Sosteniendo como pudo aquel gol con el que hizo la diferencia en Buenos Aires, Huracán consiguió la clasificación a las semifinales de la Copa Sudamericana al empatar 0-0 con Defensor Sporting anoche en el estadio Luis Franzini.

Fue eso, apenas eso y nada menos que eso: aquel gol que tal vez injustamente les dio la victoria a los argentinos en Buenos Aires fue lo que definió la llave y hasta el destino de la revancha de ayer. El partido fue intenso, tan intenso como en la fase pasada ante Lanús, y la verdad es que Defensor dio lo máximo que pudo. Como en los últimos años, estuvo cerca, muy cerca, pero no pudo. No obstante, ese “no pudo” no genera frustración, sino el reconocimiento a un grupo que logró avanzar hasta donde fue posible sin renunciamientos.

Dándole piola

El arranque del partido tuvo un ida y vuelta que en principio no era el esperado, en el entendido de que Defensor no debería tener urgencia para empezar a cambiar el destino de la clasificación, y el globito no tendría tanto apuro en desgastar la diferencia con la que venía de Buenos Aires.

La primera pista buena en letras violetas era que en las pelotas aéreas, ya fuera en centros de pelota quieta o en envíos aéreos, los cabeceadores violetas ganaban de arriba.

En el globito había otras pistas: pelotas largas y para correr eran seducidas por el juvenil Cristian Espinoza, que por la banda derecha llevó riesgo a la valla montevideana.

La intensidad del juego se estiró durante casi media hora, pero ya con tono absolutamente violeta. Los centrales de Huracán empezaron a golpear repetidamente y eso se tradujo en varios tiros libres (Brian Lozano, Facundo Castro, Andrés Scotti y Felipe Rodríguez) y en sendas amarillas para los dos zagueros argentinos. Cinco tiros de esquina y muchos centros, especialmente desde la derecha, fueron construyendo la idea de que los de Punta Carretas iban a poder empatar la serie.

Quedó la sensación de que Defensor debió haber capitalizado mejor en el arco contrario; sin embargo, en los apuntes, lo que queda visible con marcador fue la jugada que a los 35 de juego hizo todita para él Ramón Ábila, ese al que le dicen Wanchope, que se escoró a la derecha a toda potencia y, sin ángulo, sacó un guascazo tal que el ¡clank! del travesaño se escuchó hasta en Parque Patricios.

Unos minutos después, el juvenil sanducero Gómez hizo lucir a Marcos Díaz, que voló para sacar al córner el impresionante cabezazo del delantero centro de los tuertos.

El cierre de la primera parte fue más cómodo para los argentinos, que lograron descomprimir la presión violeta y hasta rondaron el gol hasta la última jugada, antes de irse al descanso

Para haber logrado más constancia y contundencia en ataque en esa primera parte, a Defensor le faltó más juego en el área y más desequilibrio creativo en la media cancha, cosa que no pudo lograr más allá del acierto de Mathías Cardacio en filtrar pelotas y hasta mandarse con pelota al pie a las proximidades del arco del globito.

Mucho zurdaje

La tensión del segundo tiempo ya fue otra, particularmente para Defensor, lo que permitió otros espacios para el globo, pero aun así, a los 5 del complemento la viola podría haber hecho dos goles hechos con jugadas por la izquierda: primero Felipe Rodríguez se internó en el área y puso el centro para Facundo Castro, que no pudo direccionar su cabezazo, y después fue el Huevo Lozano quien juntó un montón de engaños por la izquierda y definió, pero la globa corrió por la línea del globo sin que Maxi Gómez, que patinó por ese sueño, la metiera al fondo de los piolines. Un par de minutos más y otro par de casi goles violetas. Felipe Rodríguez le metió un cañete a San Román y quiso definir de globito, pero afuera.

Como el peligro de la viola venía por la derecha, pareció atinada la idea de Juan Tejera de dar ingreso al rochense Santiago Tato Barboza para jugar de punta con Gómez. Salió Facundo Castro y se volcó a la derecha Brian Lozano.

Una y otra vez por la izquierda, una y otra vez con Felipe Rodríguez, Defensor se acercaba a gritar el gol que lo iba a llevar a empatar la serie.

La correlación de fuerzas, pareja a pesar de la potencialidad superior de los argentinos, y fundamentalmente aquel gol de ventaja que trajo Huracán desde Parque Patricios, hizo que se buscaran todas las estrategias posibles, pero casi siempre apostando a la izquierda. Huracán recontra reforzó su flanco defensivo colocando dos líneas de cuatro y casi tres marcadores para Felipe Rodríguez y compañía.

Al final entró el otro juvenil delantero centro Gonzalo Carneiro en Defensor, y Huracán siguió sumando defensas.

Cuando se moría el partido, Marcos Díaz pareció cometer un penal contra Barboza, pero el árbitro Zambrano ni se inmutó. Hasta la última de las últimas pareció alumbrar la hazaña, pero la realidad dijo que no. Hasta aquí llegó Defensor, y no estuvo nada mal. Esto sigue.