No necesito que me lo reconozcan, ni que hagan caudal de ello, ni que me hagan bullying, pero tengo momentos en que -espero que igual que varios de ustedes- soy o me pongo bastante gil a cuadros. ¡Qué vas a hacer! Es así y chau. Y ojaio, que no viene de fábrica ni es ambiental. O sea, no es producto de mis padres, ni de ustedes los que me rodean, ni genotipo, ni fenotipo; es así, y me da rabia y lo reconozco. Las miles de veces que me comí los mocos por no usar la razón, el método, la oportunidad.

La cosa es así: hace diez años, una mañana lluviosa de marzo, después de haberme perdido entre las rutas 101 y 102 para llegar al complejo Uruguay Celeste -que imagino que ustedes ya saben qué nombre deberá tener en un par de años nomás-, asistí junto con Fernando Morán a una entrevista con el entonces recién designado director técnico de la selección nacional, Óscar Washington Tabárez. El recuerdo es recurrente en la diaria, no sólo porque fue la primera entrevista que Tabárez dio en su vuelta a la selección, sino porque se la estaba brindando a un diario que aún no existía y que contaba con 1.000 suscriptores que habían pagado por adelantado 30 o 180 entregas de algo que nunca habían visto. Mi gilada en cuestión -que no la de mi compañero, el Mono Morán- es no darme cuenta de que estaba asistiendo a una suerte de revelaciones a futuro que estaban en el cómo, el cuándo y el porqué de la exposición y los planes de Tabárez y las selecciones nacionales.

Ingeniería de futuro

“Lo vamos a hacer en la selección y pretendemos que se generalice en todos los niveles del fútbol del país, incluyendo, por supuesto, todos los clubes de la AUF [Asociación Uruguaya de Fútbol], en donde nos apoyaremos en nuestras ideas, pero fundamentalmente en la práctica de los que hacen las cosas bien desde hace tiempo en nuestro fútbol. Apostamos a que se dé naturalmente la teoría de la irradiación, o sea, ser un foco donde se trabaja de determinada manera, apuntando a que eso vaya generando de a poco un cambio cultural”.

A ver si me entienden, porque es difícil: yo entendí y creí en todas y cada una de sus ideas, en todas y cada una de su respuestas a mis repreguntas, pero creo que no tuve la fortaleza suficiente en mi expresión como para trasladarlo públicamente en aquella entrevista impresa en nuestra primera edición, el 20 de marzo de 2006. Debo tenerlo en algún casete perdido en una tempramente desahuciada caja de flautas congeladas de Pangiorno, pero de qué me serviría encontrarlo ahora, si me encontré con un tipo que me dijo cómo iba construir el futuro de nuestro fútbol y por mi cuadrada gilada no supe contarlo para nuestro beneplácito del futuro que ya es nuestro pasado.

Bueno, tal vez si encontrara ese Basf de 90 minutos y lo tuviese ordenado -como Fotografía, que tiene toda la información adosada en las fotos de aquel día (Uruguay / Canelones / Complejo de la AUF / Ruta 101 km 27 / Óscar Washington Tabárez, director técnico de la selección uruguaya. Entrevista en el Centro de Alto Rendimiento de la Asociación Uruguaya de Fútbol. 16-03-2006. Foto: Fernando Morán)-, podría ahora refrendarlo con su propia palabra, con su propia idea y con nuestro silencio de sorpresa y asombro mientras masticaba dos cosas que me quedaron para siempre y que -doy fe- son fruto de su idea, razón y experiencia: invertir la pirámide y, dada la comprobada experiencia de que no era posible empujar los niveles de excelencia desde abajo hacia arriba en la organización del fútbol uruguayo, habría que hacerlo al revés hasta que pegara, hasta que lo entendiéramos, hasta que comprendiéramos cómo es la cosa y no cómo nos quieren hacer creer que es. Eso, y lo de que cada jugador, director técnico o profesional que pasara por los vestuarios de la selección hiciera de vaso comunicante con su vestuario y permeara ideas y formas de ser futbolista, de ser social en Uruguay o donde estuviese.

Impactante. Por eso, cuando leí la carta de los jugadores, más allá de la empatía y la satisfacción que puede generar por la expresión de un reclamo justo, el desarrollo de un derecho cierto y conocido, y las ganas de hinchar por el cuadro de los justos, sentí que había pasado, que más allá de nuestros logros deportivos a nivel de competencia -inmensos, si se tienen en cuenta las fallas que arrastramos y los obstáculos que conseguimos vencer-, lo que realmente habíamos ganado como recorte de sociedad era que, mediante un modelo de trabajo y conocimiento abierto y continuo, se puede. Un proyecto amplio y ambicioso, con muchas más ambiciones que goles, puntos o campeonatos; un cuadro de fútbol, el club de amigos, los tres millones, y un proyecto certificado por la realidad.

Tarea de todos

Cuando leí a los jugadores supe de dónde venía todo eso. Venía de ellos, de su aprestamiento como jugadores de fútbol, pero también como individuos que podrán ejercitar su oficio, su profesión o su arte sabiendo de sus responsabilidades y obligaciones, pero también de sus derechos y necesidades.

“Los integrantes de la selección mayor estuvimos, estamos y estaremos comprometidos con la defensa de la celeste en cualquier cancha, asumiendo los riesgos, pero siempre fieles a nuestros principios. El fútbol es nuestra máxima expresión popular, la celeste es del pueblo, y es tarea de todos, sin miedos, exigir y conseguir que el fútbol sea ejemplo de honestidad, democracia, independencia, transparencia, solidaridad y valores que hicieron grande a nuestro país”.

Yo estaba leyendo eso, pero seguro, seguro, estaba en aquella mañana de 2006. Y para sentirme tan mal como se habrá sentido el apóstol Tomás cuando cuentan que le tocó las heridas a Jesús y el ver para creer, manoteé mi ya viejo carpetín azul de tapa transparente que deja entrever una vieja carátula de impresora de carrete que reza: “Institucionalización de los procesos de las selecciones nacionales y de la formación de sus futbolistas”.

Fui derechito al punto 4.2.

“La formación del futbolista”

“Concepto de formación integral; es aquella que pretende influir positivamente en todos los aspectos que hacen al bienestar y al crecimiento total del individuo, a los que se le agrega la circunstancia de sus relaciones con el espectro futbolístico.

La formación integral atenderá a tres áreas: personal, profesional e institucional.

Área personal. Procurar un desarrollo psicológico normal del individuo, conocer y ampliar su red de relaciones sociales positivas y favorecer su integración grupal (pertenencia, adhesión, solidaridad).

Conocimiento y ampliación del universo cultural de los individuos.

Controlar su educación curricular e intervenir para subsanar las carencias educativas.

Tendrá intervención prioritaria el Departamento de Ayuda Psicológica.

Área profesional. Preparar al joven para la eventualidad de ser un futbolista profesional.

Se tendrá como norma de la preparación en esta área el concepto de futuro probable.

Los agentes formadores y los propios futbolistas deberán estar en conocimiento de la realidad estadística acerca de los porcentajes de futbolistas juveniles que llegan al alto nivel profesional.

A partir de las cuestiones: ¿Qué significa ser profesional? ¿Qué se recibe y qué se debe dar?, se desarrollará una formación progresiva hacia el probable futuro profesional. Esta deberá atender la capacitación y estabilidad técnicas, una actitud de acatamiento reflexivo a las normas, un conocimiento de las obligaciones de un profesional del fútbol y una anticipación de los renunciamientos que significarán opciones de vida en el futuro (tomar distancia de actividades ociosas y diversiones que no son compatibles con la dedicación al fútbol profesional).

Esta preparación supone una influencia de los formadores en la relación del joven futbolista con su entorno: pequeñas y grandes redes de relaciones sociales, familia, amigos, afición, comunicadores, colegas, entrenadores, educadores.

Área institucional. Esta área de formación pretende tener a la Selección Nacional como ámbito de reflexión permanente.

A partir de las cuestiones ¿Qué es la Selección Nacional? ¿Qué significa ser integrante de la Selección Nacional?, se desarrollarán estas acciones:

  • Establecer y desarrollar un perfil personal y profesional del futbolista seleccionado.
  • Posibilitar que el futbolista adquiera conocimientos acerca del fútbol como deporte y fenómeno masivo y cultural (historia del fútbol, reglas, fundamentos).
  • Los medios a utilizar serán: sesiones de entrenamiento, charlas, conferencias, contactos con materiales audiovisuales, demostraciones y exposiciones de expertos.”

Pronto el pollo. Impresionante. ¿Te das cuenta? Ahí está todo. Y lo logró, lo lograron, lo logramos. Porque ahí están ellos reclamando por lo que les corresponde, pero reclamando por sus pares, reclamando por lo justo. Y entonces, claro, estamos con ellos, no con los oscuros procederes de personajes que en función de sus abusivos negociados dejan atrás su propio pasado, sus propios sueños.

Y entonces salta el Bigote Santiago López tirando la pared con el Luis desde Villa Española y diciendo: “Yo me pronuncio a favor de este proyecto celeste, que tiene clarito cuáles son los valores a defender, valores humanos en los que creo y [que] pregono; y valores que engrandecen nuestro deporte. Siento que dieron el puntapié que nos faltaba. Y creo también que los jugadores uruguayos debemos ser solidarios y brindarle nuestro total apoyo a este grupo de jugadores que trascendieron sus intereses individuales y hoy se preocupan y comprometen con nuestra realidad local”.

Y entonces te faja desde la cueva Agustín Lucas, el back ferretero y poeta que, de punta y hacha, instando a todos los planteles del fútbol uruguayo a manifestarse, manda: “Y pongo mis manos a disposición. También mis pies. Porque sin jugadores no hay fútbol”.

Y como en el 48, cuando la huelga, con el Jacinto con una alcancía para parar la olla de los jugadores que bregaban por protección y amparo en su desempeño como futbolistas, se empieza a mover de abajo lo que se debió construir de arriba.

Y aquí estamos, tres millones metiendo y poniendo del lado que hay que meter.

Es simple: pertenencia, adhesión, solidaridad.

Les juro que me lo enseñó hace diez años, cuando todo era nada y nada era todo.

¡Uruguay nomá!