Ni lerdo ni perezoso (al contrario de lo que hizo creer a las autoridades de Estados Unidos durante el examen para obtener la residencia), el dirigente deportivo Eugenio Figueredo continúa haciendo de las suyas en la cárcel de Zúrich, en la que espera una posible extradición, justamente, hacia el país para el que dijo ser muy tonto, mientras recibía (habría recibido) millones de dólares en sobornos. Tonto pero no tanto.

Según la información del periodismo suizo, al que hay que creerle porque es neutral, la prisión a la que fue enviado Figueredo tenía una disputa entre dos “pesos pesados” de la población reclusa.

Figueredo, así como otros dirigentes que comparten la prisión con él, habría recibido cartones de cigarrillos con el objetivo de inclinar la balanza hacia uno de ellos, apodado el Morocho de los Alpes.

Los expertos no solamente constataron la compra de los votos, sino que agregaron que un tal Carlitos el Empalador estaba mucho más capacitado para ser quien guiara los destinos de aquellos suizos actualmente privados de libertad.