partido disputado entre personas. No te voy a negar que al principio sentí un poco de temor, porque no conocía el espacio físico en el que me iba a trasladar, y era lógico. Pero una vez que lo practicás, te das cuenta de que es seguro, y te puedo asegurar que los miedos se van y es una experiencia sumamente positiva”. “Jugando al fútbol es en la única instancia en la que me siento libre del bastón”, afirmó.

Guido considera que la práctica del fútbol beneficia su independencia. “Esto no se debe sólo a que practican un deporte: jugar al fútbol es una instancia en la que dependen de sí mismos. Tienen mucha libertad, y esto los ayuda a tomar confianza y seguridad en sus vidas particulares”, sentenció.

La necesidad 
de la liga interna y de las vallas

Sólo 12 personas no videntes practican esta modalidad deportiva en Uruguay. Al tratarse del único plantel, es el seleccionado uruguayo en los campeonatos internacionales. “No es lo ideal, pero es lo que hay al momento”, dijo Lapachian, argumentando que una competencia interna mejoraría la calidad de juego. “Eso permitiría hacer más difícil la elección del director técnico, porque habría más competitividad e irían los mejores de cada puesto”, explicó.

Guido coincidió en que la competencia interna mejoraría el juego. Entiende que el fútbol no se practica solamente como deporte, también se entrena para ganar. “Esto no deja de ser una competencia en la que uno se prepara para ganar. Por eso, nuestra idea es conseguir jugadores de todos los departamentos del país para formar una liga interna, que nos permita ser más competitivos. Hoy tenemos un plantel exclusivamente metropolitano. La gran mayoría son de Montevideo y sólo dos vienen de Las Piedras”, señaló.

En ese sentido, ambos plantearon la necesidad de hacar demostraciones de fútbol en el interior del país, con el fin de captar a aquellos ciegos que quieran jugar y todavía no sepan de la existencia de este deporte. “Hay mucha gente que no nos conoce, y yo creo que ni se imaginan cómo puede ser el fútbol para ciegos”, relató Lapachian.

Por su parte, Guido destacó que la convocatoria permitiría tener un registro de esas personas ciegas que quieran jugar, posibilitando contar con más herramientas para formar de a poco la estructura de una liga interna. “Nos han invitado a participar en la liga argentina y hemos jugado algunos partidos; eso nos sirvió para crecer como equipo, pero nosotros queremos ir más allá, queremos desarrollar este deporte en nuestro país”, afirmó. De cara a las competiciones internacionales se enfrentan a selecciones como Argentina y Brasil, que tienen 30 equipos federados en sus respectivas ligas. “Nosotros somos apenas 12 jugadores en todo el país, y eso es mucha ventaja en el desarrollo del juego”, aseveró Lapachian. Él y su amigo Anthony da Luz son los únicos futbolistas uruguayos no videntes que juegan en el extranjero, en Estudiantes de La Plata de Argentina (ver recuadro).

La selección invisible

Es un documental de Nicolás Soto y Enzo Casiraghi sobre este único equipo de fútbol nacional integrado por no videntes. Los ex estudiantes de Comunicación de la Universidad Católica que presentaron este trabajo como tesis de grado narran las dificultades que enfrentan para representar al país de la mejor forma. Hacen hincapié en el trabajo en equipo y la constancia, y realizan un llamado a la reflexión sobre la inclusión y el potencial de las personas con discapacidad.

Asimismo, apuntó que algunos de los futbolistas que juegan en esos países están becados y se dedican exclusivamente al entrenamiento. “Ellos tienen un entrenamiento más continuo, debido a que casi todos nosotros trabajamos o estudiamos, o desarrollamos ambas actividades. El hecho de ser tan pocos también nos limita con posibles lesiones o cualquier inconveniente de algún integrante del plantel. Creo que ahí están las explicaciones de las grandes diferencias”, resumió.

En esa búsqueda de crecer en el desarrollo de su juego, consideran prioritario contar con las vallas laterales del campo de juego -de 1,20 metros-, que delimitan los sectores de la cancha y, de ese modo, facilita la continuidad del juego. “Es de suma importancia contar con esas vallas, porque en la cancha de fútbol 5 donde practicamos estamos delimitados por una pared y una red, y es peligroso por los posibles golpes. Además, no tener esas vallas nos perjudica en el juego, porque son de gran utilidad para realizar jugadas”, señala Lapachian. En el futsal de ciegos no existen los saques de banda y se juega como en el ‘show gol’, por lo que las vallas laterales son fundamentales para darle ritmo al juego. Las vallas que necesitan cuestan alrededor de 7.000 dólares y pueden ser estructurales o inflables. Guido prefiere las inflables porque facilitan los traslados al interior del país para realizar las demostraciones. Es la necesidad más urgente que tienen, y esperan poder financiarla con algún capital público o privado. “Ojalá se pueda conseguir; sería de gran ayuda para el desarrollo de este deporte, aunque tampoco hay que esperar a que las cosas sucedan. Mi concepción es que tenemos que ser parte de la solución y del cambio, y para eso hay que estar siempre”, concluyó.

Enrique Nardone, profesor de Educación Física y creador de la selección de no videntes en Argentina, llamada Los Murciélagos, dijo que “el fútbol es uno solo y tiene un idioma universal compartido por todos”. Acerca del que practican personas ciegas afirmó: “El fútbol no se ve, se siente”.