En una conferencia de prensa en la ciudad de Zúrich, y sin aceptar preguntas, cuatro días después de haber sido reelecto y casi una semana después de que se destapara la corrupción en el organismo que dirige, Joseph Blatter comunicó que dará un paso al costado. “Aprecio a la FIFA más que a cualquier cosa y quiero hacer sólo lo que es mejor para la FIFA y para el fútbol. Por ello me sentí obligado a buscar la reelección, porque creía que esto era lo mejor para la organización. Esa elección terminó, pero los desafíos de la FIFA no. FIFA necesita una profunda revisión. Aunque tengo un mandato que me dieron los miembros de la FIFA, no siento el apoyo del resto del mundo del fútbol: los fans, los jugadores, los clubes, las personas que viven, respiran y aman el fútbol tanto como todos lo hacemos en la FIFA. Por lo tanto, he decidido ceder mi mandato en un congreso extraordinario electivo. Voy a continuar ejerciendo mis funciones como presidente de la FIFA hasta esa elección”.

Es decir, se va pero sigue. Y a un tipo que ha estado 40 años -¡40!- atornillado al poder es difícil creerle. En 1975 ya se sentaba en un mullido sillón de Zúrich, ya en 1981 era secretario general de la organización, y en 1998 sucedió a João Havelange. Lo que es cierto de lo que dijo casi al final de su comunicado es que la FIFA necesita una profunda reestructura. El próximo congreso pactado por la federación internacional de fútbol será el 13 de mayo de 2016. En la conferencia de prensa, Blatter dijo que el comité ejecutivo recientemente electo es el que deberá organizar el congreso extraordinario de la nueva elección, pero no dio fechas concretas. Si bien se puede suponer que será en el correr de este año -no es lo mismo agosto que diciembre-, el suizo sostuvo que “hay que dar tiempo suficiente para que los mejores candidatos se presenten y puedan hacer su campaña”. Además, Domenico Scala, presidente independiente de la Comisión de Auditoría y Cumplimiento elegido por el Congreso de la FIFA, y también presidente del Comité Electoral, se encargará de supervisar la elección del sucesor. ¿Quién es el señor Scala? “Goza de la confianza de una amplia gama de componentes dentro y fuera de la FIFA, y tiene todo el conocimiento y la experiencia necesaria para ayudar a abordar estas importantes reformas”, indicó Blatter.

Juego de tronos

Otra misión difícil -casi imposible-: dar credibilidad a un discurso sabiendo que el emisor, por lo menos, oculta verdades. Y mentiras. En ese panorama es conveniente citar otra de las frases del discurso del presidente de FIFA: “Seré capaz de concentrarme en la conducción de largo alcance, las reformas fundamentales que trascienden nuestros esfuerzos anteriores. Durante años, hemos trabajado duro para poner en marcha reformas administrativas, pero es claro para mí que, si bien éstas deben continuar, no son suficientes”. Muy gráfico, ¿no? 40 años en la cima y recién tendría un poco de tiempo. 40 años en el poder y, recién ahora, tras la demostración de poder y convencimiento que tiene sobre las confederaciones, federaciones y asociaciones, que lo llevaron a la cima de la FIFA por quinta vez consecutiva, delante de las narices de una investigación del Departamento de Justicia estadounidense, luego de todo eso, Blatter dijo que siempre fue su intención establecer límites a los mandatos en la FIFA.

Para dónde va a rajar Blatter es difícil de comprobar. Todos hablan, muchos presumen, otros esperan que lo salpique alguna gota de algo, pero el tipo es impermeable. Al menos por ahora, además de no estar implicado en ninguna parte del largo documento en conjunto del Departamento de Justicia y el FBI yanquis. Ojalá que el tiempo y la verdad sean aliados.

Lejos de sentimientos de festejo tras la caída del presidente de la FIFA, se aproxima una época de luchas de poder. De acá y hasta que el congreso extraordinario se consagre. Es decir, no muy diferente a estos años de candidaturas, viajes financiados por empresas de apuestas o dólares de petróleo, votaciones por medias plazas, y mucho más. Todo aparenta ser igual, pero con otras caras como los nuevos mesías salvadores de las pelotas.

El príncipe jordano Ali bin al Hussein ya se anunció a la orden. No se quiere perder una, aunque de democracias y votos soberanos sabe poco. Ali fue quien compitió con Blatter en las elecciones de FIFA y se bajó al final, antes de la segunda vuelta. Otro que no demoró ni un día en ponerse a disposición fue el portugués Luis Figo. El ex futbolista decidió bajarse de la candidatura anterior porque, según sus palabras en ese entonces, “lo que va a suceder el 29 de mayo en Zúrich no es un acto electoral normal”. Ahora le debe parecer normal. No demorará mucho en volver a recorrer el mundo con su campaña política financiada por empresas de apuestas deportivas.

El otro candidato que se bajó en la campaña anterior fue el holandés Michael van Praag. El ex presidente del Ajax, quien luego pasó a ser directivo de la Unión de Asociaciones de Fútbol Europeas e integró el comité ejecutivo, en enero de 2015 y “preocupado por el deterioro de la situación en la FIFA” (sic), pretendió ser presidente. Sin acuerdos que consolidaran su ambición, también se marchó antes del acto eleccionario.

Y ayer apareció otro: el francés David Ginola. Horas después de que Blatter anunciara su renuncia, el ex futbolista se postuló como candidato. Ginola ya había tenido la intención de presentarse para las elecciones anteriores, pero no juntó el apoyo de cinco asociaciones o federaciones, requisito indispensable para ser avalado como presidenciable.

En fin, el infierno está lleno de buenas intenciones. Buena bomba de humo es poner en el centro de la atención un nuevo proceso de elecciones que desplazará, al menos a segundo plano informativo, al proceso judicial contra la FIFA. Éste es el ovillo del que conviene tirar para saber dónde está enganchado el hilo. En el medio, el fútbol como juego. Cómplices o no, pero se juega. Algún bueno en la película siempre hay. La esperanza del desengaño también es lo último que se pierde. Aunque el diablo nunca se harte de la carne.