Fue un fin de semana inolvidable para Marcelo Tabárez. Literalmente. Primero, por la notificación de la Conmebol respecto del resultado “adverso” en el control antidoping que le hicieron el 26 de febrero, luego del partido entre los danubianos y San Pablo por la Libertadores en el Morumbí. La primera muestra se abrió y dio como resultado que las hormonas de crecimiento excedían los límites permitidos. Se hizo pública el domingo, pero Tabárez ya lo sabía desde antes. Apenas un par de compañeros estaban enterados. Se mantuvo el silencio, como corresponde ante hechos complejos.

El sábado, en el túnel del Centenario, antes de salir a la cancha en el partido con Peñarol, arengó a sus compañeros entre lágrimas: “Vamos, bandita, éste es mi partido”. Luego el gol -la ejecución de un penal que quisieron que pateara él-, el festejo, el abuelo y el cielo. Ayer, los exámenes de sangre y orina, y una ecografía. Su padre no se movió de su lado. Ahora, la lucha: recuperarse de la operación de un testículo luego de que se le diagnosticara un tumor en la zona genital.

Luego de iniciada la recuperación, se le realizarán nuevos análisis, con el fin de determinar si fue producto del tumor que se produjo el exceso hormonal. En la jornada de ayer Danubio, antes de que venciera el plazo, presentó los descargos ante la confederación de fútbol. Además de solicitar la apertura de la segunda muestra, para comparar los valores entre ambas muestras, envió los estudios y el diagnóstico clínico. El deseo de la franja, en el plano deportivo, es comprobar que el jugador no consumió sustancia alguna y evitar la sanción.

Como de costumbre, hubo voces precoces de algunos periodistas que, con la impunidad de siempre, al hablar mostraron una profunda insensatez. Siempre con afán destructivo, nunca cuidando a la persona, mucho menos creyendo que si alguien se equivoca -aunque éste no sea el caso- tiene la posibilidad de rehabilitarse, en lugar de terminar sumido en la depresión o el señalamiento de dedos índices acusadores. Dedos son dedos. Nosotros estamos con Marcelo. Hoy. Siempre.