Los clásicos son distintos. Hacen vibrar por doquier a los involucrados. No es entendible que Racing-Fénix sea un clásico. No es un duelo con historia, ni tampoco hay rivalidad barrial. Pero las hinchadas lo viven a pleno, los jugadores acompañan, y con eso basta.

Los de Sayago y Capurro regalaron un partido bárbaro en el Parque Roberto. Vibrante, con llegadas, con goles, con jugadas y con muchas acciones muy típicas de ésas que, dicen, sólo aparecen en partidos clásicos.

Dos hombres se pusieron el cuadro al hombro. Con experiencia, con características de juego distintas, pero con una visión de cancha muy concisa y con unas ganas bárbaras que contagiaron. La torta la repartió Juan Pablo Rodríguez en los albiverdes. Enchufado al 100%, el volante disparó desde afuera del área, por probar nomás, con tanta fortuna que la bola se desvió en un rival, para así estampar el primero en apenas dos minutos.

Enfrente estaba Martín Ligüera. Calmo, con un cambio de ritmo mortal y con unos pases exquisitos. Pero Martín no estuvo acompañado, por eso tuvo que jugársela de callado, solo, como un egoísta. Así convirtió un golazo, se sacó dos rivales de encima y la estampó allá abajo, bien lejos, donde nunca llegaría Contreras.

Con ese trajín el juego se tiñó de alto voltaje. Los dos fueron por más, pero los del Vasco fueron más eficientes. Affonso se la dejó de taco atrás a Rodríguez, que metió un centro preciosísimo, como con la mano, y dejó solo a Zabala. Didi pareció cometer una falta en el salto, aunque el cabezazo fue perfecto, para estampar el 2-1.

El complemento no tuvo goles, pero sí muchas acciones. Contreras y Mejía hicieron su negocio, y tuvieron que estar muy atentos en todo momento. Los dos se lucieron, los dos se exigieron y los dos defendieron.

Racing ganó por inteligencia: por estar muy atento en defensa y por ser certero en ataque. No afloja en su afán de irse de copas, y se aferra con uñas y dientes a la tabla. Fénix se salvó del descenso, no tiene chances de clasificar a nada, aunque los puntos valen en la fatídica de lo que viene.