Resulta por lo menos curioso notar que el sábado la tabla de posiciones, con Peñarol en los primeros lugares y Racing entre los de abajo, no se correspondió con lo que se vio en el césped del Centenario. Los de Sayago jugaron (juegan, hoy, siempre) bien, con tres volantes de creación que generaron muchas opciones al mismo tiempo, que desordenaban al rival con su toqueteo. La manija fue (es) Juan Pablo Rodríguez y por él comenzaba todo, previos pases bien resueltos desde atrás, por lo general en los pies de Ignacio Nicolini. Jean Pierre Barrientos y Diego Zabala también sumaron para el colectivo con sus actuaciones, y eso hizo que Peñarol, por ratos largos, se dedicara a defender más que a atacar; la pelota parecía pintada de verde y blanco. Si bien Racing dejó huecos atrás, sobre todo por los laterales (que son de vocación ofensiva), a Peñarol no le sentó mal defender. Se refugió y trató de minimizar los daños, cosa que hizo con éxito: recién le convirtieron cuando ya ganaba 2-0, y fue de tiro libre.

Fue precisamente uno de los laterales, el brasileño Diogo Silvestre, quien rompió los esquemas cuando Racing jugaba mejor. Diogo encontró la bola y trepó por el lateral. Cuando tiró el centro al área apareció Ifrán para convertir el gol de la apertura de forma poco ortodoxa (una especie de toque de taco a la carrera) pero efectiva. Para eso trajeron al de Cerro Chato, para aparecer en los momentos justos. Iban 35 minutos del primer tiempo.

Lejos de amedrentarse, Racing pagó con más fútbol. No pudo encontrar a Líber Quiñónez, eso sí, porque también fue mérito aurinegro que el goleador cervecero jugara incómodo y lejos de su zona de influencia. Lo cierto es que por más que la escuelita lograra tener el control de la pelota, el fútbol y la justicia, rivales y hermanos, no se llevaron bien.

Son detalles

Diego Forlán es la referencia de los rivales. Se le pegan, no le dan espacio, pero él igual se las ingenia. Mejor dicho, le sale el genio, como el sábado, cuando metió una habilitación de taco para dejar a Luis Aguiar en carrera contra el arco defendido por el Loco Jorge Contreras. El volante oriundo de José Enrique Rodó no perdonó, y en el inicio del segundo tiempo Peñarol se adelantó 2-0.

Tanto este gol como el anterior y el tercero, convertido en la hora, y como el partido en su totalidad, resumen lo que fue la actuación de Peñarol: un cúmulo de esfuerzos para defender, y actuaciones individuales, a lo sumo combinaciones entre dos, para atacar.

Racing lo tuvo contra las cuerdas luego del golazo de tiro libre que metió Leandro Ezquerra cuando faltaban cinco minutos y los descuentos. El 2-1 cerca del final trajo de manera instantánea el recuerdo del partido del Clausura, aquel que el carbonero ganaba 2-0 y al que la escuelita se lo empató con goles de Mauricio Affonso y Jesús Trindade.

“¡No te aguanto, Racing, otra vez no!”, gritó alguien en la tribuna. El que aguantó el vendaval fue Gastón Guruceaga. El pibe, cada vez más afianzado en el arco aurinegro, tapó con solvencia las chances que podrían haber sido el empate. Ese que nunca llegó y que quedó bien lejos, mirando de atrás cómo corrían Cristian Palacios y el Vasquito Matías Aguirregaray, para que este último metiera el definitivo 3-1.