La práctica del judo fue la causa que los encontró. Eran dos niños de entre diez y 12 años con distintas sensibilidades y necesidades. Pero el deporte iguala. En este caso, fue el peso de ambos lo que los llevó a luchar entre sí en cada entrenamiento. No es difícil imaginar que fueron varios los revolcones que se dieron mutuamente. Lo que ellos nunca imaginaron es lo que vendría después: Henry Borges sería deportista mundial y olímpico en judo para discapacitados visuales e Iván Duarte, hoy profesor de Educación Física, lo dirigiría desde afuera del tatami.
Henry nació en la ciudad de Artigas hace 32 años. A los seis meses padeció meningitis y sobrevivió, luego de estar un mes en coma. Esa enfermedad le dejó como secuela una discapacidad visual. Al principio no veía a distancia, luego quedó ciego. Como en la ciudad norteña no había escuela que reuniera las características necesarias para una buena inclusión y educación, Henry llegó a Montevideo: 665 kilómetros de ruta de la de antes, en ómnibus de los de antes; era un niño de nueve años. Dicen que el camino templa el carácter. Instalado en Montevideo, luego de un tiempo de internado en una escuela para ciegos, se fue a vivir con sus tíos a Belvedere. Aproximadamente un año después, Henry empezó a aprender judo.
Iván era un gurí inquieto. De ésos que ahora, de grandes, lo cuentan como con vergüenza, sonrojados, entre risas, porque vaya uno a saber qué tipo de travesuras se mandó. Por eso su familia decidió que practicara deporte. Buenas tundas y zamarreos se llevó mientras le enseñaban ese deporte y arte marcial, el judo. Entre la disciplina y el entretenimiento, como si el encuentro fuera una voluntad de poder, conoció a Henry. Igualados en peso -en judo se compite por kilos-, comenzaron a formarse juntos. Hicieron toda la etapa juvenil y los entrenamientos fueron entre sí; uno incorporaba cosas del otro, y viceversa. Dueños de sus propios destinos, el agarrón duró para siempre y nunca cortaron el vínculo afectivo. Es más, el padrinazgo de Iván cuando nacieron los hijos de Henry fue la fórmula perfecta para sentirse familiares. Será que no existe la casualidad cuando es todo intención.
Así te quiero
Del origen a la aventura y vuelta al origen. Mientras que con Iván la charla de la diaria fue en el patio de la Facultad de Derecho, la comunicación con Henry fue por teléfono, porque el judoca vive (nuevamente) en Artigas con su esposa y sus hijos. Gracias a su amplio currículo en su disciplina, allá es el profesor de judo de la Intendencia desde hace tres años. Nada del otro mundo: dos mensajes de voz por whatsapp, coordinación de horario y una llamada. El objetivo de charlar con ambos es la participación en los Juegos Parapanamericanos de Toronto.
“La cabeza puesta en los Juegos Parapanamericanos. Por suerte tenemos unos cuantos días de preparación, adaptación y entrenamiento hasta el 12 de agosto, que será el único día de competencia. Los primeros días serán de adaptación al lugar, al clima, a la hora, a la comida. La villa panamericana tiene un comedor para 300 personas en simultáneo, con una oferta en comida súper amplia, que permitirá controlar el régimen y cuidarse. Después, progresivamente, pasaremos a los trabajos físicos”, comenta el entrenador, además de hacer hincapié en algunos problemas respiratorios de Henry; si bien no los manifiesta ni entrenando ni en la competencia, deben cuidar ese tema.
Henry ultimó su preparación para Toronto con entrenamientos en Porto Alegre junto a grandes luchadores brasileños. Se le presentó esa posibilidad y fue por ella, como experiencia y a modo de compensación por la falta de competencia. “La competencia es competencia. Podés estar bien entrenado, todas las horas que quieras, pero si no luchás no es lo mismo”, asegura. Ahora piensa en los combates que se le aproximan y saca cuentas: “Van a ser nueve luchadores. Los más fuertes son de Brasil, como siempre, que es una potencia mundial en judo. En el Grand Prix de San Pablo luché y el brasileño me ganó; es el primero [de Brasil] que me gana, siempre obtuve buenos resultados contra ellos. También estará el canadiense con el que perdí en el Mundial 2015 en Corea; fue por penalización y él aguantó. Cosas del deporte. Pero, bueno, ahora hay que dejar todo para que sea mi mejor juego y pueda quedar arriba, para ir directo a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016”.
El judo de los Juegos Parapanamericanos aportará dos deportistas más para Río de Janeiro: quienes luchen la pelea por el oro o la plata. Difícil, pero no imposible. Quienes obtengan el bronce en Toronto puntuarán para el ranking internacional. Esto es importante, porque si en los Parapanamericanos gana alguno de los que ya están clasificados, quedarán cupos libres para los Juegos Olímpicos, que se cubrirán por las posiciones de ese ranking. Iván, que como entrenador también juega con las posibilidades de clasificarse, cree que “en el lugar que quede va a ser fundamental para la aspiración de ir a los Juegos. Tenemos fe en que el resultado va a ser bueno, que se puede aspirar a medallas y ganarle a cualquier rival. En judo no es común la invitación por wild card, porque, al ser por ranking y al estar establecida la cantidad de competidores, se forman llaves en las que se van eliminando; no podés transformar una llave de 36 en una llave de 37, porque se despareja todo. Comúnmente se hace un torneo más. Éste sería en Brasil, antes de los Juegos Olímpicos, con toda la infraestructura que se utilizará en Río 2016”.
La mira está puesta en los oponentes. El trabajo está enfocado en los rivales, tanto en sus virtudes como en sus defectos. Iván profundiza acerca de ellos tras la experiencia que Henry contó del último Grand Prix. “Todos los países lo tomaron como parte del entrenamiento de fogueo. Al no estar incluido en el calendario de actividades, no sabías con quién te podrías encontrar ni qué nivel tendría, pero, sorpresivamente, fue desde Asia la selección de Mongolia, estuvo Estados Unidos, Argentina, que siempre va, Puerto Rico... Una gran cantidad de deportistas que posibilitó ver en qué momento estaba Henry. Les ganó a varios, perdió con el brasileño, que resultó segundo, detrás de un mongol. Quedó tercero. Lo positivo fue que a dos que van a estar en Toronto, el brasileño y el yanqui, los enfrentó: con uno ganó y con el otro perdió. Tanto él como yo quedamos con la sensación de que se puede. La lucha que perdió se debió a un error que costó caro. Fue una desconcentración en la transición de lances a sumisión (el judo se juega en dos posiciones: arriba, o parado digamos, y en el suelo), se distrajo un segundo y con una solapa el rival lo estranguló y lo hizo rendirse. Por lo general, es difícil que te crucen tu misma solapa; si estás atento lo podés evitar, pero bueno... Era accesible, en el sentido de que vos los veías luchando y se notaba una superioridad de Henry sobre el brasileño. Pero, ta, aprovechó su fuerte, que es el suelo, y nos ganó. Luego Henry necesitó vencer en tres luchas más para ganar el bronce. Todo es experiencia”.
El arte de la lucha
Henry Borges es palabras mayores en el deporte uruguayo. Fue atleta olímpico en Atenas 2004 y Beijing 2008 (y no lo fue en Londres 2012 por groseros problemas dirigenciales que lo llevaron, incluso, a abandonar la práctica activa del deporte), y si repite en Río de Janeiro 2016 sería el primer, y, por lo tanto, el único, judoca en asistir en tres ocasiones a los Juegos Olímpicos, ya sean convencionales o paralímpicos. “Es lo que menos me importa”, indica desde el otro lado del teléfono, con un tono de voz racional y realista. Construir el acontecimiento no es una mera suma de datos y números.
Fue luego de la frustración que le implicó no asistir a los Juegos Olímpicos de Londres 2012 que Henry, también motivado por la falta de trabajo en Montevideo, decidió volver a Artigas, sus pagos. Luego de hablar con el director departamental de Cultura, se concretó la posibilidad de abrir la Escuela Municipal de Judo. Gusto tienen las cosas. Comenzó transmitiendo sus enseñanzas, con devoción, a niños y jóvenes, incentivándolos al deporte y al vínculo social. De esa manera le (re)picó el bicho de reencontrarse con la práctica. Y luchó una vez más. Se entusiasmó y ganó. Y el camino le devolvió los pasos con rumbo hacia adelante, apareció Iván como guía y otra vez a la pelea (porque nunca se abandona; será que volver al origen de las cosas es encontrar cobijo, motivación, volver a creer: ser).
“Saben que no veo porque algunos les dicen o yo les digo. Algunos se asombran en el tatami cuando doy clases, pero yo enseño como me enseñaron: en carne propia. Les muestro a todos cómo se hace, paso uno por uno y los toco para saber cómo lo van haciendo, y corrijo si es necesario”, comenta Henry. Iván, casi en el mismo sentido, habla de inclusión: “A nivel personal se podría trabajar más para mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidades. La licenciatura no te forma, tampoco hay personal capacitado para el área: si bien hay asignaturas enfocadas, no es una formación específica. Uno lo que va haciendo, como cosa personal, es ser un autodidacta que aprovecha la formación global para enfocarla en lo micro”.
Henry lo sabe, lo narra con el sentimiento de lo propio, con el coraje de quien cuenta una historia buscada y encontrada. Desde el tortuoso viaje de niño para ir a una escuela que lo atendiera como él necesitaba, hasta hoy, con sus sueños cumplidos y otros por alcanzar. Me dice: “No ver nunca dejará de ser una desventaja, pero cuando no tenés un sentido le prestás atención a otras cosas. No se trata de ver, sino de percibir”. Y caigo en la cuenta, una vez más, de que la vida es para los que se animan. Si no, ippon.