Vas a dirigir tu segundo Sudamericano sub 20 al frente de la selección, y tenés experiencia en competiciones -Sudamericanos y Mundiales- tanto en la sub 20 como en la sub 15 y en la sub 17. ¿Qué diferencias, a grandes rasgos, encontrás en las tres categorías?

-Hay diferencias significativas en cuanto a las inquietudes, a los momentos de vida de los jugadores -en la parte humana y futbolística-. Los sueños son parecidos, pero en diferentes momentos. Desde el punto de vista futbolístico, hay muchos aspectos a tomar en cuenta. Desde los objetivos como entrenadores, la relación con el grupo y también las metodologías de trabajo y los objetivos a perseguir; cada categoría tiene su particularidad. Otro elemento a tomar en cuenta es que la sub 15 de hoy tal vez no sea la misma, en cuanto a rasgos generales, que la que yo dirigí hace años.

Comenzaste en la sub 15 en 2007; se van a cumplir diez años de tu llegada a las selecciones juveniles de Uruguay. ¿Qué cambios futbolísticos hubo de 2007 a esta parte?

-Ha venido marcándose un cambio muy grande en los últimos años en cuanto a la consideración de los jóvenes. Antes a los jóvenes, en una etapa de formación, no se les daba espacio a considerarlos transferibles, por ejemplo, al futuro, a los proyectos. Pero esa cuestión se profesionalizó y se comercializó, lo que ha traído una cantidad de cambios importantes. El fútbol ha cambiado en general y eso se transmitió a las categorías juveniles, que con su impronta, sus ideas y su imaginación las han ido percibiendo. En la preparación, y en la relación entre entrenador y jugador, han cambiado muchas cosas, también: los futbolistas están más enterados de todo y la globalización les permite imaginarse cosas que antes no conocíamos ni veíamos. Se les habla de proyectos a futuro y también hay muchas cosas que intervienen en su vida diaria y futbolística que el entrenador tiene que considerar.

También hay que considerar algunos aspectos negativos.

-Sí, eso puede suceder con todo cambio. Tienen que entretenerse, disfrutar, no dejar de vivir sus vidas junto a sus amigos. Por ahí se distraen o se enfocan en una realidad para la cual hay un porcentaje muy chico de posibilidades de lograrla -porque la estadística lo marca-. Sobrevienen después, cuando no se dan las cosas, depresión y frustración en chiquilines a los que injustamente les hicimos creer que podían llegar. Eso los quita del lugar que tienen que tener, que es ir al liceo, tener sus amigos en el barrio, ser uno más de su familia y no ser “el proyecto” de esta. Eso, indudablemente, va criando chiquilines que no logran sus proyectos.

¿Cómo se trabaja ante ese posible “fracaso”?

-La tolerancia a la frustración es muy importante en cualquier tarea, en el área en que nos enfoquemos. Se sueñan cosas, pero a veces el camino para lograrlas es bastante duro y está lleno de situaciones adversas. Por eso se debe tener carácter, personalidad y tolerancia para saber llevar esas situaciones, esos momentos de dificultad y tener claros los objetivos de cómo se puede lograr eso: con preparación, humildad, compañerismo, compromiso por el objetivo, y no porque una persona vino y me dijo que tenía que hacerlo y conseguirlo a cualquier precio.

En el último Sudamericano sub 20 que se jugó en Uruguay, en 2015, se cumplió el objetivo de clasificarse al Mundial y se estuvo muy cerca de salir campeón. ¿Fue muy fuerte el golpe de perder ese torneo en un Centenario repleto?

-No. Era un deseo que fue madurando con el correr del torneo. En nuestra preparación no teníamos por qué imaginar que íbamos a ser campeones, porque tampoco éramos un equipo tremendamente superior a los demás. Ese deseo fue creciendo -la primera ronda fue brillante- y todos los equipos en la segunda fase encuentran dificultades; algunos las sobrepasan y otros no. Siempre va a haber un campeón, pero de todos modos obtuvimos cosas muy importantes en ese torneo: la maduración de los futbolistas, la formación de un gran equipo que desde el punto de vista humano fue brillante, que además logró clasificarse y vivir la experiencia de un Mundial. Después fuimos a los Juegos Panamericanos y después se consiguió la medalla de oro, y el objetivo que nos quedó pendiente fue ser campeones. Cuando uno va a un torneo, lo que quiere es quedar lo más arriba posible, por lo tanto, ganarlo. Tenemos claro que de las diez selecciones que participan en los Sudamericanos sólo una lo va a ganar. Estuvimos muy cerca, pero el fútbol nos somete a esas experiencias, y los que se reponen de esas situaciones siguen adelante y tienen la capacidad de capitalizar esa experiencia en beneficio personal; esos son los que después, tarde o temprano, terminan logrando cosas importantes.

“La formación de deportistas es el mayor resultado de las selecciones juveniles, y hay que mantenerlo”, nos dijiste hace más de dos años en este mismo lugar. ¿Cómo analizás esa evolución, siguió en ascenso?

-Lo mantengo como principal objetivo. Cuando hablamos con los clubes del exterior con la intención de traer futbolistas, no solamente buscamos formar un buen equipo -lo que a los ojos de la gente parece ser el gran objetivo-, sino integrar futbolistas a este proyecto de selección y que vayan dando sus pasos previos a integrarse en una selección mayor. Y para aquellos que participan y no logran quedarse en el grupo definitivo, queremos dejar la huella en ciertos aspectos, desde el punto de vista humano, profesional, grupal, en la búsqueda de objetivos, en los sueños. Y también ayudarlos a irse acercando a esos sueños que ellos tienen de niños. Sigue siendo mi principal objetivo formarlos, y que mañana, cuando nos encontremos, hayan ido al torneo o no, podamos darnos un abrazo, recordar los lindos momentos, las experiencias para ellos y el crecimiento para mí como entrenador. Y si, además, podemos hablar de algún éxito deportivo, mucho mejor todavía. Esa es la búsqueda principal de los entrenadores de juveniles.

¿Se sienten respaldados por el cuerpo técnico de la selección mayor?

-Sí, es muy importante la relación de confianza que tengo con todos ellos. Me pone contento porque ellos vienen al complejo y ven que sigue germinando y sigue creciendo eso que ellos plantaron hace muchos años, que sigue funcionando. Y ser una de las personas encargadas de hacerlo funcionar me llena de alegría y satisfacción: para mí es un placer. Aun no estando físicamente, porque en fechas FIFA o en momentos de competencia no lo pueden hacer, siento el respaldo absoluto de ellos.

¿Cómo analizás el trabajo y el rendimiento de las selecciones nacionales en relación al fútbol local, teniendo en cuenta que son muy diferentes?

-Puede ser que sean diferentes, pero hay que tener en cuenta que las selecciones juveniles se nutren del fútbol local. Hay que intentar alinearlas, juntarlas, que persigan el mismo objetivo, enriquecernos unos de otros. Que la selección sea un factor de potenciación y de multiplicación del crecimiento de ese futbolista que se viene manifestando en su club, que le den la oportunidad de jugar, de mostrarse, de desarrollarse, de expresarse -jugar al fútbol es una manera de expresarse-. Algunos no lo hacen en un aula y sí dentro de una cancha, porque esa es una posibilidad que les da el deporte.

Se confirmaron las sedes del Sudamericano que se jugará en Ecuador. ¿Qué se espera de este campeonato, qué conocimientos tienen de los rivales?

-Hay mucho conocimiento, cada vez es mayor la información a la cual se puede acceder, porque hay muchos partidos amistosos, hay experiencias en Sudamericanos anteriores; por lo tanto, llegar a la información no es difícil. Lo importante es saber cuál es la información válida, para no llenarte de ella y terminar entreverándote.

¿Incide en algo para la preparación el factor de la altura que habrá durante todo el torneo, y más específicamente en Quito?

-Claro. Cuando vos elegís un plantel lo hacés de acuerdo a lo que va a afrontar, porque el momento de competir arranca el 18 de enero. Importa dónde se juega, qué está en juego, quiénes pueden llevar adelante la idea que tenés; entonces, todos los factores a los cuales nos vamos a ver expuestos son considerados. Unos tienen mayor importancia que otros.

¿En qué etapa de trabajo están ahora con la sub 20?

-En la preparación gruesa, para, a partir del 15 de diciembre, comenzar con un plantel bastante cercano al equipo que va a representar a Uruguay en el Sudamericano. Trabajaremos con 26 jugadores, 27 como máximo.

Hay jugadores, como Ramiro Guerra y Rodrigo Amaral, que ya tienen la experiencia de un Sudamericano y un Mundial de la categoría (se suma Marcelo Saracchi en el caso del Mundial). ¿Qué importancia tiene eso para el trabajo del cuerpo técnico?

-Es muy importante. Con los pocos años que ellos tienen, hay que capitalizar la experiencia de haber vivido esas competiciones. Para mí son jugadores muy importantes. Hay otros futbolistas que tienen mucha experiencia también en Primera División, y eso también es importante por lo que ya han vivido, por lo que significa formar parte de un plantel, jugar con la responsabilidad de un resultado y la valoración del riesgo, porque una cosa es que pierdan una pelota en cuarta división y otra es perderla en Primera. Todo esos factores los van formando.

¿Cómo se maneja la crítica de la prensa a una edad en la que no se ha llegado a la maduración plena?

-Yo creo que a los jugadores hay que hacerles entender, por lo menos desde mi óptica, qué peso hay que darles a esas expresiones. Es importante que no se dejen llevar por eso, porque a todos nos gusta que nos alaben y eso nos hace relajarnos. Y a veces esa opinión favorable no está fundamentada, sino que es fruto de algo circunstancial que vieron, de un resultado, o de algo que le dijeron y lo repitieron. Nosotros les decimos que la verdadera razón de crecimiento es la preparación, que están en una etapa de formación, pero que básicamente se están formando como personas, como futbolistas y como integrantes de una organización en el relacionamiento y en lo que ellos puedan aportar con los compañeros. A veces, las opiniones de gente que está por afuera y que no conoce la realidad pueden estar viciadas de un interés personal, y carecen de información completa.

¿Cambió mucho tu manera de ver el fútbol en estos diez años, desde que llegaste al Complejo Uruguay Celeste?

-Cambió, no sé si mucho, pero cambió. La manera de entrenar, de relacionarme con los chiquilines, las cosas a las que hay que darles importancia.

¿Y la manera de jugar?

-También. He aprendido mucho de jugar partidos internacionales. Hay que combinar varias cosas: no perder los rasgos típicos, la idiosincrasia propia de nuestro fútbol, pero tampoco dejar de evolucionar hacia el fútbol que se juega en el mundo. Hay que trabajar sobre las características de los jugadores que ocupan ciertas posiciones, las características colectivas del equipo, que no podemos perder, y trabajar con un número grande de jugadores, no tanto en la táctica puntual como en el crecimiento y en la formación. Cambié y sigo cambiando, sigo aprendiendo.

¿Qué te dejó el libro Forjador de éxitos, de Pat Riley, que estabas leyendo en 2014, previo al Sudamericano que se jugó acá en 2015?

-Un montón de cosas; leo mucho. Lo tengo en casa, y muchas veces releo esos libros de entrenadores. Y que venga acá al complejo el cuerpo técnico de la mayor es una forma de enriquecerse permanentemente, por las experiencias de ellos, porque ven las cosas con una mirada un poco más externa, a pesar de que estamos todos embarcados en el mismo proyecto. Aquel libro de Riley me encantó. Seguramente ese mismo entrenador hoy verá algunas cosas desde otra perspectiva, pero hay otras que son duraderas en el tiempo.

¿Qué estás leyendo ahora?

-Jorge Giordano me invitó a acompañarlo en la Asociación Cristiana de Jóvenes a dar clases, entonces estoy leyendo material enfocado en eso: metodología de entrenamiento, análisis del juego. Y estoy en contacto con un analista español -que trabaja en Sporting de Gijón- que me está brindando mucha información de modelos de juego, análisis de partidos, cómo el analista hace la preparación para el entrenador.

¿Qué recuerdo te quedó grabado de estos diez años?

-El recuerdo más fuerte desde el punto de vista deportivo fue la final del mundo sub 17 con México en 2011 en el estadio Azteca. No digo que hayamos ido sin grandes expectativas a ese torneo, pero era nuestra primera experiencia como cuerpo técnico. Nos vimos expuestos a un Mundial con una organización tremenda de los mexicanos y con selecciones muy buenas. Y cuando nos quisimos acordar, estábamos jugando la final del mundo: fue una gran experiencia. Pero lo más fuerte son las conclusiones que voy sacando sobre lo que pasa con los chiquilines, que a los 15 años los vemos como unos cracks y después no lo son o no llegan, y la comparación con otras selecciones: cuántos llegan a destacarse de otras selecciones y cuántos llegan de las nuestras. Eso me inquieta, y es en lo que estoy trabajando ahora.

¿Y hay alguna primera respuesta?

-Se está estudiando, estoy en el medio del proyecto. Pero algunas cosas he visto. Nuestro fútbol tiene grandes virtudes en cuanto a la cantidad de competencia, que hace crecer a los jugadores; la importancia que le damos a un resultado deportivo influye en su formación y la infraestructura también. Creo que el fútbol es tan importante para el uruguayo y para una familia, que a veces le damos una importancia mayor que la que debe tener. A un hijo, a un sobrino, a un amigo, al hijo de un amigo. Inconscientemente, les vamos dando ciertos privilegios, y llega un momento en que se cansan de eso. Quieren ser chiquilines, quieren ser niños, quieren ser jóvenes, quieren poder equivocarse cuando se encuentran frente al arquero, quieren poder equivocarse en una llegada tarde, y nosotros a veces les decimos: “Si querés ser profesional no podés llegar tarde”. Y capaz que a los 14 años tiene que llegar tarde para darse cuenta de lo que implica llegar tarde.

Están las sedes

El Campeonato Sudamericano sub 20 Juventud de América se llevará a cabo en Ecuador entre el 18 de enero y el 11 de febrero. Las sedes que eligió la Federación Ecuatoriana de Fútbol son cinco: Ambato (estadio Bellavista), Riobamba (estadio Olímpico), Ibarra (estadio Olímpico), Lacatunga (estadio La Cocha) y Quito (estadio Olímpico Atahualpa). Las cinco ciudades están ubicadas en el centro geográfico del país, todas sobre el nivel del mar, entre los 2.220 metros de Ibarra, pasando por los 2.580 de Ambato hasta llegar a los 2.700 de Quito -donde se disputará la fase final- y los 2.750 de Riobamba y Lacatunga. Participarán Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela; estas diez selecciones se dividirán en dos grupos y jugarán por clasificarse al Hexagonal final -tres de cada lado-, en el que se medirán todos contra todos para obtener las cuatro plazas que representarán a Sudamérica en el Mundial de Corea del Sur, que se jugará entre el 20 de mayo y el 11 de junio del año que viene.