Andrés Scotti la guardó, el argentino Nicolás Aguirre la mandó al rock and samba, y ahí tomó ventaja para siempre la viola. Felipe Rodríguez la subió lo justo para asegurarse de que entrara; Román Martínez la puso contra el caño; Brian Lozano la colocó a pura clase y Maximiliano Velázquez convirtió a pesar del manotazo de Martín Campaña. Cardacio la colocó contra el palo, Sebastián Leto fue buenísimo, pero Maximiliano Gómez, cuando todavía muchos se preguntan quién es, hizo el penal más famoso de la viola en los últimos tiempos. En los penales, pero con absoluta justicia, Defensor Sporting dejó atrás a Lanús y clasificó a cuartos de final de la Copa Sudamericana, en los que enfrentará a Huracán de Argentina, después de los partidos de las eliminatorias para Rusia 2018.

Sólo piensan en eso

Mucha tensión. La de un partido que representa un premio importante, un paso más a la máquina de los sueños, otra recompensa en el camino. El difícil equilibrio entre la ubicuidad anclada en la realidad y el creer desde el esfuerzo, la preparación y, claro está, la confianza en la fuerza propia.

Pero además están las reglas de la competición que hace que un gol de visitante -o un gol recibido como local- genere corridas de los mercados de la ilusión que ni el Lobo de Wall Street puede controlar.

Un partido muy pensado, con muchos discursos técnicos, que seguramente hizo que se jugara desde la estrategia teórica, repasando una y diez veces que hay que sostener el cero y asumir el mínimo de riesgos posibles. Eso nos trajo un partido con un guion compartido y serio, muy serio. A los 13 minutos, un feroz contragolpe violeta contra el arco del Río de la Plata levantó olas con terrible remate de Felipe Rodríguez, que Monetti interceptó. Aún no sabemos por qué Romário se frenó para empujarla. En el tiro de esquina consecuente hubo doble chance, porque Facundo Castro, en su segundo centro, habilitó de maravilla a Romário, que metió el puntín, pero, no se sabe cómo, la sacaron besando el travesaño.

Entonces pareció que los sueños no eran sólo sueños, y que a pesar de las notorias diferencias de soporte económico y logístico, se podía. Estaba bien transitar rápido y abrir a las bandas, pero el toque en velocidad hacia adelante de los argentinos recordó la preocupación. Por dos veces Lanús llegó hasta las narices de Campaña, encendiendo la tribuna granate y silenciando al resto del Franzini. En esos momentos, como en el resto del partido, fue visible y trascendente el aporte de Andrés Scotti, que mandó con determinación y seguridad.

Otra vez, ahora más cerca del final de la primera parte, hubo otra múltiple opción violeta, pero ni en la chance de Felipe Rodríguez -que se la hizo toda para él-, ni en la del Trufa Ariosa -que terminó rebotada-, ni en la falta de coordinación de tiempo y espacio de Romário -que otra vez quedó con rebotes de la mancha hielo- los de Juan Tejera llegaron al gol. Después, Campaña hizo una atajada de esas que salen en los resúmenes de fin de año y mantuvo el cero, al igual que Lanús, cuya barrera defensiva evitó que Lozano la colgara del ángulo.

¿Y ahora?

Ligeramente más estirados en sus líneas, los equipos mostraron en la segunda parte una mínima inquietud por salir del cero. La buena pegada de los rematadores argentinos y el mejor juego aéreo de sus buenos cabeceadores puso en jaque a la defensa defensorista.

El partido tardaba en desatarse, por la paridad de las fuerzas y por el estado de alerta casi permanente que inhibió la creación propia.

En estos casos, la tensión del resultado final condiciona enormemente el juego, tanto que a veces parece que los contendientes, desde el minuto inicial hasta el último, estuviesen pensando en los penales, pero no porque el partido fuera aburrido o no tuviera acciones interesantes, sino por la propia tensión de la búsqueda del resultado que permitiese seguir adelante.

Tejera movió las piezas dándole el comando del ataque al jovencito Maxi Gómez, y con su sociedad armaron una jugada buenísima que remató Facundo Castro a la carrera, apenas afuera.

Un ataque para acá, otro para allá y después, en los últimos minutos, quietitos, ya no daba para escapar por el pretil, y entonces los penales decidieron todo: decidieron no ya qué equipo era mejor, sino qué equipo debía seguir adelante en el torneo; y debía ser el Defensor de la seriedad, del esfuerzo y de los sueños. Vamo arriba la viola.