El Prado de Montevideo era un marco ideal para la tarde primaveral y el posible partidazo en el Parque Federico Omar Saroldi. Jugaban dos equipos que en los últimos años muestran características diferentes en los campos de juego, y que, si no salen campeones, como Danubio, están ahí, siempre entre los mejores equipos, como River. El partido arrancó lindo, como para ir agarrándole el gustito. A los 20 minutos, el melense Martín Alaniz encontró una bola al borde del área y él, que tiene gran pegada, remató y la pelota pegó en la mano de Nacho González. El penal lo pateó el Pelo Michael Santos -cuándo no-, pero esta vez no se le dio eso a lo que está tan acosumbrado, que es mandarla a guardar, sino que recibió un atajadón del salteño Franco Torgnascioli, que voló a su palo izquierdo, bien abajo, para tirarla al córner. Después de ver un popurrí de llegadas, ataques, ida y vuelta y atajadas de Torgnascioli y Nicola Pérez, llegó el tan ansiado gol. Era un partidazo, de verdad; sólo faltaba que la pelota besara la red, algo que logró Juan Manuel Olivera. El Flaco metió un testazo tremendo, de pique contra el piso, como pide el manual, y puso el 1-0 para los visitantes danubianos, que habían tenido la mala pata del penal en contra pero supieron neutralizarlo con la atajada de su golero, para luego irse al descanso con la ventaja por el gol del 19.

Son dos equipos que a priori, cuando comenzó el Apertura, se vislumbraban como protagonistas de la pelea por el campeonato -éste es corto y la temporada es larga-, pero por diferentes circunstancias eso no ocurrió y Danubio, con cambio de entrenador incluido -se fue Jorge Castelli y llegó Luis González-, no consiguió los resultados que le permitieran estar prendido en las posiciones de arriba. River, que también arrancó mal, enderezó el barco y con la goleada a Peñarol en el Centenario parecía que podía llegar al final con chance de arrimarse a Nacional y los escoltas.

Siga, siga

El segundo tiempo empezó tan lindo como el primero y con jugadas similares. Otra mano en el área fue el tema de discusión. ¡Increíble! Esta vez la infracción vino luego de un tiro de esquina favorable a River, un desvío de un player riverplatense, y la pelota fue a parar entre el pecho y la mano de Juan Manuel Olivera. La mano fue cobrada a instancias del primer asistente, ya que Christian Ferreyra había dejado seguir la jugada. La cuestión es que el penal lo pateó el Morro Santiago García con su pie derecho; Franco Torgnascioli se tiró a la izquierda y la pelota fue a su derecha. Un tanto más del goleador darsenero en esta temporada, y empate tempranero en la segunda etapa en el Saroldi. Estaba precioso el partido, que a pesar de la cantidad de jugadas que ambos tuvieron a su favor, se empezaba a definir por jugadas involuntarias, como en este caso una mano para dar un penal.

Tal vez el mejor de la cancha haya sido Carlos Grossmüller, hasta que salió. Pero como para no ser menos entró Sebastián Fernández y al toque empezó a generar peligro. Tan bien entró, que tuvo sobre el final la posibilidad de estirar el score con un zapatazo desde atrás de la mitad de la cancha. Pero “qué lindo que es el fútbol, pibe”, diría Alejandro Apo. Ya en los descuentos, el Morro, otra vez, puso un gol en el Saroldi: buena corrida por la derecha de Santos y un centro-asistencia de Santiago Ciganda, que recién había entrado a la cancha, y el Morro, con su estirpe goleadora, puso la cabecita y le dio el triunfo a River en el Prado.

Un gol importantísimo -colocó a García en la cima de los goleadores, junto a Iván Alonso- y la victoria para el viejo River de la Aduana. Tres puntos para JR y posiciones bajas para Danubio, que no consigue meterse en la conversación.