Qué falta de respeto, qué atropello a la razón. Descubrir que el brazo mediático de la desembozada operación por perpetuar las ganancias de la intermediación impertinente en propiedades de terceros coloca al Pato Celeste como desmoderador de una discusión que nunca fue tal. En tanto ya sabemos de qué lado está la razón, es un furibundo pelotazo en las partes pudendas.

Lo más deleznable de la estética de los pesados con poder se cuela en la irrupción en los medios -por ende, su inclusión en el eje temático- de Gustavo Torena con su actitud patotera, pesada, vulgar, grotesca: “Yo tengo 54 años y estuve en cana. Arranco y no me cabe nada. Si tocás a mi hermano de la vida, te parto al medio”.

Omertà invertida

Como no sé por dónde empezar, lo haré cortando grueso: casi todo esto -las movidas internas para llegar al poder o instaurar nuevos títeres; las operaciones mediáticas para cambiar el plano de la realidad, para descalificar, para hacernos cuentos de Caperucita Roja que nos demuestren las bondades del lobo; las manifestaciones de corte cercano a las de la mafia; las amenazas, el miedo y todo lo que, ahogado en la rabia que tengo, me estoy salteando- es por plata. Sí, es por la plata que durante décadas han levantado en carretilla los intermediarios que, aprovechando sus contratos y contactos, han generado una enorme plusvalía en cada operación. Es por la plata que han tenido que desembolsar o que desembolsarán, porque los jugadores se metieron “donde no se tenían que meter” y nos hicieron ver que 24 millones de la moneda que sea son más que cinco millones. Es por plata. La plata que los jugadores, los de a pie -que son los más aunque sean de Corsa, de algún chino o de Gol-, deberían haber recibido durante años para beneficio propio o de su colectivo, en la medida en que se estaba enajenando algo que no era enajenable. Porque los derechos de imagen son individuales y sólo negociables por el individuo y no por un representante colectivo. La plata que sanamente se reclama para un futuro en una comercialización acorde con la circunstancia, sin avivadas, bravuconadas o que te la pasen por arriba del moño.

La T y la transversalidad

El ejercicio impune del poder se enquista en las acciones cotidianas de los hombres mediante tics que lindan con la estupidez, además de la vulgaridad manifiesta de la violencia, la extorsión o la coima. Todo les funciona más o menos bien, pero cuando se empieza a complicar se les transparenta todo. Para el caso, como no les alcanza con todo lo que han ganado -en algunos casos dudaría de que lo hayan hecho en buena ley-, apelan a su modus operandi, que lamentablemente es muy vulgar y chabacano, y en su transversalidad atraviesa empresas, medios de comunicación, periodistas. Y, claro está, para ello se hacen receptores, masa crítica malformada: capaz que en algún caso salimos con la pancarta del Pato Celeste y terminamos descalificando a Luis Suárez, Santiago Bigote López, Diego Godín, Michael Etulain y Diego Lugano, en un mismo paquete.

Uno se siente tan dolorido, tan indignado, que no sabe por dónde arrancar. Lo primero que pensé, con todo esto de Enrique Saravia, la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales (MUFP), El Pato Celeste y las “notas” de Tenfield fue: si Jacinto se levanta de la tumba, se muere tres millones de veces más. Y entonces, para tomar fuerza, me fui a encontrar con el espíritu del Negro Jefe en la huelga de 1948. Recurrí al libro Obdulio, el último capitán, de Radamés Mancuso; en esas páginas lo vi no cediendo cuando lo trataban de sinvergüenza, porque no entregaba posiciones y luchaba como en el primer momento; lo vi cuando manijeaban al pueblo señalándolo como promotor y cabecilla de la huelga; lo vi cuando infundía aliento y coraje en procura de conservar la dignidad, desechando por cobarde la ignominiosa entrega. Lo vi trabajando como peón de albañil, porque luchaba por la dignidad de su trabajo como futbolista, pero si no lo dejaban ahí lo hacía con el fretacho en la obra. Y entonces junté fuerza para enfrentar la situación de esta Mutual que habla por la boca de Tenfield, que está enfrentada con su propia esencia, sus iguales, sus jugadores. Esa Mutual que reniega de su génesis y apunta a cientos de sus iguales como RCA Victor, con “la voz del amo”.

Te parto al medio

Claro, lo inaceptable es la irrupción, por intermedio de un medio de prensa que lo convoca, de Gustavo Torena, El Pato Celeste, que consecutivamente apareció, primero en la radio y después en la televisión, para terciar groseramente, con amenazas, bajezas, enfoques falaces y falsas pruebas de acciones privadas que no nos interesan, en defensa del presidente de la MUFP, Enrique Saravia, “su hermano de la vida”.

¿Por qué convocarlo a la radio para que en más de 20 minutos este individuo amenace, acuse y enrede la cosa, pretendiendo ensuciar a los jugadores de la selección -le apuntó a Lugano, pero también quiso enchastrar a Godín y al resto- y a todos aquellos que construyen y sueñan el fútbol uruguayo?

“Yo no me metí porque no tengo que meterme, pero me tocás a mi hermano de la vida y te parto al medio. ¿No entendés? ¿Qué querés, que te hable en francés? Si ese es el vocabulario de la gente. ¿Qué dicen en la calle? No te hagas el vivo. Dejate de joder. Si no, te parten al medio. […] Hay más tuco en la olla, y hay cosas jodidas y delicadas. Yo tengo 54 años y estuve en cana. No me cabe nada”. Eso fue lo que dijo.

De la radio pasó a la televisión. De su celular en su amplia casa en San Francisco, Piriápolis, a los estudios de Canal 12, donde, mojándose los dedos con la lengua, hacía ostentación de fotocopias de vaya a saber qué cosas que nunca compartió durante los 24 minutos que estuvo frente a las cámaras. Se mantuvo en la misma; la única diferencia estuvo en que, ante la posibilidad de ser citado de oficio a comparecer ante la Justicia por “amenazas”, aprobó la expresión del periodista que sugirió que el “te voy a partir al medio” era figurativo. “Yo no amenazo a nadie”, dijo el hoy empresario, intermediario, comisionista de trigo y fideos.

Sí amenaza, amigo. Pero, en realidad, quienes están amenazados son los pingües negocios que aquel ex futbolista que sólo pretendía elevar e imponer a sus iguales, los jugadores, ha hecho durante décadas explotando bienes ajenos o mal enajenados -los derechos de imagen- y terciando en negocios en los que la intermediación fue la parte del león y fue consumiendo las posibilidades de desarrollo natural y potenciado de nuestro fútbol. Una vez más, queda clara la incidencia única e insustituible de Óscar Washington Tabárez, de su desarrollo de la “Institucionalización de los procesos de selecciones nacionales y de la formación de sus futbolistas”, de los jugadores, de la idea de “Procurar un desarrollo psicológico normal del individuo, conocer y ampliar su red de relaciones sociales positivas y favorecer su integración grupal (pertenencia, adhesión, solidaridad). Conocimiento y ampliación del universo cultural de los individuos”. Así fue como despertaron nuestros jugadores: “Los futbolistas profesionales del medio local hemos despertado. La denuncia realizada por los jugadores de nuestra Selección Nacional nos abrió los ojos. Ahora sabemos que es necesario luchar para evitar que la enorme mayoría de los beneficios que genera el fútbol uruguayo quede en manos de intermediarios o de terceros, personas y empresas que no son los reales protagonistas de nuestro fútbol”. Así, la situación, la sensación, va quedando laudada, por lo menos en espíritu, para el lado de los buenos, que no son otros que los jugadores, la esencia del fútbol, lo más puro y lo más sano de ese enorme plan de negocios que es el fútbol empresa.

Dice el Indio Líber Vespa que “la huella más grande que dejará el Maestro es la del ‘jugador nuevo’, el que entiende de derechos, de ética, de firmeza, de valentía, de luchar por el colega, de tener claro que cuando tocan a un jugador tocan a todos”. Y él, ese indoblegable futbolista, hoy director técnico, brinda por esta nueva generación y por que se mantenga en el tiempo.

Claro que sí. ¡Uruguay nomá!