Sin quererlo, sin buscarlo, sin provocarlo, sin sentirlo. El Club Atlético Cerro arrancó el Apertura con un solo objetivo: escaparle al descenso. Ya no daba para más. Venir de malas, pelear en la parte baja y sufrir hasta el final era algo que no se soportaba pero igual se afrontaba (y con creces). Pero esta vez fue distinto, fue especial, con la esencia tan particular que caracteriza al equipo de la Villa y su gente. Ni el hincha más hiperbólico ni el más querendón podía imaginar un torneo así. Los jugadores, y sobre todo el cuerpo técnico, sí lo pensaron, y lo fueron dibujando etapa a etapa, con un destacable trabajo de hormiga. El ejemplo del albiceleste, ciertamente atípico, es ideal para los equipos que luchan mes a mes por subsistir y no la tienen fácil: chapeau.

Vos no tenés chances, esperá a ver qué pasa con el resto, aguantá por el milagro y no se te va a dar. Todo condicionó a Cerro, pero para bien. Primero jugaba el domingo de tarde. Después casi le cambiaron el día de partido, y nunca lo valoraron por lo que hizo, pero el equipo ni se inmutó. Eduardo Acevedo convence y es claro. Eso se vio en su equipo a lo largo del torneo. Un cuadro que fue de menos a más, solidario, con un orden táctico que lo marcó, con individualidades que aparecieron en el momento justo, y con un hambre, una impronta casi única en el Apertura.

Cerro es el campeón moral, porque fue el que hizo mejor las cosas y el que luchó en pos de algo. Nunca esperó nada a cambio, se aferró constantemente a sus propias convicciones y creyó en su camino. Arrancó con la soga al cuello, sufrió lesiones y expulsiones, y tuvo algunos meses con salarios adeudados; pero, aun así, fue por todo y más. Nunca bajó los brazos. Y aunque el equipo no se haya conronado campeón, este proyecto entusiasma a cualquiera.

La parada de ayer de mañana con Racing era obligatoria, y con una presión que pocas veces se genera. Ganar y esperar. Eso era lo que tenía que hacer Cerro para estirar la ilusión de forzar una final del Apertura hasta la tarde. Pero aunque la coronación no haya llegado, nadie puede quitarles la alegría a los cerrenses. Ayer el albiceleste jugó y ganó con la tónica que lo caracterizó en este torneo. Con esa lucha, esa garra y esa idiosincrasia que tanta empatía ha generado en sus hinchas en el transcurso del torneo. Con dientes apretados, casi sin fallar, tuvo un primer tiempo muy bueno, en el que inquietó varias veces el arco de Jorge Contreras. La tuvo Joaquín Boghossian, también el artiguense Santiago Silva dos veces, pero el Loco, reconocido hincha albiceleste, les ahogó los gritos.

Sobre el final vino lo mejor de Racing. El equipo dominó el juego, tuvo la pelota, y Jonathan Ramis estuvo picante, pero no pudo ser. La tuvo Líber Quiñones de cabeza, la sacaron en la línea, y enseguida Ernesto Dudok probó con la misma receta, pero el arquero Sebastián Fuentes se lució. En la última, con todo el arco a disposición, tras una pelota robada en la salida, Juan Pablo Rodríguez prefirió lo técnico antes que lo táctico, y su picadita se fue apenas afuera. El partido estaba de ida y vuelta.

Sayago y su tónica de buen juego contagiaron al racinguista en los primeros minutos del complemento. Esta vez fue el juvenil Javier Méndez el que la estrelló en el palo, y ahí se acabó el negocio para Racing. Cerro encontró lo que fue a buscar. Sin brillar, con más ímpetu que talento, Santiago Silva puso el 1-0 tras un rebote que dio en el palo, por un remate del Nano Gonzalo Ramos. Ese gol condicionó la jornada.

Cerro se cerró, esperó y castigó en el final para ganar y meter presión. Esta vez, el lateral Agustín Sant'Anna, de gran mañana, puso el 2-0 para coronar la fiesta albiceleste, que no tuvo copa, pero le sobró corazón, garra y talento, eso que no se compra.