El triunfo uruguayo sobre los coreanos, en un nuevo amistoso internacional -fecha FIFA-, dejó algunas conclusiones. En primer lugar, que la selección uruguaya de fútbol sigue siendo un equipo competitivo, moderno y que tiene su base en los jugadores de formativas. Se le reclama renovación, y ahí están los chiquilines, con la base, bien firme, de los históricos, de los símbolos que surgieron en junio de 2010. La victoria de Uruguay vino de la mano de dos juveniles que el año pasado jugaron el Mundial sub 20 de Turquía: Giorgian de Arrascaeta, que lanzó el tiro libre desde la izquierda, y José María Giménez, que cabeceó la pelota al fondo de la red. A ellos se les suma Diego Rolan, que también fue parte de esa selección de Juan Verzeri.

Además, estos equipos de Tabárez se han nutrido con futbolistas del interior del país. Ayer no fue la excepción: entre los 11 titulares hubo tres canarios (Josema de Toledo, Camilo de Sauce y la Joya de Pando), dos sanduceros (Egidio y Nico) dos colonienses (Godín de Rosario y Cebolla de Juan Lacaze) y un salteño (Cavani). En el transcurso del encuentro ingresaron uno de Río Negro (Giorgian de Nuevo Berlín) y dos canarios (Stuani de Tala y Chiche Corujo de Sauce). Decí que hubo cinco montevideanos en la cancha a lo largo del partido, porque si no, Sauce hubiese sido la ciudad con más aporte en la victoria ante los coreanos.

Corea del Sur venía de derrotar a Venezuela el viernes 3-1, casi en paralelo con la victoria celeste 2-0 ante Japón. Corea jugó una media hora final en forma muy belicosa ante Venezuela. Por milagro, ese encuentro no terminó en pelea generalizada, pero las brusquedades se sucedieron sobre todo cuando quedó plasmado el tanteador de 3-1. El partido entre coreanos del sur y uruguayos se jugó en el estadio Goyang Sports Complex. Goyang está ubicada al sur de Seúl, la ciudad capital. En los respectivos bancos de suplentes de los dos equipos se generó una particularidad. Los coreanos no contaron, en el partido de ayer, con su nuevo entrenador: el alemán Uli Stielike, quien ha dirigido a Alemania, Suiza y Costa de Marfil, llegó a Corea en la jornada del encuentro y vio a sus nuevos dirigidos desde el palco; Shin Tae-Yong terminó ayer con su interinato. Por el lado uruguayo es historia conocida: Celso Otero -junto a Mario Rebollo-, ayudante técnico del Maestro, se está haciendo cargo del equipo mientras Óscar Washington Tabárez sigue con su recuperación de la intervención quirúrgica que se le realizó hace un mes. El nuevo contrato del cuerpo técnico uruguayo aún no se ha firmado, pero sólo falta eso y tendremos Proceso de Selecciones por lo menos hasta la finalización del Mundial de Rusia 2018. Y eso está bien.

El partido

No fue un gran partido desde el punto de vista técnico. La solvencia de siempre en el fondo: los cuatro que salen de memoria y Martín Silva en el arco, la demostración de que hay un suplente de lujo. El Cacha como volante de contención, Nico Lodeiro suelto para crear juego, Mayada y Cebolla por los costados y en el ataque Abel y Cavani. El partido fue dinámico pero sin situaciones de peligro en los dos arcos. Eso en el primer tiempo; la segunda etapa fue diferente. Cuando entró Giorgian, el chiquilín de Nuevo Berlín, el juego de Uruguay cambió. Enchufadísimo, De Arrascaeta recuperó pelotas, pasó bien, fue explosivo en el ataque y en menos de un minuto dejó de cara al gol dos veces a la Joya, pero tapó bien el golero coreano. El número 10 fue clave para ponerle, en un tiro libre, la pelota como con la mano en la cabeza a Josema, que atropelló y la mandó adentro, consolidando así una notable actuación que nació en la previa de Brasil 2014. Hay que esperar el nuevo tatuaje de Giménez por su primer gol con la celeste. Uruguay volvió a ganar; para los nuevos ricos tal vez sea poco; para nosotros, los de siempre, cada partido de esta camiseta es volverse a enamorar. Que no pare la fiesta.