Práctico y efectivo, Cerro se llevó los tres puntos y se subió a los puestos de vanguardia del Uruguayo Especial. El 2-0 fue justo y merecido, sobre todo porque generó más chances que su rival y eso resultó en tantos. Los goles de la buena victoria villera fueron convertidos por Maureen Franco y por Pablo Caballero.

Hablando de oportunismo: a los 10 minutos, cuando el partido apenas se estructuraba y ambos equipos miraban táctica y estrategia ajena con cierto recelo, Cerro sacó jugo de su segunda jugada en profundidad. Ninguno de los defensores negriazules pudo cortar el pase filtrado entre líneas para Franco, y Almeida se llevó puesto al delantero. A su juego lo llamaron: el propio Maureen se encargó de darle la ventaja 1-0 al albiceleste.

Y si un gol en el inicio incide mucho en el desarrollo del juego, imagínense dos. Al que madruga Dios lo ayuda: movió Cerro en el arranque del segundo tiempo, amagaron irse para la derecha, cruzaron la pelota para la izquierda, trepó Ángel Luna, tiró un centro trasero que Franco dejó pasar entre piernas, y Caballero, acomodado en el vértice del área grande, sacó un zurdazo justo, pegado al palo de Guillermo de Amores, que nada pudo hacer pese a la estirada. Así los goles, así la diferencia y los puntos para el local.

Pero no fueron sólo los goles. Mejor adaptado a un campo que no ayudó al juego al ras del suelo, Cerro se paró bien y tuvo el dominio del partido en general. Primero porque la ventaja da seguridad y confianza; segundo porque, ya con el hándicap de los dos goles a su favor, decidió darle pelota y cancha a Liverpool, cerrándose atrás para buscar contragolpes. Y le salió bien, porque el negriazul, confundido, inquietó poco y nada. Liverpool fue la antítesis de sus expectativas. Salió a la cancha con la ventaja de que si ganaba -o hasta si empataba, a la luz de los resultados- accedía al primer lugar de la tabla de posiciones. Pero careció de juego colectivo, y, por eso, no generó chances para sus delanteros. Nicolás de la Cruz fue el hombre encargado del armado. No lo hizo mal, y por momentos la única forma de detenerlo era cortarlo con faltas, pero en todos los casos le faltó sociedad. No anduvo Carlos Bueno, tampoco el juvenil Juan Ignacio Ramírez, que ingresó en la parte complementaria, y aportaron poco dos que venían siendo importantes en los buenos resultados: Federico Martínez y Jhonatan Candia.

Lejos. Bien lejos les quedó el arco de Sebastián Britos. Las pocas chances con las que contó el equipo de Belvedere fueron en el segundo tiempo, producto de la decisión de Cerro de replegarse. Pablo García, que entró para jugar bien abierto por la izquierda, comenzó a ganarle la punta a Facundo Moreira y encontró, en varias ocasiones, desbordes interesantes. Fue sólo eso. Porque en el centro de la defensa siempre ganaron Rodrigo Canosa e Iván Centurión, y también Andrés Barboza, que jugó de 5 pero se replegó de buena forma, con lo que Liverpool no inquietó al arquero rival. Las pocas que llegaron fueron con tiros de larga distancia, en todos los casos con más impotencia que sentido de la ubicación.

Obligado por la necesidad de acortar distancias, Liverpool se mandó al ataque -terminó jugando 3-3-1-3 tras el ingreso de Jonathan Silveira- y dejó huecos en la última zona. Si no hubiera sido por los apresuramientos de Cerro a la hora de aprovechar las contras, el resultado podría haber sido más amplio en favor del albiceleste. Ángel Bebu Luna, volante que ayer jugó como segunda punta, contó con la más clara de esas, pero Gustavo Aprile la sacó en la línea. Poco le importó a Cerro. El trabajo ya le había dado su recompensa.