Hola, Luis, ¿qué acelga?

Bo, te estoy escribiendo aunque seguro no me leerás, porque no estoy aguantando más que todo el mundo esté arriba tuyo, mirándote con lupa como si fueses Dios.

Gordo, creo que vos no me conocés, y dificulto que valga la pena que me conozcas, pero, al decir del Vela, los amigos de mis amigos son mis amigos. Yo ya veo que sos amigote del Rafa Cotelo, que tampoco es mi amigo, pero lo quiero tanto como a vos, y entonces vos y una barra grande que anda por acá somos más o menos tres palos, nos hemos hechos compinches, por lo menos, de falsas comilonas, de asados virtuales, de una que cantemos todos. Ni que hablar de abrazos invisibles en cada gol en los que arrancamos contigo, en los que saltamos a cabecear atrás tuyo, en los que quisimos cortinar al urso que te quería hacer el hombre a hombre.

Entonces, Luis, dejá que me acerque a vos y, mientras das vueltas los zochori, te pueda decir lo que siento. Te lo digo de viejo que quiere tomar la postura de guacho ilustrado, de queyala, de zorro que quiere saber más por viejo que por zorro.

Escuchame, Luis Alberto, no le des bola a la gilada. Vos seguí así, como sos, como sentís, como hacés, que así estás bárbaro. En todo caso, seguí dejando que te coma la oreja tu jermu, Sofi, que tampoco la conozco, pero parece que es una mina que está genial y que te quiere bien, más que todos nosotros. Si tenés que escuchar a alguien, escuchá a los amigos, a los de la selección, al maestro, pero, por favor, no les des bolilla a estos millones de falsos alumnos de Sigmund, a estos millones de falsos licenciados en Trabajo Social.

¿A quién no se le va la moto alguna vez?

Escuchá una cosa, Luis: vos sos el mejor 9. Eso significa que sos el mejor abogado, el mejor carpintero, el mejor bancario, el mejor arquitecto, el mejor basurero, el mejor corredor de bolsa, el mejor carnicero, el mejor periodista, el mejor bizcochero. Así, como sos, sos el mejor y está bien que así sea. ¿Vos te creés que al mejor lo que sea -murguista, ministro, inspector, operador de radio- no se le chispotea, se le sale la cadena, se le va la moto o pega un portazo metafórico y literal cada dos por tres o cada muerte de un obispo? ¡Claro que sí! Si hasta al flaco Jesús se le fue la Harley Davidson en el mercado.

Estás bárbaro, Luis. Y además, ¿que hiciste? Nada, jugaste un partido de fútbol recontra, recontra complicadísimo, y vos solito, Gordo -porque esa es la posta-, los sacaste de los pelos a tus compas, metiendo, queriendo, jugando.

No sé ni mi importa si sos el mejor jugador que he visto en una cancha. Te miro como a un hermano menor, como a un vecino al que quiero, como a un compañero que tiene una luz que brilla y que no quiero que se apague.

Nadie me lo pidió, pero te juro que te cuido, que te cuidamos. No quiero que la cagues, pero es la vida, gurí, y, en definitiva, sé que sos un tipo como todos y que algún día harás cosas que no me gustan, que no compartiría; pero otras tantas veces, las más, me das muchas sonrisas, un calorcito de adentro, y sé que cuento contigo. Porque es eso lo que sentimos cuando estamos esperando tu arranque, tu desacompasada gambeta, tus topetazos divinos. Ya lo dije y repito: a Luis Suárez, por sobre todas las cosas, lo debemos evaluar, catalogar, enjuiciar, halagar o descalificar como futbolista y no como padre de familia, vecino o vendedor de electrodomésticos. ¿Quiénes son esos cosos que agarran el cucurucho y pontifican que te tenés que cuidar? ¿Cuidar de qué? ¿De no agitar las alas? ¿De no meter las caderas? ¿De no pedir que te cobren una falta si te levantan en la pata? Tas bien, gurí, tas genial jugando como nadie, siendo vos, como tenés que ser, como el camino te va moldeando que podés ser.

¿Y sabés qué? Así como sos, en lo que sos, sos el mejor. Yo ya lo tengo impreso, pero te lo vuelvo a decir. Ya lo escribí aquí y ahora, allá y ayer: sos el mejor de mi mundo, el mundo que cambia todos los días, el mundo que es como un partido de fútbol, con caras serias, sonrisas, responsabilidades, éxitos, fracasos y sublimaciones.

Nuestros sueños

Yo no te quiero pa yerno - mis dos hijas están casadas o concubinadas, y vos estás bárbaro con tu compañera-, te quiero, primero, para que busquemos la felicidad vos y nosotros, los que nos pelamos el culo para irte a ver con la celeste, para madrugar los domingos y hacerte el aguante con los gringos, para sentirmos catalanes, y siempre, siempre, para que tus caderas prodigiosas se acomoden para parir un nuevo grito de gol, para que se te desenrolle la sonrisa como se te desataba la moña en el patio de la escuela, para que tu rictus de seriedad no sea más que una careta que se deshaga en la mochila de responsabilidad, junto a todas nuestras ilusiones, nuestras expectativas y nuestros sueños cargados en vos.

Claro, vos o alguien que está leyendo estas letras va a agarrar para otro lado. Vale aclarar que yo te estaba escribiendo por todos estos que andan con grititos histéricos, de que no vayas así a esa pelota, que no hagas esto, que no hagas aquello otro, y les dan vida a los falseadores de realidad. Pero ahora, justo cuando te la estaba por mandar, pintó esto. ¿Podrás creer? Suárez, ¿vos podés creer que te estaba escribiendo esta carta cuando salió toda esta paparruchada? Mirá una cosa: yo no te vi con Álvarez en el 4, porque a mí no me gusta y chau, por más que te adoro, flaco-gordo, elegí mirar para otro lado, como quien se hace el bobina cuando ve que sus amigos tienen planes y no lo incluyeron. No pa cagarte, viste, pero, bueno, a vos te da cosa y te hacés el Gilberto y te quedás mirando la repetición de Benfica B con Boa Sorte. No sé lo que dijiste en Santo y seña ni sé por qué elegiste ese programa; pero como te he ido conociendo como el muchachito de una película de neorrealismo italiano, como te recuerdo de muchachito, cuando no te salían las cosas como algunos hinchas querían, como el Rafa, Sofía y vos me han hablado de vos, como el maestro te guía, como la forma en que vos mismo te mostrás en tu libro, a pesar de la doble traducción a contrapelo de tu simpleza, estoy seguro de que no podés haber dicho ningún disparate.

Lamentablemente y para mi disgusto y mi vergüenza, sí escuché a Daniel Fonseca. yY me dio asco y repugnancia escuchar cómo te menospreciaba mientras la claque aplaudía con su silencio.

Como una “Bola de nieve”

Luis, vos no sos un pibe, vos sos un hombre, un padre, un compañero, y seguro vas a ser el mejor Luis Alberto Suárez que podés ser, lleno de aciertos, lleno de tropiezos, con risas, cagadas y hasta mordidas; pero no le des bola a la gilada, seguí siendo cada vez mejor, mirando para adelante, riéndote tras cada gol, cantando “Bola de nieve”, haciendo pichí sentado para proteger la higiene de tus gurises, llorando porque cuando hay que largar el moco hay que largarlo, y poniendo alguna planchuela si hay que hacerlo. Luis, no te vamos a dejar nunca si sos como sos. No vamos a dejar que desprecien tu inteligencia, tus ansias de conocimiento, tus eternas ganas de salir adelante.

Se te quiere, Luisito, y cuando vengas por acá peganos un fonazo y aprovechamos para quemar unos palos y tirar un pecho cruzado arriba de la parrilla.