Era el final de un partido soñado. Jugado con buen nivel en sus tres cuartas partes, con el rival sin fútbol y con el marcador a favor 1-0. Pero no. No lo fue. Cuando Danubio tuvo sus mejores situaciones de gol, las chances fueron desperdiciadas o atajadas por el arquero del cuervo. El reloj fue el enemigo del estado físico en la franja. Los jugadores lo sintieron y no repitieron lo hecho en el primer tiempo. Perdieron la intensidad y San Lorenzo, que por algo es el campeón vigente de la Copa, fue por las suyas y rompió el sueño con dos goles, uno detrás del otro. Una pena, porque el joven plantel de la Curva de Maroñas dio la talla frente al mejor nivel continental.

Leo Ramos paró a Franco Torgnascioli bajo los tres palos; atrás, cuatro defensas que fueron Agustín Peña por el lateral derecho, Matías de los Santos y Joaquín Pereyra en el medio y Guille Cotugno por el sector izquierdo; en el medio jugaron Nachito González, Leandro Sosa, Hamilton Pereira y Marcelo Tabárez; arriba, la dupla ofensiva estuvo conformada por Bruno Tuna Fornaroli y el argentino Matías Castro.

En el primer tiempo Danubio jugó de buena forma. Encontró el gol rápidamente, a los 10 minutos, y eso ayudó. El mérito en el gol es del neuquino goleador Matías Castro, que remó una pelota entreverada en el área y, de media vuelta, venció al arquero Sebastián Torrico. Pero existió una gran virtud de Agustín Peña en recuperar la pelota: San Lorenzo salía de contragolpe tras restar el tiro libre danubiano y el Pelado estuvo muy atento y cerró trancando abajo. Él se la cedió a Fornaroli y el Tuna asistió a Castro.

Luego del gol el juego se dio con tránsito fluido en la mitad de la cancha. Quizá el conjunto argentino tuvo más la posesión de la pelota, cosa que murió siempre en la telaraña defensiva de Danubio. Salvo una buena de Pipi Romagnoli, que tapó notable Torgnascioli con el pie, San Lorenzo no tuvo chances. Como contrapartida, el campeón uruguayo administró bien la bola con el doble cinco de buen pie que formaron Pereyra y Nachito. Marca registrada de la casa, la pelota siempre al ras del piso y buscando ataques verticales con los rápidos Tabárez y Lea Sosa.

Decisivo juego estratégico del mediocampo. El comienzo de la segunda mitad no fue la excepción, y los de Ramos salieron ganando pelota y campo. Presionando y con la enorme manija que da Nachito González desde la creación, Castro tuvo el segundo, pero le ganó Torrico, que le desvió el tiro. Fue una de ésas que no podés perdonar. El otro acierto danubiano fue no dejar jugar al Pelado Mercier y a Néstor Ortigoza. Sin ellos en acción, a Rogmanoli lo único que le llegaba era la brisa de la noche. Y si no jugaban esos tres, misión cumplida para Danubio.

Los cambios fueron importantes de los dos lados. Edgardo Bauza rompió el puzle central de su equipo y las variantes le dieron resultado. Poco a poco, fue acercándose al arco danubiano y acorralaron a los uruguayos. Entonces el campeón de América empezó a generar chances claras. A los 77 atajó volando Torgnascioli un tiro del ingresado Fanco Mussis; tres minutos después, se salvó Danubio porque Sebastián Blanco pateó afuera el mano a mano; y a los 84 le cobraron a las erradas a la franja: Mauro Matos la encontró en el área y fue 1-1; en la siguiente, tras un córner, Mauro Cetto se llevó por delante la bocha y el 1-2 fue el entierro del trámite.