¿Con qué edad te acercaste al mundo del arbitraje y por qué?

-Tenía 21, 22 años. Estaba jugando en Fénix, entrenando en el plantel de Primera, y tuve pubalgia. No podía pegarle ni a la pelota y me mandaban correr alrededor de la cancha. Había una práctica con Liverpool, habían pedido árbitros y faltaron. Vino el técnico y me dijo: “Ponete vos de árbitro”, y me puse. Me enganché, me empezó a gustar y después de que dejé el fútbol me metí al arbitraje de una. Se dio todo muy rápido.

¿Te acordás de tu primer partido en Primera División?

-Fue en el Clausura de 2011, un 2 de febrero. Racing con El Tanque [Sisley] en la cancha de Racing; eran dos equipos que se estaban jugando el descenso. Lo anecdótico es que cuando un árbitro sube a Primera División por lo general le dan partidos como cuarto árbitro, o arrancás en la B y te van probando. Pero mi caso fue distinto: yo subí y enseguida me mandaron a ese partido, que era un enfrentamiento por puntos que dolían. Era un riesgo romper el hielo así, era una parada importante, pero afortunadamente salió bien.

¿En algún momento soñaste con llegar a Primera?

-Al principio entré al arbitraje por curiosidad, porque me gustaba el fútbol. Después, como todo, te vas adaptando, te empieza a gustar más, agarrás confianza. Cuando estás en segunda categoría, que arbitrás en la C o en Tercera División, ahí es un momento en el que tenés que hacer un colchón de experiencia para subir a Primera. El tema es que estuve cinco años en esa categoría y en un momento estaba medio desmotivado. Pero el último año, que fue cuando me dije: “Es este o me retiro”, justo me ascendieron. En principio, entrás en la desesperación de querer mejorar, como en toda disciplina de la vida. Pero al mirar hacia atrás entendés por qué pasó todo eso.

¿Quién te avisó del ascenso a Primera? ¿Cuál fue tu primer pensamiento?

-Me llamaron por teléfono un 24 de diciembre, de tarde. Estaba en mi casa con la familia, en la previa de Nochebuena, y me llamó un integrante del Colegio de Árbitros y me dijo: “Mirá que si bien va a ser oficial la semana que viene, ya te quiero avisar para que lo vayas festejando”. Fue un momento precioso.

¿Cómo es la carrera de estudios de un árbitro?

-El curso cuando yo lo inicié por primera vez lo implementaron por dos años, antes siempre era uno. Además, hacía como cinco años que no se hacían cursos. Como había pocos árbitros, al segundo año ya nos mandaban a hacer partidos juveniles y se hizo más llevadero. Los requisitos son medir más de 1,70, tener ciclo básico aprobado y tener entre 18 y 25 años. Creo que hoy los requisitos siguen siendo los mismos.

¿Cuántos árbitros entran por generación?

-En 2002, que fue cuando yo lo hice, entraron como 30 y seguimos unos 20. Ahora se anotan un poco más; supongo que eso se debe a que la imagen del árbitro cambió. Pero también en la actualidad hay un filtro mayor: hay pruebas físicas exigentes, hay una entrevista con un psicólogo; pero, al fin y al cabo, todo termina en lo mismo: hay que dar el máximo y si se da, se da.

¿Cómo viviste las experiencias tanto de estudio como de empezar a trabajar?

-Fue algo que iba de la mano. Durante el curso tenés una parte que es teórica y otra que es evaluación práctica, y hay que tratar de encontrar el equilibrio entre ambas. El fútbol es un deporte en el que no tenés que saber el reglamento para jugarlo. Si entra al arco es gol, si se va del rectángulo es fuera y saca el otro. Pero cuando empecé a hacer el curso me di cuenta de que no sabía nada de las reglas de fútbol, y de qué tan importante era saber muchas cosas básicas, no sólo como árbitro sino como jugador o como integrante de un plantel, para poder sacar ventaja, en el buen sentido, del reglamento. Eso me fue entusiasmando.

Desde tu experiencia, ¿qué consejos darías a los futuros candidatos a árbitro?

-Primero que nada, que si se meten en el ambiente del arbitraje lo hagan por vocación, porque esto realmente te tiene que gustar. Ha pasado que algunas personas, en otra época, se metieron en el arbitraje porque escucharon que se pagaba en las canchas o que les daban ropa. Pero si entrás por ese lado, durás poco. En cambio, si de verdad te gusta, te entusiasma y además lo tomás con seriedad; es una linda carrera. Ser árbitro es también un estilo de vida. No significa terminar un partido de fútbol e irte para tu casa: sos árbitro de domingo a domingo, porque el lunes vas a trabajar o a estudiar y te cruzás con gente que te vio en el partido. O cuando arrancás en juveniles te conocen los delegados, los padres, los jugadores, entonces vos tenés que ir creando una imagen tuya dentro y fuera de la cancha. En eso el cuidado es importante. Fijate que antes decían que lo árbitros se tenían que parecer a un atleta; hoy hay que ser un atleta, porque cada vez te exigen más en la parte disciplinaria, en la parte técnica, en la parte física. Antes no pasaba nada si veías un árbitro con panza, medio gordito; era algo normal. Hoy por hoy, eso no se ve: hay que estar entrenado, hay que comer bien, hay que tener una vida saludable.

A propósito de eso, ¿cómo es tu preparación física?

-Depende de cuándo tenga partido. Si arbitro un sábado, entreno de lunes a jueves y el viernes hago un trabajo regenerativo para prepararme para el sábado. Si me toca un domingo, entreno de martes a viernes o sábado. Esa sería una rutina normal, pero también puede depender de si tengo algún partido internacional entre semana. Con el plantel de árbitros tenemos dos días de entrenamientos obligatorios que hacemos en el Parque Nasazzi, la cancha de Bella Vista. Hay horarios de mañana, de tarde y de noche. Yo voy de mañana, salgo y de ahí me voy a mi trabajo. Eso, por lo general, es martes y jueves. Lunes, miércoles y viernes complemento en un gimnasio y entreno con un profesor particular. Tenés que estar bien físicamente, porque en el correr del año te evalúan, aproximadamente cada tres meses, por ser árbitro internacional. Te exigen una prueba física que consta de una parte de velocidad: tenés que hacer seis piques de 40 metros en menos de seis segundos cada uno, con una recuperación de 1 minuto. Después de que terminás esa parte de sprint, tenés dos o tres minutos de descanso y largás la parte de los intermitentes, que son 75 metros en 15 segundos, caminás 25 metros en 15, recuperás y largás de vuelta. Son 40 pasadas como esa. Son pruebas realmente exigentes.

Mencionaste que tenés otro trabajo, además del arbitraje. ¿Cómo te afecta?

-Trabajo en un laboratorio médico. Soy vendedor, visitador médico. Por suerte, puedo arreglar el tema de los horarios cuando tengo que viajar. Pero para el árbitro uruguayo es un problema. Antes trabajé en una importadora, en la que prácticamente vieron crecer toda mi carrera como árbitro. Nunca tuve mayores problemas, hasta que me tocó salir para arbitrar partidos en el exterior. Los primeros viajes te los festejan, pero a partir del tercero o cuarto me avisaron: “Ferreyra, mire que esto se complica así”, y tuve que elegir. Entonces, después de diez años, tuve que dejar de trabajar en esa empresa y dedicarme un poco más al arbitraje.

¿Tienen un salario fijo o cobran por partido?

-Cobramos por partido. Una dificultad es que acá en Uruguay tenemos una temporada muy corta. Hice el 12 de junio Peñarol-Plaza Colonia, el partido en el que salió campeón Peñarol, y a nivel local volví a arbitrar, el 31 de agosto, Danubio-Nacional. Esa distancia entre un partido y otro no sólo afecta en lo económico, sino que en la práctica también. Así como los jugadores están sin fútbol y se les nota, al árbitro le pasa lo mismo. Entra a la cancha y se siente como perdido, es algo lógico. El tema es que uno va siempre a rendimiento. Si a vos te va bien en un partido, te ganás posibilidades para el futuro, pero si te va mal, pasás a la cola, te vas para atrás. Y es mucho peor si te lesionás. A diferencia de un jugador, que se lesiona y no juega pero le respetan el contrato, en el arbitraje eso no pasa. En enero de 2015 sufrí una rotura del tendón de Aquiles al dar una prueba física para el Sudamericano sub 20 que se jugó acá; como consecuencie estuve seis meses parado durante los cuales no arbitraba ni cobraba. Ese fue otro de los momentos en los que pensé en dejar la carrera, pero aprendí que cuando pasan esas cosas hay que tratar de superarlas, hay que tomárselo así. Volvés más fuerte. Lo difícil no es el fin del mundo. El mejor premio es ver la realidad.

¿Cuál es el partido del que guardás un mejor recuerdo?

-Son varios. El primer partido en Primera del que hablábamos, el primer clásico, más allá de que haya sido uno de verano. Hace poco, también debuté en las Eliminatorias, en Bolivia con Paraguay, un partido que fue importante, en la altura, que tiene un entorno particular. Me fue bien en todos, son momentos gratos. El arbitraje son etapas que uno vive, y guardar el recuerdo de ciertas cosas es lo más importante.

¿Qué diferencias hay entre arbitrar en juveniles, en la C, en la B, en la A y en competencia internacional?

-Hay un ejemplo claro: muchas veces se dice “tal persona arbitra de una manera acá y de otra cuando le tocan partidos internacionales”. ¿Y sabés qué? Es verdad, porque se juega distinto. No es lo mismo la C que la A, ni acá que allá. No porque sea peor, simplemente porque son distintos estilos de fútbol, que se juegan con diferencias tácticas y de orden, o porque las canchas son mejores, cosa que no sólo ayuda al jugador, sino también al árbitro. Todo influye, y el árbitro tiene que hacer esas lecturas para adaptarse. No quiere decir que vaya con otro reglamento, ya que las reglas son las mismas, pero sí significa leer lo que pueda requerir un partido, sea donde sea, hacer un estudio de los jugadores y de lo que haya en juego. No es lo mismo un partido por el campeonato que por el descenso. Todo es información, y es diferente según las divisionales y según los partidos.

¿Cómo compaginás tu vida arbitral con la familiar?

-Compartiendo los buenos momentos y tratando de que la familia entienda cuando estamos expuestos a las críticas o pasan situaciones de mucha violencia. La familia se preocupa, se pone nerviosa, ya sea al mirar el partido por la televisión o al escucharlo, o al leer la prensa, y es lógico que eso suceda. Me pasó este año, en el partido Peñarol-Rampla Juniors, que tuve que suspender en el primer tiempo por el incidente que hubo en la tribuna Ámsterdam. Hay que aislar un poquito lo que pasa dentro de la cancha, que forma parte del rol que desempeño, pero afuera trato de llevar una vida normal.

¿Pensaste en algún momento que el nivel de exigencia podía llegar a ser tan alto?

-Al principio, no. Después, cuando vas subiendo de categoría y te van pidiendo más requisitos, tenés que hacer el cambio de chip, sobre todo en la parte física. Antes te pedían test de Cooper, o terminabas de entrenar y te ponías a jugar al fútbol. Ahora terminás de entrenar, te das un baño, te vas a trabajar y después tenés que aprovechar todos los momentos de descanso que puedas. Hay que cuidar todo, porque el arbitraje también es de alta competencia. Si no lo hacés, a la larga lo vas a sufrir.

¿Cuál ha sido o es el árbitro al que siempre quisiste parecerte y por qué?

-Siempre trato de observar a todos, desde que estaba en juveniles voy a ver a los árbitros de Primera. De todos trato de sacar un poquito. No tengo un ideal. De repente sí me gustaba el pelado [Pierluigi] Colina, el italiano, por el estilo con que arbitraba. También me gustaba mucho el argentino [Horacio] Elizondo, porque lo veía con un perfil serio, centrado. Lo mejor es partir de la base de que los árbitros no somos robots y cada uno tiene su estilo. Algunos son más de llevarla conversando con los jugadores, mientras que otros son más estrictos con el reglamento. Volviendo a lo de los referentes, hoy por hoy no tengo uno del que diga “quiero ser como este”. Sí trato de mirar mucho, observar y sacar de todos lo mejor.

¿Tenés alguna manía o cábala en la que te reconozcas, ya sea antes, durante o después de los partidos?

-No sé si llamarle manía, pero me gusta hacer lo mismo para todos los partidos. Por ejemplo, si el partido es de tarde, trato de levantarme temprano, desayunar bien, comer pasta al mediodía, y me gusta llegar dos horas antes a la cancha. Me fastidia si llego una hora antes, no me gusta. Hay que estar con tiempo en la cancha, porque nunca sabés los inconvenientes que pueden presentarse. Si vas sobre la hora del partido a querer controlar todo, te volvés loco. Prefiero ir con tiempo y planificar todo junto con mis compañeros. Algo que podría ser una cábala es que me gusta usar siempre la camiseta negra, pero últimamente es más difícil porque hay que ajustarse y usar todos los colores que hay. Tengo la costumbre de entrar con el pie derecho a la cancha, usar el mismo silbato o moneda, cosas así. Un día no encontré la moneda con la que hacía todos los sorteos y me puse nervioso. Otra vez me pasó que me olvidé de la calza, una que tenía desde que arbitraba en inferiores. Llegué a la cancha de Wanderers, no la encontraba y me puso nervioso... ¡Por una calza! Arbitré sin ella y no pasó nada -¿qué iba a pasar?-, pero estuve raro todo el partido. Cuando volví a casa le pregunté a mi señora: “Escuchame, ¿la calza no la viste? porque yo la había metido en el bolso”, y me contestó: “Vos sabés que estaba tan viejita que la tiré”. ¡Chan! Se terminó la manía [risas]. Había que tirarla, estaba hecha pedazos; estuvo bien en esa.

Cuando mirás por televisión una jugada relevante de un partido que dirigiste -un penal, por ejemplo- y ves que no estuviste acertado, ¿cómo procesás la información?

-Bueno, si tengo algún cuchillo cerca... [Se ríe]. Obviamente que en la cancha tomás decisiones que de repente luego en la tele no se ven tan claras, o viceversa. Por eso hay que tener autocrítica. El mejor árbitro no es el que no se equivoca, es el que menos se equivoca, porque errores tenemos todos. Si de noche lo ves en la tele y te equivocaste, tenés que calentarte. Después lo mejor es limpiar la cabeza, darte cuenta de por qué te equivocaste y prepararte para no volver a cometer ese error en el siguiente partido. De todas formas, no lo hago siempre, sólo si hubo una jugada que dejó alguna duda trato de verla, para ver cómo fue.

¿Cómo hacés si querés ver un partido completo? ¿La AUF [Asociación Uruguaya de Fútbol] tiene la filmación de todos los partidos?

-Hay un sistema, un programa, que tiene todos los partidos de todos los países y te muestra el partido que quieras del campeonato de ese país. No es de la AUF. Es un programa que empezaron a usar algunos equipos y selecciones, y luego a nivel de la Conmebol o de la FIFA lo han presentado para que esté al alcance. Entrás, tenés todas las banderas de los países, cliqueás “Uruguay”, te dice la fecha, le das clic al partido que te interesa y lo mirás todo. Los instructores de cada país lo tienen y trabajan con eso.

¿Cómo debe ser, en tu opinión, la labor de equipo entre el árbitro y el árbitro asistente?

-Somos el tercer equipo que está dentro de la cancha, aunque tenemos la contra de no poder practicar juntos como lo hacen los planteles de fútbol. Estamos mejorando en eso y se está tratando de hacer trabajos de campo en la semana con algunos compañeros. No entrenar situaciones de juego es claramente una desventaja. Y no sólo eso, sino que cambiamos permanentemente de compañeros. Nunca te terminás conociendo del todo. Por eso insisto con lo de ir dos horas antes. Hay que aprovechar esas horas previas para planificar, para hablar sobre cómo encarar el partido, qué hacer en ciertas situaciones de juego, si mirarnos o hacernos gestos, más allá de los intercomunicadores o los banderines electrónicos. La comunicación entre los árbitros es fundamental.

¿Qué pensás cuando un árbitro es agredido o insultado en el ejercicio de su labor?

-Te da bronca, impotencia, porque la verdad es que uno como árbitro entra a la cancha para hacer el mejor partido, igual que un jugador. Vas a trabajar. Lo menos que querés es pasar por una situación de esas. Entonces, cuando suceden esas cosas te frustra un poco, te angustia. Es lo peor de todo. Y lamentablemente ocurren más seguido cada fin de semana. Si está pasando en Primera, imaginen los que es en juveniles. Es algo que tenemos que trabajar ahí. Todos, como sociedad. En cualquier partido de baby fútbol escuchás a los padres gritando “pegale”, “matalo” o insultando al árbitro; el hijo ve eso, y es frecuente que repita la misma conducta. Entonces en estos temas hay que empezar a corregir desde abajo, dar mensajes de no a la violencia desde ahí, desde la base.

¿Qué opinás de las nuevas tecnologías en el arbitraje?

-Hay cosas que están bien. Por ejemplo, el tema del ojo de águila me parece que está bueno, porque es algo que te ayuda en cosas decisivas, más allá de que sirva para jugadas que se dan una en mil. Pero pensando en nuestro país, esta tecnología es cara y difícil de implementar en todas las canchas. De todos modos, yo soy partícipe de que, como al fútbol lo inventó el ser humano, lo tiene que seguir jugando el ser humano. Si bien es bienvenida la tecnología, los sistemas de comunicación, el acertar y el errar, son parte del juego. Hay que convivir con eso.

¿Has salido de alguna cancha escoltado por policías o personal de seguridad?

-Me pasó en algunos partidos. La más brava, tal vez, fue en mi primer partido internacional, al que fui de cuarto árbitro. Fue en Medellín. Era entre Itagüí de Colombia y Libertad de Paraguay. Fue un partido tranquilo, con poca gente en las tribunas. Pero terminó y de repente veo que la Policía nos puso los escudos para protegernos, y pa, pa, pa... caían piedras de todos lados. Hasta el presidente del cuadro nos tiró con un celular. Por suerte, nos metieron en el vestuario y zafamos.