Las fronteras culturales no son las políticas, está más que claro. Es de suponer que por eso la cadencia del habla en Artigas tiene aromas brasileños, lo mismo que el carnaval y el fútbol, que, como le dijo a la diaria el periodista lugareño Germán Lecueder, es “de buen pie, de toques y pelota al piso”. Esa cadencia futbolística ha sabido destilar Wanderers de Artigas, flamante campeón de la Copa Nacional de Clubes, en su paso por las canchas uruguayas, las del fútbol no profesional, que abarca a más de 99% del territorio uruguayo, contaminado por las respectivas particularidades que hacen única a cada ciudad, pueblo o paraje uruguayo, pero aun así, pocas veces en los medios le llaman “fútbol uruguayo”. A Wanderers los rivales lo ven venir, lo ven jugar y lo ven irse, y coinciden: “Es un fútbol muy abrasilerado”; en realidad, es un fútbol muy artiguense, lo que lo hace un tipo de fútbol uruguayo. En un momento, hace poco más de una década, incorporó un plus gracias al aporte de uno que respiró otros aires durante mucho tiempo y que, además, vio la gloria cara a cara. Fue Mario Saralegui el que tomó las riendas del equipo y le puso un par de condimentos que, entendió, le hacían falta: soportar la presión y jugar a lo mismo, independientemente de ella y de las entradas duras que antes amilanaban; y entrega, mucha entrega. Así llegó Wanderers a su clímax, cuando entre 2003 y 2005 se consagró tricampeón de la Copa Nacional de Clubes.

El Wanderers artiguense fue gestado por independizados de Independencia, a 110 años de la declaratoria. En 1935, un grupo de escindidos del club Independencia y de algunos otros elencos decidió fundar una nueva institución después de varias idas y vueltas en el bar de José Martí Álvarez, en la esquina de Lecueder y Rincón. Se decidieron por el nombre del club bohemio y se identificaron gráficamente con un vagabundo, descartando otras posibilidades que manejaban en la previa: Deportivo Artigas y River Plate fueron algunos de los posibles nombres, según contó a la diaria el ex dirigente José González.

El fútbol fue el leit motiv de la gestación, y lo siguió siendo para existir y desarrollarse durante sus casi 80 años (el 27 de setiembre cumple las ocho décadas), aunque también ha sabido competir en básquetbol y fútbol de salón. El primer título fue el de 1942. Fue además el arranque de su único quinquenio. Después de esa inundación de copas, lo azotó la sequía. Para ver otra vez los laureles tuvo que esperar hasta 1982. Mientras, durante esos 36 años, su principal rival de la ciudad, San Eugenio, se siguió llenando de títulos de temporada: antes de 1942 registraba 15, y de 1947 a 1981 sumó otros 14.

El último año de la década de 1980, el club del tanque (así le dicen porque en su zona de influencia está el tanque de la OSE) conoció una final de la Copa Nacional de Clubes, y la reencontró al año siguiente, en 1990; pero perdió en ambas oportunidades. La escena se repitió en 1999, ante San Carlos.

Después vino el parteaguas Saralegui. Eran tiempos del productor y ex arquero Gilmar Píriz en la presidencia, de posibilidades económicas y de un modelo de organización innovador en esas tierras, como para lograr un símil de profesionalismo. El producto final, el Wanderers en la cancha, contaminó por entero al fútbol de Artigas, que pocos años después obtuvo, como selección, su primera Copa Nacional. La era iniciada por Saralegui y continuada por Carlos Wallace “logró que el pueblo se emocionara con un equipo, independientemente de ser o no hincha de ese equipo. Hoy juega Wanderers por la copa y van hinchas de San Eugenio, de Zorrilla y de otros cuadros a alentarlo. Se ha logrado involucrar a toda la sociedad”, comentó Germán Lecueder. “Con Mario [Saralegui] hubo una transformación, se dio un quiebre en el fútbol de Artigas”, apuntó José González, que fue dirigente durante la época de gloria y hoy es generoso al narrar buena parte de la historia bohemia artiguense. “Se logró que, cuando jugaba Wanderers, jugaba Artigas”, añadió. En 2006 y 2008 Wanderers llegó nuevamente a las finales, pero cayó (en total ha estado en ocho definiciones de la Copa).

El bohemio, que vio crecer a futbolistas como Carlos Bueno y tuvo en sus planteles a jugadores de la talla de Ruben Paz, Ruben Beninca y Víctor Píriz Alves, ahora suma copas a otro ritmo. Ganó en Artigas nueve de las últimas 14 temporadas locales. Suma 19, pero está lejos aún de San Eugenio, que tiene 45.

Es, sin embargo, el más laureado de su departamento si de copas de OFI se trata. De la mano de Raphael Aguerre como director técnico, obtuvo el domingo la cuarta estrella a nivel nacional, tras derrotar en la final 3-1 a San Carlos en el partido disputado en el estadio Domingo Burgueño Miguel de Maldonado. En el plantel que logró esta nueva hazaña de los bohemios artiguenses hay algunos jugadores que ya habían sido campeones del interior: Gerardo Monge, Miguel Márquez, Germán Díaz, Ramón Souza y Aníbal Ledesma; y otros, como Horacio Peralta, vienen de competiciones muy diferentes. El Chino, autor de uno de los goles en la final, no es el único ex profesional. Monge lo fue en Nacional y Fénix, y el veterano cuidavallas Fabricio Mazzini (40 pirulos) tuvo también su trayectoria, en la que llegó a enrolarse en Internacional de Porto Alegre. El presidente del club es el representante de futbolistas Rafael Monge, hermano de Gerardo (la gloria viviente del cuadro del tanque). Todos ellos fueron los encargados de demostrar, una vez más, que cuando festeja Wanderers, festeja Artigas.