Luego de finalizado el primer tiempo, cuando Rampla le ganaba 1-0 a Peñarol con gol del suizo Kevin Gissi a los 38 minutos, el árbitro del partido, Christian Ferreyra, tras reunirse con la comisión de seguridad de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), decidió suspender el encuentro luego de que la Policía no le diera las garantías para seguir el espectáculo. El motivo de la falta de garantías es conocido por todos: mientras se disputaba el encuentro, en los minutos iniciales, un hombre recibió dos impactos de bala en el baño de la puerta 10 de la tribuna Ámsterdam. Según informó el personal de recaudación ubicado en esa tribuna, el hombre, que recibió un balazo en un brazo y otro en una pierna, bajó asistido por otras personas, solicitó ayuda, fue trasladado y atendido en el Hospital de Clínicas y se encuentra fuera de peligro. Acaso sea el dato más alentador de toda la penosa situación.

Unas horas después de la suspensión del partido, el árbitro hizo declaraciones de cómo y por qué fue que decidió primero continuar jugando los pocos minutos que faltaban para concluir el primer tiempo -aconsejado por el jefe del operativo policial- y, luego sí, la suspensión. Seguramente en estas horas se conozca qué estampó Ferreyra en el formulario y cómo va a seguir esta historia dentro de la cancha (o no).

Allá, muy lejos y hasta cercano a la irrelevancia, queda lo que pasó en el primer tiempo. Fue un 1-0 justo para Rampla. Antes de haber convertido el gol del partido, el suizo Gissi ya había avisado un par de veces. Una a los 10 minutos, cuando no pudo conectar bien de cabeza un centro que le enviaron desde la izquierda; la otra había sido a los 5, pero el delantero no pudo concretar, primero porque se la atajó Gastón Guruceaga y luego porque la sacaron en la línea. Salvo en el arranque, Peñarol fue poco y nada. Hubo un gol bien anulado en los primeros minutos a Junior Arias por offside y casi no generó peligro en el resto del primer tiempo.

Seguramente esta semana comenzará con mucho trabajo en la AUF, en el Ministerio del Interior, en las sedes de Peñarol y de Rampla, y también entre los demás actores involucrados en el fútbol uruguayo. El trabajo probablemente apuntará a profundizar los lineamientos sobre seguridad que sí funcionan -que no son pocos-, y qué cosas deberían mejorar o cambiar en las medidas que fallan feo. Ojalá que sea trabajo en común, sin réditos políticos, sin la mezquindad de cuidar la chacra propia, sin señalar con el dedo índice desde la comodidad de la indignación. Porque si hay algo inoperante que ha quedado demostrado en reiteradas oportunidades es la indignación no activa, la que tiene discurso pero no se practica, la que hace ruido pero no aporta contenido.

Hay algo en lo que seguimos fallando, esa es la verdad. Todos, sin exclusiones. Es la realidad de un triste fútbol uruguayo, que refleja prácticas de odio y violencia que lamentablemente se han instalado en algunos sectores de la sociedad. No sólo que la pelota sí se mancha, sino que pareciera estar bastante podrida. Desde hace rato.