El camino en la fase de grupos del viejo Litoral 1996-1997 había sido irregular para la selección de Soriano Capital. Fue el devenir del torneo y el partido a partido que fue asentando el juego de un equipo poblado de buenos jugadores. Entre ellos, el Loco Quique, pero también su hermano Walter -sustento ineludible de la frase “el mejor era el hermano”-, Mauricio Colorado Comunale, que luego jugó en Plaza Colonia con Luis Matosas, y Fabio Camejo, integrante de la preselección uruguaya sub 23, la que después jugaría el Preolímpico de Asunción 1992, y quien en su momento se probó en Huracán de Argentina, gustó y quedó, pero la vida lo llevó por otros caminos. Cuatro hombres, por no nombrar a todos, de aquel cuadrazo que ganó todo.

El estadio Köster reventaba de gente. La hinchada meta bombo y redoblante, más una matraca gigante -que metía mucho ruido- y llena de carteles en mano con los sobrenombres de sus ídolos. Enfrente Tacuarembó, y como resultado de ida un 0-0 en el Goyenola gardeliano. Las localías pesan en el fútbol del interior, siempre y mucho. Mercedes se hizo fuerte y goleó 3-0 aquel partido que le dio la copa como mejor del litoral y el pasaje a jugar por la Copa Nacional. Ésa sería la letra fría de la historia. Pero hay más.

El Loco Quique era un delantero potente, veloz, con buena pegada y gran saltador; lo que se dice comúnmente, un jugador completo. Y le gustaban los lujos: era común verlo pasar por sobre la pelota y levantarla entre taco y taco, haciendo una especie de sombrerito con bicicleta. ¿La boba de Andrés D’Alessandro? Otra que hacía a cada rato. Contra Tacuarembó pidió el pase y se la llevó con la suela hasta la esquina de la tribuna del Köster en unión con el fondo del arco que da a la avenida Fregeiro. El marcador, pegado atrás, no le dio un centímetro. Quique mete suela derecha y puntín de izquierda y comienza a dominar la guinda mientras tranca con los brazos a su desesperado defensor. Una, dos, tres... vaya a saber cuántas veces la dominó en la fantasía de la leyenda. Lo cierto es que cuando el tacuaremboense intenta meter la pata para quitársela, el Loco Quique se encaja la bola en la nuca y sale corriendo, escapando al perplejo lateral rival. Ninguno de ellos lo suponía; la tribuna lo sospechó desde el primer momento. Una vez solo, revoleó su cabeza, dejó caer la guinda a sus pies y echó el centro. Qué importa cómo terminó la jugada si la maravilla estaba consumada. Aquello fue increíble, pero la gesta de la selección de Soriano continuó. La fase final del campeonato del interior también fue para la tricolor. Lo de Quique fue tan mágico que su novia Yenny y buena parte de la población mercedaria salieron a buscar firmas para que fuera citado a la selección uruguaya que dirigía Juan Ahuntchaín. Una tarde, cuando la canícula veraniega asaltaba las instalaciones del estadio Charrúa, por aquellos días cuartel general de las selecciones uruguayas, Rómulo Martínez Chenlo, entonces el primer jefe de Prensa de la AUF (“por concurso”, apunta siempre nuestro editor), recibía de la maestra mercedaria los cientos de folios con miles de firmas pidiendo una celeste para el crack del pueblo. No se dio. Sí le surgió la posibilidad de jugar una liguilla pre Libertadores cuando los equipos del interior la disputaban, en 1997, y con el Punta del Este de Maldonado. Al tiempo, le salió el pase desde el amateurismo al Cienciano de Perú.

El club de Cuzco, bastante acostumbrado a perder hasta ese momento, estaba próximo a cumplir 100 años, en 2001. Quique fue partícipe del Clausura que Cienciano ganó, integrando dupla en el ataque con el también uruguayo Ernesto Colorado Zapata. Además, el Loco fue el mejor jugador del año, aunque su equipo perdiera las finales ante Alianza de Lima. Clasificaron a la Copa Libertadores, pero el sueño de Quique se truncó porque no entró en los planes del entrenador de turno. Otro ídolo peruano, José Chemo del Solar, también lo recordará por el resto de sus días: le hizo la nuquita, el día que Cienciano les ganó a los cremosos de Universitario 2-1.

Mercedes hoy

Quique Martínez la mira de afuera, pero la selección tricolor anda bien. Primera rueda de la fase de grupos y el combinado mercedario lleva dos partidos ganados y uno empatado, bastante encaminado a pasar de fase. Un equipo joven, en etapa de recambio, pero que viene encontrando los resultados. Y el fútbol es resultados. Con una táctica que parece ajena: cabezazos en la cancha de arriba gracias a la potencia goleadora de Jorge Rodríguez -delantero que jugó por la selección uruguaya en los Panamericanos de Winnipeg en 1999-. Y la próxima jornada se afila de local: clásico de todas las horas contra Fray Bentos.