2-0 es más que 2-1, es cierto, y con eso alcanza y sobra para festejar. Pero no quiere decir que ese resultado, que no es otra cosa que la estadística fría que representa la cantidad de veces que la pelota pasa la línea del arco, tenga relación con lo que ocurrió en 90 minutos ni con lo que en consecuencia cupo esperar. Es más: ni siquiera con lo que la propia estadística dijo hasta que los créditos de la película hacían cola para salir en pantalla. Uno nunca sabe si es por esa matriz casi o totalmente religiosa o por los sucesivos ciclos vitales dentro de lo incomprensiblemente eterno, que el prolongado sufrimiento o la alegría duradera de los desarrollos quedan en el olvido si el final no es con llave al paraíso. Es discutible que el sábado Nacional haya generado méritos para un triunfo, y es indiscutible que no los haya tenido y que esto permite que el tanteador diga eternamente que hubo dos goles de diferencia con Juventud Unida de Libertad. Pero el 2-0 es la realidad tangible, la comprobable, y con ella vino el pasaporte al tramo final de la rayuela. El cielo está cerca, muy cerca.

La falta de mérito tricolor durante la mayor parte del partido bien pudo ser el resultado de una virtud verdolaga. Juventud ahogó, a presión, al que tenía la necesidad de ganar. Un tricolor recibía el balón y automáticamente tenía no uno sino dos o tres verdes encima. Para los de Libertad empatar era un triunfo. Su amplio menú de posibilidades para seguir en carrera incluía derrotas. Juventud salió a no perder, que no es sólo empatar sino empatar o ganar, y le salió muy bien hasta el minuto 81.

La formación de Nacional decía desde el arranque que iba por lo único que le servía: ganar. Tres arriba, con Aloy, Sanner y Pacheco, y con el volante Camacho a veces confundido entre ellos; además, incursiones de Víctor Álvarez y reiterados empujes, por el lateral derecho, de uno que venía desde el fondo, Matías Álvarez. Pero al llegar al área rival, las pocas veces que lo hizo con claridad, Nacional quedaba sin espacios y sin ideas. La presión fue efectiva. Hubo una excepción en el primer tiempo, a los 44 minutos, cuando derribaron a Sanner. Hubo penal, pero Facal se lo atajó a Pacheco.

El segundo tiempo tuvo más de lo mismo, con Juventud ahogando pero, presentada la ocasión, también generando. Su mediocampo, de cuatro, por momentos se comía la cancha, con el apoyo de Campelo y Belarmino, los laterales. Aunque junto con los atacantes Méndez y Gaspari no generaban tantas chances claras, sí construyeron reiteradas oportunidades, y eso, por momentos, Nacional lo sufrió como un asedio.

Cuando arrancaba el último tercio de partido se vio claramente que el plot point de la película, el momento bisagra, ya estaba en desarrollo. El golero tricolor, Bermúdez, se lesionó, solo, al saltar. Ingresó Telmo Álvarez, que venía de una semana desalentadora por haber recibido cinco goles en un partido de la liga local. En la primera pelota en la que participó cometió un innecesario penal, pero Arismendi no lo cobró. Después se afirmó. Sufrió por algunos disparos complicados y un córner que dio en el travesaño, pero en general respondió bien.

Con el ingreso de Ricardo González, que con frecuencia es titular, fue otra la actitud de Nacional, que de todos modos perdía la paciencia mientras Juventud ganaba minutos repitiendo la receta: ahogar al rival y generar llegando con balón dominado desde el mediocampo.

Cuando el aire que se respiraba a esa altura era de asunto cerrado, de no ver por ningún lado el posible gol de los tricolores, se montó la escena que cambió todo el partido. Faltaban menos de diez minutos. Fue una salida desde el fondo con envío largo, tras el que Sanner se sacó de arriba al marcador y enfiló hacia Facal. La definición fue precisa y preciosa. 1-0 y se le cayó el mundo a Juventud, que fue por el empate, pero con ese horizonte dejó de lado la receta de ahogo. El partido se abrió. Fue necesario que el golero Facal subiera a cabecear, pero eso mismo permitió, ya en los suspiros de los descuentos, que en un contragolpe Matías Álvarez llegara por las antípodas (el lateral derecho arribó al área rival como puntero izquierdo), con el arco desprotegido, para marcar el 2-0. Desde entonces, fue todo disfrute del locatario y desazón para la verdolaga, que le había dado color a la soleada tarde con Los Empalagosos de Lavalleja. La del próximo fin de semana será la primera parte de otra película para Nacional. Con seguridad, Guardia piensa en cómo corregir algunos parlamentos y párrafos del guion.