Cuando terminó el partido en el Campus de Maldonado, mientras Mick Jagger tiraba unos pasos en el Centenario, cerca del círculo central los jugadores de River Plate se saludaban discretamente, con abrazos fraternos que no escondían ni la conformidad ni la seguridad del deber cumplido. Habían jugado por primera vez en esta fase larga de la Libertadores y habían controlado cuanto pudieron a un grande como Palmeiras. Seguramente hubiesen querido ganar, pero a falta de ese premio, consiguieron otra recompensa nada mala: no perdieron. Desde el punto de vista del resultado, no fue malo el arranque de River en el grupo. En cuanto a la propuesta, y hasta a la competencia, tal vez haya dejado ganas de más, pero no está nada mal mantener la vertical y seguir en carrera.

Carrasco norte

Uno no sabe si es una adecuada reformulación del perfil de sus equipos lo que ha llevado a Juan Ramón Carrasco a revisar todo antes de salir -agua, aire, aceite, además del combustible- o si sus acompañantes -el resto del cuerpo técnico y, fundamentalmente, los jugadores- fueron los que revisaron si estaban todos los cinturones de seguridad para seguir en este viaje y encontrar buenas recompensas en el camino. Por eso, no resultó extraño ver aquel primer cuarto de hora con muchos riverplatenses en su cancha, con la línea de cuatro otra vez llena de zagueros, de punta a punta, y con todos corriendo y corriendo como si se tratara del Defensor del profesor José Ricardo de León.

Así sigue esta historia

La primera fecha del grupo 2, que se abrió ayer con la igualdad entre darseneros y palmeirenses, se completará el jueves 25 con el partido que jugarán Rosario Central y Nacional en el Estadio Gigante de Arroyito.

Seis días después, el miércoles 2 de marzo en el inicio de la segunda fecha del grupo, tricolores y darseneros se enfrentarán por primera vez en la Copa Libertadores en el Parque Central. Al día siguiente, Palmeiras jugará en su moderno estadio, el Allianz Parque de San Pablo con los canallas rosarinos. En la tercera etapa, que se jugará entre el 8 y el 10 de marzo, -las fechas exactas aún no fueron comunicadas por la Confederacón Sudamericana de Fútbol- Nacional jugará como visitante ante Palmeiras y River Plate también tendrá que salir del país para enfrentar a Rosario Central en Argentina.

Sin el volante Fernando Gorriarán, que estaba lesionado, Carrasco no encontró forma de sustituir la triple función de volante que tanto es capaz de convertirse en tapón como en enganche o mediocampista volcado a las bandas. Decidió, pues, armar otra línea de cuatro, delante de la de los zagueros, con el colombiano César Taján, Brunito Montelongo y Ángel Rodríguez por el centro. Por su parte, el zurdo Diego Rodríguez, que hace más de una decáda debutaba de 10 en el Peñarol de Fernando Morena y hasta de puntero izquierdo, defendió por esa banda. Adelante sólo quedaban Nicolás Schiappacasse, que igual colaboraba en su campo y cuyos arranques comenzaban siempre en terreno albirrojo, y Michael Santos, uno de los candidatos a pichón de Luis Suárez, que debe luchar en inferioridad numérica contra los defensas rivales.

Fue una elección agotadora para los dos delanteros, desgastante para los mediocampistas, que intentaban acompañar una vez que les llegaba el pelotazo a los de arriba, y también para los defensas, que permanentemente tenían que ver a los de enfrente con la pelota en los pies. Es raro que Carrasco haya elegido una estrategia mucho más conservadora que la de la selección, por ejemplo, a la que él suele exigirle otro posicionamiento y juego.

Mal que mal, así pudo bancar a un Palmeiras bastante más tibio de lo que el imaginario proyectaba, teniendo en cuenta al histórico elenco paulista. Pero a los 35 minutos, una exquisita pelota filtrada por Dudú terminó en definición de crack del volante Jean, que se la puso contra el palo a Nicola Pérez.

A la papelera

Aquella idea de tratar de conservar el cero o de mantener una buena posición defensiva -tal vez parida en aquella práctica de enero en el Saroldi, en la que Palmeiras le había hecho cuatro, o en el éxito, en otro contexto y otra coyuntura, del cero en el arco propio como valor de clasificación en Santiago de Chile ante Universidad- se iba a la papelera sin quedar ni en un esbozo de buen borrador. Recién entonces, y más por una cuestión de soltarse que de soñar, de empujar que de jugar, River empezó a llegar al área de los verdes paulistas, haciéndole el dos-uno al genial cuarentón Ze Roberto.

Pareció que con mayor contundencia y afán ofensivo podría desequilibrar a la defensa brasileña. Obligado, o reencauzado tras la revisión del manual del carrasquismo, River empezó más lindo el segundo tiempo, como si los verdes fueran Racing o la selección de Batlle y Ordóñez, es decir, sin exagerados prejuicios. A los 4 minutos del complemento, un par de tiqui-tiqui y una preciosa internada del Chapa Schiappacasse terminó en un penal que Santos cambió por el gol del empate. Estaba bueno para empezar de nuevo y elegir una propuesta más afín a este equipo, pero apenas 7 minutos después, una gran jugada entre Alecsandro y Gabriel Jesús, los dos que entraron al arranque de la segunda mitad, permitió a este último poner el 2-1 para el verdão.

Poniendo cabeza

Otra vez a remar. Por suerte o por la capacidad de sus jugadores, River pudo apoyarse en el juego de pelota aérea y rápidamente empató, en un córner, con un buen centro del Zurdo Rodríguez y un certero testazo de Montelongo.

De ahí para adelante el partido no tuvo juego de mediacancha: River se volcó extremadamente al pelotazo, mientras que Palmeiras no tuvo muchas estaciones en su camino al área contraria. El pobre Kily González se revolvió como un león en el lateral al enfrentar al habilísimo y más rápido Gabriel Jesús; quitó, metió y fauleó, tratando de tapar aquel agujero, sin que Carrasco le mandara alguna rueda de auxilio. Al final, se aguantó el empate, y te juro que no estuvo mal. Yo lo aprendí hace tiempo: cuando no se puede ganar, no hay que perder.