Los carboneros de Pablo Javier Bengoechea derrotaron ayer a Juventud 1-0 en el estadio Centenario y se quedaron con el primer torneo corto del año en la temporada 2015-2016 del Campeonato Uruguayo. El Peñarol de Pablo Bengoechea, ese que la remó de atrás durante todo el año, el que a muchos les gusta poco y que es bastante criticado, volvió a dar la vuelta olímpica y en el año calendario se quedó con los dos torneos que jugó: el Clausura de la temporada anterior y este Apertura. Sin brillar, puede ser, pero campeón al fin.

Desde que el Profesor riverense es el entrenador de Peñarol, su equipo jugó 31 partidos y el saldo es muy favorable: 18 triunfos, ocho empates y cinco derrotas. De 93 puntos posibles cosechó 62. Vaya campaña la de Bengoechea, que ahora deberá pensar en las incorporaciones y la depuración del plantel que armó. Tendrá como desafío jugar una copa internacional, esa que tantas veces añoró como futbolista en los 90 y los 2000 y que ahora disputará desde el otro lado de la línea de cal.

Peñarol es el campeón del Apertura y cimentó este logro a base de regularidad en su desempeño. No conoce la derrota desde la séptima fecha; visitó el Franzini, Jardines, Belvedere, y además jugó dos partidos a puertas cerradas, uno en la cancha de Defensor Sporting y otro en el Parque Alfredo Víctor Viera. Lo ganó corriendo de atrás, con una buena defensa -aunque con errores- y un golero seguro y de la casa.

El director técnico puso en la cancha a muchos jugadores, cuando tuvo que corregir sobre la marcha lo hizo y le dio cabida a un chiquilín del club: Cristian Palacios. El Yesquero, de Belén, departamento de Salto, no sólo le dio aquella victoria en la hora con Fénix en el Franzini, cuando todo era temblor, sino que fue el autor del único gol de ayer ante Juventud en el Centenario. Esa anotación, a los 25 minutos del primer tiempo, les dio el título a los carboneros y permitió que se hiciera justicia con Cristian, que en varios ocasiones fue cedido a préstamo a otros clubes, en los que siempre fue goleador.

Nos sobran los motivos

Por momentos, el partido fue intenso. Más que por lo que se jugó, por lo que se metió y por lo que podía pasar. El gol llegó temprano, y eso significaba tranquilidad ganada. Las novedades que llegaban desde Belvedere eran alentadoras, pero todo cambió muy rápido cuando Nacional pasó a ganar. El 1-0 era poca renta.

El pase largo de Luis Aguiar generó el gol de Palacios. El Canario, como apodan al hombre de José Enrique Rodó, fue determinante con esa habilitación, que dejó mal parados a los defensas pedrenses, y Palacios, que se la jugó al error, se encontró con la pelota y definió muy bien contra el arco que defendía Fabián Carini.

El impulso de la anotación le dio vida a Peñarol. Al toque, podría haber caído el segundo, que habría liquidado la tarde, con una buena corrida por la izquierda de Diego Forlán, que la acomodó de cabeza para su pierna zurda y sacó un zapatazo tremendo, que se fue besando el palo izquierdo de Carini.

Antes de todo eso, Juventud había avisado en un par de ocasiones, con buenos avances de Matías Alonso y un remate cruzado de Gastón Puerari que hizo que Gastón Guruceaga se tuviera que estirar. Un par de corridas del veloz Juan Boselli amagaron con complicar a Gianni Rodríguez, pero éste terminó resolviendo sin problemas el lateral izquierdo.

Ya en el segundo tiempo, quedó la sensación de que iba a ser muy difícil que Juventud le hiciera un gol a Peñarol. Pero ojo, el estadio casi se paraliza con el cabezazo -¡solo!- de Matías Alonso. Fue increíble, ya en los minutos de adición: una demostración de la tensión del encuentro, y de que Juventud nunca bajó los brazos. Era el 1-1, y hubiera significado que el título pasara a festejarse en Belvedere. Guruceaga la vio salir y ya se imaginaba festejando el campeonato, seguramente algo que soñaba cuando era niño en Artigas.

Ahora habrá que esperar al verano, el mercado de pases, la Copa Libertadores y la inauguración del estadio. Pero Peñarol lo hará con la tranquilidad de estar metido en la definición del Uruguayo y, seguro, en una competición internacional. Sobran los motivos para brindar.