Jérôme Champagne es un diplomático francés de 57 años que trabajó al más alto nivel en la FIFA entre 1999 y 2010 y es uno de los cinco candidatos a la elección presidencial del organismo que se realizará el 26 de febrero. Durante la entrevista telefónica que brindó a la diaria -en un perfecto español- habló en profundidad de los cambios que pretende para la FIFA en caso de ser electo.

-¿Cómo llegó a la FIFA?

-Soy diplomático de carrera. Trabajé para Francia 15 años en embajadas y consulados. Comencé en Omán en 1983, luego estuve en Cuba de 1985 a 1987. Más tarde fui cónsul en Los Ángeles, Estados Unidos, entre 1991 y 1995. Después fui enviado a Brasilia. En esa época, Pelé era el ministro de Deporte del presidente Fernando Henrique Cardoso. Empecé una relación estrecha con él, y hoy sigue apoyando mi candidatura. En 1997 fui nombrado consejero diplomático y jefe del protocolo de la Comisión Organizadora de la Copa del Mundo en Francia. Allí conocí a Joseph Blatter, que era secretario general de la FIFA. Me dijo que si ganaba las elecciones me llevaría porque él quería transformar profundamente la institución. Empecé en la FIFA en enero de 1999 como consejero de Blatter, cargo en el que estuve hasta 2002. Después fui secretario general adjunto, y después director de relaciones internacionales hasta enero de 2010.

-¿Qué transformaciones profundas quería hacer Blatter en aquella época?

-En 1974 João Havelange transformó profundamente la FIFA: ese año no sólo derrotó al inglés Stanley Rous, sino también al eurocentrismo. A su llegada a la FIFA había sólo ocho empleados, la caja estaba vacía, no había ningún programa de desarrollo salvo algunos cursos de arbitraje, y había una sola competición. Su idea, que comparto, era que el fútbol no podía globalizarse con una FIFA al servicio exclusivo de Europa. Blatter empezó como secretario en 1975; desde ese cargo conceptualizó los programas de desarrollo y estableció contactos económicos para atraer patrocinadores. Entre 1996 y 1997 negoció convenios comerciales que multiplicaron por diez el valor de la Copa del Mundo, que hoy recauda 25 veces más que en 1998. Blatter sabía que la FIFA debía pasar por una revolución de proyección mundialista en sus programas de desarrollo. Para eso necesitaba más competencias, y yo podía serle útil por ser diplomático, por haber vivido en cuatro o cinco continentes y también por haber sido periodista en la revista France Football entre 1976 y 1983.

-Usted critica el eurocentrismo. ¿Por qué los intereses del fútbol extraeuropeo deberían ser defendidos por europeos como usted?

-Yo defendí la candidatura del país de Nelson Mandela, para que África obtuviera su primera Copa del Mundo. Creo que el pasaporte no importa, sino la visión, la filosofía. Mi filosofía es la de un ciudadano del mundo y de un diplomático de un país como Francia, que siempre defendió un mundo multipolar, con instituciones internacionales fuertes, regidas por el derecho internacional. Siempre me sentí bien en la FIFA porque mi visión, en la continuidad de Havelange y Blatter, es la de un fútbol universal. Entonces el hecho de ser francés, europeo, blanco, no tiene importancia.

-Usted fue consejero de Blatter al mismo tiempo que Michel Platini, entre 1999 y 2002. ¿Qué relación de trabajo existía entre ustedes?

-Empezamos ambos en 1999, con el mismo título. Teníamos una relación de trabajo muy estrecha, pero yo vivía en Zúrich y trabajaba en la sede, mientras que Platini venía cada dos meses, cuando había una reunión. Él se ocupaba de lo futbolístico y yo de los aspectos exteriores a la cancha. Apoyamos mucho a Platini para que fuera electo en 2002 para integrar el Comité Ejecutivo de la FIFA y el Comité Ejecutivo de la UEFA [Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol, por su sigla en inglés].

-¿Fue un error apoyar a Blatter en la última elección? ¿Cuál es la responsabilidad de Blatter en la debacle actual?

-Mi apoyo a Blatter no fue un error, porque el otro candidato, el príncipe de Jordania, no tiene capacidad para ser presidente. En cuanto a su responsabilidad, la historia lo juzgará. Trabajé 11 años en la FIFA y siento orgullo, porque sé lo que hemos hecho. Al mismo tiempo, los lectores de la diaria deben de saber que a mí me echaron en enero de 2010 porque ya en esa época discrepaba con algunas cosas. Por experiencia propia sé lo que se hizo bien y lo que se hizo mal durante 40 años. Lo bueno fueron los programas de desarrollo, que antes no existían y que cambiaron el mapa del fútbol; las nuevas competiciones de la FIFA que están en todos los rincones del mundo. Fue una lucha dificilísima vencer al egoísmo europeo para llevar el Mundial a Sudáfrica. También fue un éxito de la presidencia de Blatter el desarrollo del fútbol femenino, inexistente antes de la creación de la primera Copa del Mundo, en 1991. Sé lo que podemos conservar y ampliar, y sé también -porque me costó mi trabajo- lo que tenemos que cambiar. En enero de 2012 envíe a las federaciones un documento de 25 páginas, “Para una FIFA del siglo XXI”. Fui el primero en denunciar el mal funcionamiento, el crecimiento de las desigualdades en el fútbol mundial; el primero en proponer la separación de las funciones gubernamentales de la FIFA y las funciones económicas. Veo con satisfacción que la Comisión de Reforma de la FIFA retoma mis propuestas. Blatter tiene su responsabilidad, sin duda, pero la responsabilidad fue colectiva. Es demagógico acusar a una sola persona.

-¿Cómo lo echaron de la FIFA? ¿Cómo se comportó Blatter en esas circunstancias?

-Durante dos años no quise hablar del tema para no dar la impresión de un sentimiento de revancha que nunca tuve. La situación era ésta: el presidente qatarí de la Confederación Asiática de Fútbol, el señor Mohammed bin Hammam, quería poner a sus amigos en cada federación. En 2007 supimos que el presidente de la federación de Indonesia ejercía el cargo desde la cárcel, porque había robado donaciones de comida hechas por Vietnam a las víctimas del tsunami de 2004. La posición de la FIFA fue muy clara: echarlo. Pero con el apoyo de las confederaciones, Bin Hammam y el secretario general, el francés Jérôme Valcke, se opusieron. En 2009 Bin Hammam trató de influenciar en las elecciones de Jordania y de Kuwait. A pedido de Blatter, organicé elecciones democráticas, por eso Bin Hammam pidió que se me cortara la cabeza. Por otro lado, desde 2004 el presidente Blatter y el presidente del Comité Olímpico Internacional [COI], Jacques Rogge, luchaban en la Unión Europea por el reconocimiento de la especificidad del deporte. Fue una lucha terrible, que terminó con la adopción de dicha especificidad en el artículo 165 del Tratado de Lisboa, lo que provocó el enojo de Platini y de la UEFA conmigo. Y para hablar francamente, Valcke no me quería porque yo tenía un acceso privilegiado al presidente de la FIFA. Los tres se ligaron en mi contra, presionaron a Blatter -que no me defendió- y salí. Fue una batalla interna, politiquera, sin motivación de fondo. Pero la acepté y me fui.

-Finalmente Blatter no tiene tanto poder…

-Es lo que dije en 2012. En una democracia, el pueblo elige a su presidente y éste compone un gobierno que cumple su programa. La FIFA es diferente. Tenemos un gobierno, el Comité Ejecutivo, en el que 23 de los 25 escaños pertenecen a gente electa por las confederaciones, que no son miembros de la FIFA, rehúsan todo control de la FIFA y son legalmente independientes. En los documentos de la Justicia estadounidense se aprecia bien que los escándalos están ligados a contratos televisivos o económicos de dos confederaciones, la Concacaf [Confederación de Fútbol de América del Norte, Central y del Caribe] y la Conmebol [Confederación Sudamericana de Fútbol]. Cuando se lee “un vicepresidente de la FIFA arrestado”, se trata de una persona de una confederación. La culpa es, por lo tanto, de las confederaciones.

-¿Cómo se llegó a esa estructura de la FIFA y cómo se sale de ella?

-Las confederaciones juegan un papel importante en la organización de competiciones propias y en las eliminatorias para los campeonatos de la FIFA, pero el hecho es que hoy el presidente de la FIFA es un presidente sin gobierno. Yo propuse que la FIFA recupere el control de la elección de los miembros del Comité Ejecutivo, y hoy la Comisión de Reformas retoma esta propuesta, cosa que aplaudo. Si una persona quiere presentarse al Comité Ejecutivo de la FIFA, deberá enviar su candidatura a la FIFA. La Comisión de Ética hará el control de integridad y dirá si la persona está apta para ejercer el cargo. La elección tendrá lugar en el Congreso de la Confederación continental, pero bajo el mando de la FIFA. Es una propuesta revolucionaria, y espero que sea aprobada por el Congreso el 26 de febrero.

-¿Qué chances tiene un candidato que está fuera de la FIFA?

-Nadie me considera totalmente ajeno a la FIFA. La elección la deciden 209 federaciones nacionales. Muchos presidentes de federaciones nacionales me conocen. Y yo el 23 de octubre de 2015 envié una carta con mi programa de reformas: ocho compromisos y 50 medidas detalladas, factibles y financiables. Mis oponentes, en cambio, proponen eslóganes políticamente correctos pero que carecen de sustancia. Todos queremos más democracia, más transparencia.

-¿Se siente en sintonía con el trabajo de la Comisión de Reformas de la FIFA?

-Cuando el Comité Ejecutivo aprobó en noviembre los principios de esas reformas, saqué el mismo día un comunicado en el que expresaba mi satisfacción. Hay que reequilibrar los continentes, porque en el Comité Ejecutivo Europa, con 53 federaciones, tiene ocho delegados, mientras que África, con 54, tiene sólo cuatro. Me satisface ver que Europa va a pasar de 33% de los votos a 25%; yo proponía que tuviera ocho de 32 escaños, y va a tener nueve de 36. Tampoco podemos gobernar el fútbol en el siglo XXI sin la participación de todos los actores. Yo propongo que los representantes mundiales de clubes, ligas y jugadores tengan un escaño en el Comité Ejecutivo. Otro punto es separar la función gubernamental de la FIFA de la función comercial. Es el centro de las alegaciones, de los problemas de corrupción y los conflictos de intereses. También lo propone la comisión. Como se ve, muchas de las propuestas de reforma son las que planteé en 2012.

-¿No sería necesario priorizar un programa de urgencia para tranquilizar a la opinión pública?

-¡Es que estamos en el proceso de urgencia! Se puede criticar muchas cosas, pero cuando yo estaba en la FIFA la Comisión de Ética no tenía poder: para abrir una investigación necesitaba la firma del secretario general. En 2012 Blatter propuso al Congreso -que lo adoptó- darle independencia. Hoy es la comisión más fuerte. Una vez más, la UEFA no tiene Comisión de Ética. Entiendo el escepticismo de los seguidores del fútbol, pero hay que ver las consecuencias desde que esta comisión se independizó. Su trabajo en los últimos dos años es impresionante. Actuó bajo la presión de las investigaciones de la Justicia de Estados Unidos y de Suiza, claro, pero esto significa que las cosas están cambiando.

-La Comisión de Ética no siempre fue independiente: impidió la publicación del informe elaborado por el fiscal estadounidense Michael García y ahora adopta sanciones tal vez excesivas; por otro lado, ¿qué opinión le merece la designación de Qatar como sede del Mundial 2022? Hay investigaciones abiertas acerca de la limpieza del proceso.

-No puedo comentar las decisiones de justicia de la comisión; no conozco el detalle de los informes. Esta comisión fue criticada por ser una marioneta de Blatter, pero ha demostrado que no lo es. Soy partidario de reforzar la Comisión de Ética para que pueda trabajar en todo el mundo. En cuanto a la elección de Qatar en 2022, considero que llevar la Copa del Mundo a esa parte del planeta es justo, porque el fútbol árabe ha aportado mucho al fútbol mundial. Marruecos presentó su candidatura cuatro veces sin obtenerla. Por otra parte, no se conocen aún los resultados de las investigaciones, y no hay que especular. Lo más urgente hoy es resolver la situación de los trabajadores del subcontinente indio que son explotados en Qatar. El gobierno qatarí hizo reformas, pero por ahora son insuficientes. Ahora bien, si se llega a comprobar que el voto del 2 de diciembre de 2010 fue irregular, no soy favorable a un nuevo voto, sino a aplicar la jurisprudencia del COI: si un atleta gana la medalla de oro haciendo trampa, hay que dársela al segundo. En este caso, el segundo es Estados Unidos.

-Circulan cifras según las cuales los niveles de sueldos en la FIFA son muy elevados…

-No conozco los sueldos que se pagan en la FIFA. Lo que sé es que la FIFA va a tener una subcomisión de compensación que va a decidir los salarios. Aceptaré lo que se decida en ese ámbito. Esto yo lo había planteado en 2012 y en 2014. La Comisión de Reformas también ha mencionado la publicación de los sueldos. Si soy electo, mi salario va a ser publicado inmediatamente. La FIFA debe ser un gobierno democrático, y en una democracia -estoy seguro de que sucede así en Uruguay- se conoce el salario del presidente.

-En el centro de su programa está la cuestión de la redistribución. ¿No es lo propio del fútbol generar desigualdad?

-La desigualdad es el tema central de la crisis del fútbol. La globalización es un proceso muy bueno para el fútbol, que es el deporte número uno y está creciendo en China y en Estados Unidos. El partido entre Estados Unidos y Bélgica en el Mundial de Brasil 2014 tuvo el doble de rating que la final de la NBA en Estados Unidos. En cuanto a China, Guanghzou Evergrande ganó una vez más la Liga de Campeones asiática. Pero la globalización hace también que el porcentaje más rico sea cada vez más rico y que la clase media desaparezca. Esas desigualdades matan la razón fundamental de nuestro amor por el fútbol, que es la incertidumbre del resultado.

-En Uruguay siempre hubo dos equipos que ganaron los campeonatos. ¿Cómo convencernos de que la desigualdad es algo negativo?

-Conozco líderes de clubes, de ligas, de grupos de fans, que sufren esta situación. En Uruguay, durante décadas, los títulos fueron monopolio de Peñarol y Nacional. Pero luego surgieron Defensor Sporting, Danubio. ¿No se puede pensar que los llamados “cuadros chicos” como Rentistas o Rampla Juniors tienen ambiciones? En Francia, después de 19 jornadas, Paris Saint-Germain tiene una ventaja de 19 puntos sobre el segundo, por eso la Liga Francesa está casi muerta. Lo mismo sucede en Suiza, donde domina Basilea, y en Croacia, donde Dinamo de Zagreb ganó diez títulos seguidos. La Premier League inglesa es la más exitosa porque tiene suspenso, y la clave es la redistribución del dinero de la televisión entre el club que va a terminar primero y el vigésimo, que es de 1,5 a 1. En la liga alemana es de 2,1 a 1; en la francesa, de 3,7 a 1; en la italiana, de 4 a1. En España, cuando Real Madrid y el Barça recaudaban 150 millones de dólares anuales, Almería cobraba sólo 15. ¿Qué hizo la Liga española? Se decidió a vender los derechos colectivamente, y fue un éxito. En Brasil, Corinthians y Flamengo reciben de la Globo 120 millones de reales cada uno, mientras que el club más pequeño, Joinville, recibe 15. ¿De qué discuten allá? De descentralizar. En Europa, antes de la caída del muro de Berlín el club rumano Steaua Bucarest pudo ser campeón de Europa en 1986 y Estrella Roja de Belgrado lo consiguió en 1991. Hoy en día, eso es imposible. Estamos en un proceso de centralización de jugadores por una minoría de clubes. Se centralizan entonces las imágenes y, en consecuencia, se centraliza el dinero. La semana pasada estuve en Asunción con los dirigentes sudamericanos, con los que tenemos un pensamiento común: si no cambiamos nada, el único futuro de Sudamérica será proveer materia prima futbolística para los grandes clubes europeos. Sudamérica está perdiendo poder. De las últimas nueve ediciones del Mundial de Clubes, Europa ganó ocho y América del Sur sólo una. Por eso precisamos una FIFA más fuerte y también más reguladora.

-¿Cuál es el mecanismo para lograr una mejor distribución?

-Hay que instalar una comisión de trabajo con representantes de los más ricos y de los más pobres, y analizar. La liga inglesa vende sus derechos de televisión a India a 40 millones de dólares anuales, sin invertir nada en el fútbol local. Esto se llama neocolonialismo. Yo soy socio del Barça; este club tiene cinco jugadores fundamentales que vienen de América del Sur. Los grandes clubes de Europa tienen que empezar a reconocer lo que le deben a África, a América del Sur y, cada vez más, también a Asia y a América Central. Hay que incrementar los programas de desarrollo. Yo voy a duplicar el aporte de la FIFA a las 100 federaciones más pobres del mundo, de un cuarto de millón a medio millón anual, y a lanzar un programa de construcción de canchas artificiales. Muchos países juegan sus ligas profesionales en canchas que en otros lugares no serían aceptadas ni para entrenamiento. El desafío actual de la FIFA es ayudar a las federaciones, a sus ligas y a sus clubes; ése va a ser mi objetivo central.

-¿Eso no se hace hoy en día con los planes de desarrollo?

-Cuando entré en la FIFA, en 1999, había 198 federaciones y más de la mitad no tenían sede ni centro técnico. Hoy casi todas tienen todo. Por eso, hay que pasar al nivel siguiente. La FIFA debe proteger a los clubes formadores y distribuir el dinero. Entre 2000 y 2001, negocié el nuevo reglamento de pases con la Comisión Europea, y me enorgullezco. Luchamos mucho para obtener el mecanismo de solidaridad, que consiste en que 5% del dinero de cada pase internacional se distribuya entre los clubes que formaron al jugador entre los 12 y los 21 años. Así, el pequeño club del suburbio de París Les Ulys recibió cinco millones de euros por el pase de Anthony Martial de Monaco a Manchester United. Hay que reforzar este sistema: pasar de 5% a 10%, y asegurarse de que el club africano que no puede pagar un abogado suizo recupere su dinero rápidamente. Para ello, propongo crear una caja de compensaciones, que el dinero del pase funcione como una compensación bancaria, con indicación inmediata de la lista de los clubes que tienen que recibir ese 5%. Soy el único con esta visión reequilibradora de la FIFA.

-¿Cuáles son sus propuestas en materia de arbitraje?

-Proteger a los árbitros y garantizar la justicia del resultado. ¿Qué vemos? Árbitros de 40 años que corren detrás de jóvenes de 25. Quiero apoyarlos, introducir en las reglas que sólo los capitanes puedan hablarle al juez. Además, sería bueno que exista una tarjeta naranja que permita suspender a un jugador por un tiempo breve, como sucede en el rugby. En cuanto a la ayuda de video para determinadas situaciones, hace cinco años estaba en contra; no obstante, hoy sucede que los espectadores y los asistentes técnicos consultan su smartphone y pueden ver en diez segundos la línea de fuera de juego generada por computadora, mientras que la única persona que la necesita, el árbitro central, no la ve. Para la fase final de la Copa del Mundo hay que utilizar un sistema de ayuda por el que el árbitro central pueda pedir asistencia de video, como en el rugby. Cuando se introdujo la goal line technology, los retrógrados como Platini anunciaron la muerte del juego. Hoy la tenemos y no hay ningún problema.

-Blatter prometió estudiar el reconocimiento de las cuatro estrellas de Uruguay. ¿Cuál es su posición al respecto?

-La primera Copa del Mundo tuvo lugar en Uruguay en 1930. Eso no quita que este país sea un milagro futbolístico. Estuve varias veces en Uruguay, la primera en 1995. Un país que ganó los Juegos Olímpicos en 1924 y en 1928, el Mundial de 1930, el del 50… es un milagro. Hubo un declive, sí. Pero estoy feliz de ver lo que pasa desde hace algunos años, la gran actuación en el Mundial de Sudáfrica, la Copa América de 2011, ver la garra charrúa que gana y que tiene tantos buenos jugadores. Adoro a Luis Suárez, un jugador fantástico que lucha contra la adversidad y cuya vida personal para mí es un ejemplo de éxito y de voluntad.