-¿Cuál es el nivel que esperás para los Juegos Panamericanos, y cómo podés comparar el juego que vas a encontrar ahí con otras experiencias que ya has tenido?

-En los Panamericanos están las mejores de cada país, sin duda. Van las mejores de toda América, van la mayoría de las que juegan los clasificatorios para los Juegos Olímpicos. Es muy, muy difícil. La expectativa es pasar la serie, y me gustaría mucho estar entre las ocho mejores. Eso sería muy bueno.

-¿Cuánto influye en el rendimiento que podés alcanzar haberte preparado en China?

-Mucho. No es que los chinos tengan todos un mismo estilo de juego, pero el estilo es muy parecido entre todos. Canadá, Estados Unidos, algunos países de Centroamérica y Brasil tienen chinos nacionalizados que van a competir en Toronto. Estuvimos 20 días en China y el entrenamiento, más que nada, va en uno y en las ganas que le ponés. Lo mejor fueron las cosas que me corrigieron. Los entrenadores son de los mejores del mundo y ven cosas que otros no ven. Haber entrenado con ese tipo de gente te da posibilidades de manejar las opciones de juego.

-¿Cómo fue estar en un país donde el tenis de mesa es deporte nacional y lo practican 20 millones de jugadores?

Historia del Lorenzotti Tenis de Mesa

Germán Barbato 1536, casi Paysandú. Hasta hace no muchos años, en esa dirección existía un terreno baldío con el cartel de “se vende”. Ernesto, padre de Pía, lo miraba de reojo cada vez que pasaba por el lugar. La intención de los Lorenzotti era una: mudarse del club que tenía por calle Ejido y encontrar un local más amplio que permitiera tener una cancha dentro de las medidas internacionales. Gonzalo, hermano y entrenador de Pía, se trepó a la ilusión: “Esto lo hicimos a corazón nomás. Empezamos en un garaje, con mi padre armando una mesa con una tabla y dos caballetes. Muy prolija y todo, pero casera. Sacábamos el auto y poníamos la mesa. Eso fue hace como nueve años. Jugamos dos años ahí. Después, a mi padre le quedó una casa vacía en Ejido, una casa grande. Ahí teníamos cinco mesas. De eso debe hacer seis años. Estuvimos dos o tres años. Después surgió este terreno, que estaba al lado del garaje. Era un baldío, había árboles. Era una locura. Entonces preguntó a cuánto lo vendían, y como era un baldío la contribución era muy alta y el dueño estaba desesperado por vender. A la larga lo compramos. Empezamos a techarlo y hacerle baños para poder poder sacarlo de baldío. Pero ahí, sin saber lo que era, ya empezamos a techar y era un galponazo. Yo subía por arriba, le ponía un tornillito, y mi viejo por abajo lo ajustaba. Y así quedó. Después pintamos las paredes, se hizo el piso y surgió la posibilidad de meter las mesas acá”.

-Increíble. El nivel es altísimo. Hasta al que no le veías pinta de jugar a nada jugaba salado. La comunicación fue difícil, porque la mayoría de ellos no habla inglés. Los que hablaban, sí, se esmeraban por comunicarse. Pero más que nada están para ellos.

-De las competidoras que vas a encontrar en los Panamericanos, ¿cuántas entrenan y se preparan en China?

-La mayoría están ahí. Las que quieren llegar a algo están ahí. Y si no, son las que viven ahí. Lo bueno es que las podés observar entrenando antes de las competencias. Eso es bueno porque, por más que vos quieras esconder y no estés tan concentrado como en un partido, lo que te cuesta te cuesta, no lo podés disimular tanto.

-¿Cómo sigue la planificación del año luego de Toronto?

-A fines de setiembre es el Sudamericano de mayores en Argentina y después nos vamos en octubre a Alemania a jugar la liga, que es muy salada. Después de la liga china es la mejor. Soy la primera latinoamericana que va a jugar ahí. Son seis meses de competencia, pero vamos a ir la mitad de la temporada, o sea, hasta diciembre, porque después empiezo la preparación para clasificar a los Juegos Olímpicos de Río, que son en abril. El tema es que como voy a jugar en Alemania, los entrenamientos allá pueden ser no tan buenos, y la idea es entrenar bien y ser rigurosos para ir a Río.

-Contanos cómo se juega en la liga alemana.

Se juega fin de semana por medio, generalmente un partido por jornada. Se juega en ciudades de toda Alemania. Es por equipos, un equipo contra otro equipo. Como máximo puedo jugar dos partidos individuales y un dobles en un mismo día. La tabla general va sumando por equipos. Yo voy a jugar por Leutzscher Füchse. Ya jugué con ellos hace años, cuando estaban en cuarta división. Generamos una amistad, el presidente del club vino alguna vez a Uruguay, y en una de esas me comentó que había una posibilidad para que jugase en primera; buenísimo, no lo pensé. Además, voy con contrato.

-¿Hay muchos extranjeros?

Hay alemanes y también de otros países. Pasa que jugar en la liga china es muy difícil, tenés que ser local o asiático, no jugás sólo porque querés. Entonces muchos jugadores llegan a Alemania para tener buena competencia. Por razones de competencia y también porque cobran muy bien. Yo sé que puedo ser una de las peores ahí, porque de los 100 mejores están casi todos, pero a mí me sirve, para entrenar y seguir creciendo.

-Empezaste a jugar porque ibas a ver a tu hermano, ¿cómo se fueron dando las cosas para que él terminara siendo tu entrenador?

-Al principio, yo iba a jugar y ni muchas ganas tenía. Al poco tiempo hubo un Sudamericano y me preguntaron si quería ir. Pintó ir. Fue en 2007. Perdí todo, se me reían en la cara, era obvio que me iban a ganar, porque era todo re pro y yo hacía tres meses que jugaba. Y con una de las que se me rió en la cara, que era argentina, me re calenté. Entonces me puse a entrenar para ganarle a esa mina que se me reía. Y fue así, eso pasó en abril y en diciembre fui a un torneo importante que hubo en Argentina, ¿y con quién me toca? Con ella. Le gané, fue una locura, y me propuse seguir entrenando. Después fue todo rápido. En los circuitos mundiales ningún uruguayo había ganado una medalla, y cuando fui por segunda vez gané una. Eso hizo que me enganchara aun más, y después todo se fue haciendo más en serio, más pro.

-¿Y qué te cambió desde que todo empezó a ser más profesional?

-Todo. La vida me cambió. De ir a estudiar e ir a jugar dos días por semana un poco, a no estudiar más, irme a Suecia a vivir y entrenar ocho horas por día. Ahora me dedico pura y exclusivamente al tenis de mesa.

-¿Cómo obtuviste esos apoyos para entrenar en Suecia y en China?

-El que empujó siempre fue mi padre. Cuando empezamos un poco más en serio íbamos a jugar a Argentina porque allá había buen nivel. Fui ganando, la motivación creció, y queríamos dar otro paso más grande. Lo de Suecia fue porque me dieron una beca por medio de la federación internacional y pude ir seis meses con todo: entrenamientos, alojamiento, comida. Era lo que necesitaba en ese momento para despegar. Fui dos veces y ambas con Gonzalo, mi hermano.

-¿Cómo es el vínculo con tu hermano como entrenador?

-Al principio era un poco complicado, éramos más chicos y no tenía tantas ganas para todo lo que me exigía. Después, todo bien. En los partidos a veces no es fácil llevar a cabo todo lo que él te dice, ya sea porque te sale para el otro lado o porque no te tenés confianza y no lo hacés. Ahora está bueno. A veces, cuando vas afuera y ves los tipos dirigiendo a otras jugadoras, te das cuenta de que están esperando que termine el partido para irse. A mí me ha dirigido alguno así, y yo no puedo jugar así. La garantía de que mi hermano esté afuera es que él me va a decir la posta porque quiere que yo gane.

-¿Cuáles son tus máximas aspiraciones luego de este camino trazado?

-Jugar unos Juegos Olímpicos estaría muy bueno. También me gustaría ser campeona sudamericana de mayores. Hay que entrenar y jugar. El rival es Brasil, sus jugadoras son chinas, pero ya no hay tanta diferencia de nivel. El año pasado estuve a dos puntos de ganar una medalla sudamericana en mayores y perdí. Pero se puede. Siempre se puede.