En un partido donde no la tuvieron para nada fácil, los chilenos encontraron la victoria con el olfato goleador de Eduardo Vargas. El delantero fue quien logró los dos goles de la roja: el primero entró por el segundo palo, detrás de los defensores peruanos, y tocó en corto en el área chica; el segundo fue un golazo desde fuera del área, tremendo zapatazo, inatajable para el arquero incaico. Ambos goles, además, sucedieron en momentos claves: la apertura, cuando se acercaba el final del primer tiempo y Perú había jugado bien, incluso con diez hombres; el segundo, tres minutos después de que Gary Medel la metiera en contra e igualara el partido a 1.

La expulsión fue clave y clara. Se le fue la pierna en un despeje al defensor Carlos Zambrano y su suela impactó en la espalda de Charles Aránguiz. Para las expectativas peruanas, fue un bajón. Pero aun así, Perú estuvo a la altura (y por encima) de las expectativas. Hizo un muy buen clásico del Pacífico. Fue audaz cada vez que pudo contragolpear, sobre todo con las incursiones de Jefferson Farfán y la tenacidad incansable de Paolo Guerrero, un jugadorazo. Es más, hasta la expulsión de Zambrano, que fue a los 20 de la primera parte, Perú ya había puesto una pelota en el palo y otra pasó rozando el ángulo.

Chile hizo lo que profesa: jugó con verticalidad y el arco contrario entre ceja y ceja. Por momentos las pasó mal, pero nunca dejó de generar. Y de tanta posesión de pelota que tuvo, logró sacar el máximo en las dos ocasiones de Vargas. Ahora ya piensa en el sábado y su histórica chance de lograr lo que aún no tiene.

Será la tercera vez que Chile jugará una final por la Copa América, sin contar las veces que el torneo se definió con una fase final y no con un partido mano a mano. La última fue en 1987, en Argentina, el 12 de julio. Aquel día el campeón fue Uruguay, tras vencer 1-0 con gol de Pablo Javier Bengoechea. La anterior cayó ante Paraguay, en la Copa de 1979.