La final fue un partidazo, ¡qué sufrimiento! Y bien merecido lo tenía esta Copa América. Que se juega mal, que los partidos no atraen, que los ojos se posan en Europa. Yo qué sé, hermano, lo nuestro es lo nuestro y lo queremos así. Con sus altibajos en lo futbolístico, desprolijidades dirigenciales y de organización, sí, puede ser, pero nunca, nunca dejando de la lado la pasión y los dientes apretados. Así es Uruguay, así es Argentina también. Y así fue Chile el sábado.

La albiceleste se pareció más a la selección argentina del Mundial de Brasil 2014, aquel colectivo laborioso, metedor y que en ataque te ganaba por alguna genialidad de sus delanteros, pero siempre con resultados apretados, sufriendo, uruguayizándose. Los de Gerardo Martino no pudieron demostrar el sábado lo que venían haciendo en el torneo, ni que hablar de los buenísimos partidos que habían jugado ante Colombia y Paraguay. El capitán y símbolo futbolístico, Lionel Messi, no tuvo su mejor partido, pero porque fue neutralizado de gran manera por los chilenos, que lo rodearon y le pegaron bastante. La gran tarea de los zagueros, Martín Demichelis y Nicolás Otamendi, sostuvo el embate de los chilenos y el 0-0 en los 120 minutos. Javier Mascherano, como siempre, demostró un esfuerzo tremendo para marcar y ser el alma de todos los argentinos.

Chile demostró ser una selección con jerarquía: con su estilo, jugó un muy buen partido. Metidito en defensa y como siempre, desde que llegaron Marcelo Bielsa, Claudio Borgui y ahora Jorge Sampaoli, asumiendo riesgos en ataque y por momentos sufriendo de la mitad de cancha hacia atrás por esa razón. Los que salen en las tapas de diarios y revistas los conocemos: Jorge Valdivia, Arturo Vidal, Alexis Sánchez y Eduardo Vargas. Juegan muy bien, son goleadores y son fundamentales para darle ese toque de calidad al equipo, la velocidad y la explosión en ataque. Pero los que están atrás trabajan mucho: Gary Medel, Jean Beausejour, ¡lo que meten y marcan! Además, uno de sus laterales, Mauricio Isla -el que nos clavó- , sube durante todo el partido, pisa el área y por momentos es un atacante más.

El desgaste

El partido fue tan disputado, vibrante y con tanto nerviosismo que el desgaste fue tremendo. Además, se le sumaron 30 minutos más, correspondientes al alargue, que por reglamento estaba autorizado para jugarse sólo en la final. Ahí tampoco se sacaron diferencias, fue 0-0. Enorme trabajo de los zagueros argentinos, también en el tiempo suplementario, y de Javier Mascherano, el capitán sin cinta, al que otra vez le tocó perder una final. Ángel di María, uno de las piezas fundamentales del equipo, debió salir de la cancha a los 25 minutos del primer tiempo por una lesión. Por él entró Ezequiel Lavezzi. En esa ausencia, los de Martino perderían explosión, pique corto y llegada por las bandas. Los finales de los tiempos tuvieron altas chances de romper el marcador. A los 92, con una jugada comandada en ataque por Messi, que dejó solo en la parte izquierda de la cancha a Lavezzi, el Pocho mandó un centro cruzado que le quedó para empujar al Pipa Gonzalo Higuaín, pero quedó muy contra la raya y la pelota pegó en la parte externa de la red. Increíble. Como la que tuvo el chileno Alexis Sánchez sobre los 105 minutos, otro casi gol. De todos modos, el Niño Maravilla tuvo revancha al anotar el último penal y darle la vuelta olímpica a Chile. La picó -rastrera- para poner el 4-1 en la definición. Los otros que hicieron su gol fueron Matías Fernández, Arturo Vidal y Charles Aránguiz. En Argentina sólo la mandó adentro Lionel Messi. Con ese penal de Alexis, terminó el partido y la Copa América por primera vez se quedará en las vitrinas de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional chileno. Argentina, en cambio, perdió su quinta final en diez años. A ésta le sumó la de las copas América en Perú 2004 y Venezuela 2007, ambas ante Brasil, la Copa de las Confederaciones en 2005, también ante los verdeamarelos, y, la más recordada, ante Alemania en el Mundial de Brasil 2014.