Para ustedes, los que están allá, ya es noticia muerta, o quizá todavía se esté hablando del “mal” momento de Nacional, pero en mi cabeza, en mi mente, cuerpo, y si existe eso a lo que durante miles de años, traspasando las épocas, le llamamos alma, está la victoria de River Plate del sábado. Más que nada está River, mi River, y es al que le quiero decir un par de cosas desde hace un par de días.
Hace un par de semanas me fui para un pueblo perdido de la provincia de Buenos Aires, y me fui por un tiempo largo a pesar de que cada tanto te voy a ir a visitar. Pero siempre me seguiste, loco, porque vos sí que tenés aguante, vos sí que te las bancaste todas, las buenas, las malas, la niñez, la adolescencia y ahora ese proyecto que estoy encarando que le llaman adultez, y te estás fumando este abandono. Aguantaste todas, y ésa es tu grandeza, que me acompaña desde siempre, porque mis primeros recuerdos de vida están ligados a tus colores, a los brazos del Petete Correa entrando en el túnel que tanto miedo me daba, al Saroldi, a sus olores, a sus árboles, a tus jugadores, a tus hinchas que vienen, que siempre estuvieron o se fueron, los amigos de los conocidos y ésos a los que sacás de cara. Sos un simple equipo de fútbol para el mundo, sos importante para el fútbol uruguayo, le diste grandes jugadores y sos el culpable de la celeste. Para mí sos el más grande, sos el único, sos el testigo más incondicional de mi vida, porque hasta peleado con mi vieja sólo vos me aguantabas los trapos.
Acá hablo de vos y no entienden nada. Hablo de vos porque pregunto por todos lados cómo saliste, ya que no tengo radio ni internet ni un cíber cerca, pero hay un compa con radio al que visito seguido, que el sábado a la noche, agarrando una radio de Colonia, me avisó del resultado. También ando con tu camiseta, canto tus canciones y recuerdo partidos, planteles, como lo hacía allá antes de venirme. No cambié nada. Y sí, viejo, te pienso mucho, sobre todo cuando estoy solo haciéndome el rancho bajo el sol radiante de este pueblo que parece nunca apagarse. Al amor de mi vida y mi gran compañera (si hasta la primera cita fue con vos en el medio) ya la tengo hasta harta de hablar de vos. Bueno, te voy dejando, estoy leyendo las notas de tu partido y viendo esos goles que tanto imaginé, por ahora la dejamos así, sin radio ni internet. Te imagino como el personaje del cuento “La observación de los pájaros”, de Fontanarrosa.Espero que me regales alegrías como la del sábado, pero la satisfación más inmensa la sabemos los dos: es que me seguís a todos lados de local y de visita, en el fracaso y en la gloria, tan lejos, tan cerca, en este día y cada día...