Cambio social, progreso, tecnología del futuro, desarrollo sostenible, participación ciudadana: palabras y conceptos que refieren a los posibles futuros que deberíamos desarrollar y que en la última década se han vaciado de contenido por utilizarlos sin ton ni son. Esta vez, con el futuro ahí, dos representantes del grupo empresarial cooperativo Mondragón, del País Vasco, presentaron un estudio sobre innovación territorial y participación social, en el Espacio Interdisciplinario de la Universidad de la República, en el que se atrevieron a emplear en abundancia estas palabras, cargándolas de significado.

En colectivo

Mondragón es el primer grupo empresarial vasco, y el décimo en España, integrado por cooperativas autónomas e independientes, con filiales productivas y delegaciones corporativas en 41 países y ventas en más de 150. Lo constituyen 15 centros tecnológicos, 260 empresas y cooperativas, 74.117 personas, y mueve 11.875 millones de euros.

Los resultados del estudio evidenciaron que dentro de los diferentes tipos de organizaciones empresariales, las cooperativas son las que mayor impacto tienen en la mejora de la calidad de vida de las personas. Según concluyeron, el futuro de las organizaciones empresariales está en entender que no sólo son entidades financieras, sino que es necesario generar un desarrollo sostenible, cambios sociales que impliquen el cuidado ambiental, y para lograrlo es imprescindible involucrar cada vez más a los trabajadores en la gestión de la producción y generación de valores y, sobre todo, transferir conocimiento. El modelo cooperativo es un ejemplo de ello.

Según Alfonso Echanove, uno de los exponentes, el modelo de participación social e innovación territorial, está sostenido por cuatro pilares: la sociedad, el gobierno, las empresas y la sostenibilidad, y éstos forman parte de tres ciclos dinámicos. El primero consiste en elaborar una estrategia que se adapte a las potencialidades del territorio, que se encuentran no sólo en la riqueza, sino en el capital humano, natural, y en las oportunidades del contexto. El segundo, el ciclo de innovación territorial colaborativa, es el que hace que los proyectos se pongan en marcha. El tercero es el de soporte a la innovación territorial; es necesario gestionar y hacer un seguimiento de las actividades, un sistema de alerta que diga qué está pasando fuera y dentro. Son todas “actividades que se retroalimentan y funcionan como un engranaje”, explicó. En ese sentido, hizo hincapié en el rol del gobierno, un agente clave para generar sinergias, y “en aprovechar esa inteligencia colectiva, en compartirla, colaborar y cooperar”. También reconoció que incorporar a la ciudadanía en la estrategia “es complicado”. Echavone contó que en Mondragón, que además de ser el nombre del grupo cooperativo es el nombre de un municipio del País Vasco donde tiene su sede el grupo, se realizan asambleas barriales para discutir los asuntos de la comunidad, y que a nivel nacional tienen implementado un sistema “en el que los ciudadanos pueden plantear peticiones, dar opiniones, y se puede acceder a redes sociales”, insumos que el gobierno utiliza para generar sus debates.

Por otro lado, Ibon Zugasti aseguró que en las próximas décadas emergerán nuevas tecnologías, como ha ocurrido en el pasado, pero que probablemente lleven a afrontar una nueva revolución, como la agrícola e industrial. Al respecto sostuvo que en cada revolución se plantea la pregunta sobre si van a crearse más empleos que los que se destruyen; históricamente se crearon más empleos por medio de la diversificación y la capacitación, pero en este caso se parte “de la incertidumbre”. A su vez, sostuvo que hay quienes afirman que para la década de 2040 “se producirá el fenómeno de la singularidad, en el que la inteligencia artificial puede llegar incluso al extremo de la inmortalidad”. En ese sentido también habló sobre el movimiento de los transhumanistas (ver la diaria del 07/09/15). Zugasti concluyó: “Tenemos que anticiparnos, no podemos esperar a que eso ocurra para replantear los modelos” de organización y capacitación de las personas. Agregó que es necesario “trabajar más sobre los esquemas de aprendizaje a lo largo de la vida, porque estamos en un proceso de mutación muy importante”, en el que va a haber “países ganadores y perdedores”.

El estudio también dio cuenta de determinados aspectos que se deben tener en cuenta para impulsar el modelo cooperativo. “Tenemos que impulsar la capacitación, cambiar la regulación de apoyo a las cooperativas, reducir los aspectos burocráticos, generar una mayor coordinación de la organización interna con el entorno, una mayor seguridad y reducir la corrupción”, así como pensar en “el desarrollo de energías alternativas”, dijo Zugasti. Además, alertó que los modelos tradicionales ligados a la privatización podrían suponer un freno al desarrollo cooperativo: “El poder de las entidades bancarias, según algunos expertos, podría suponer un freno importante”.

Adagio en mi país

El grupo Mondragón está trabajando con Alcoholes del Uruguay en el desarrollo y fomento del cooperativismo y la innovación, contó Zugasti. A su vez, Echanove habló sobre el cultivo y la cosecha de caña de azúcar en Bella Unión, Artigas. “Hay un miedo muy grande a que se mecanice el corte de la caña. [Actualmente] supone 600 puestos de trabajo que pueden reducirse; la productividad que puede dar una máquina puede ser hasta 200 veces mayor”, señaló. Consideró que la solución es la capacitación de los trabajadores y la apuesta a la diversificación.