La distancia estuvo entre lo que pudo pasar y lo que pasó. Nacional jugó mejor, creó más situaciones de goles, aprovechó el hombre de más que tuvo sobre el final del partido, contó con chances para ampliar el marcador cuando estaba 2-1, pero lo cierto es que Peñarol le empató pasada la hora. Y ese gol del empate le desanda el camino de lo pensado al tricolor a la vez que afianza al carbonero de cara a la recta final del campeonato.

La radiografía de Peñarol no cambia. Ayer el desempeño del equipo de Jorge da Silva reflejó lo que le pasa fecha a fecha: no (se) convence, no logra plasmar una identidad de juego, sufre atrás, erra adelante, pero consigue los resultados. En definitiva, la ecuación le da, y puede, de ganar el Torneo Clausura, quedarse con todo. Y la de Nacional también fue una radiografía de lo que es: por momentos domina el trámite de los partidos, exige físicamente -pese al desgaste lógico de jugar torneo local y Copa Libertadores-, se nota que domina a sus rivales, es compacto en defensa, pero a veces no le alcanza para ganar. Nada es más real que nada.

Luego de un primer tiempo para el olvido -porque apenas si llegaron una vez cada uno al arco rival, aunque conviene decir que los planteamientos defensivos de ambos fueron buenos-, el partido se abrió de inmediato en el segundo tiempo. La defensa aurinegra se complicó en una salida, Carlos Valdez no pudo despejar correctamente una pelota aérea, Christian Tabó fue a buscarla y anticipó a Matías Aguirregaray, que lo bajó con una patada voladora dentro del área. Penal. A veces los errores son los indicios de algún descubrimiento. Dos minutos más tarde de las protestas el capitán tricolor, Diego Polenta, se puso la pilcha de definidor, la mandó a guardar con un implacable zurdazo y puso el 1-0.

Los goles siempre abren partidos. Ante el impacto de la apertura del marcador, Da Silva hizo la de siempre, una fórmula que le ha redituado de muy buena manera en el presente Clausura: mandar cambios que le den soluciones. Y en la primera bocha que el ingresado Hernán Novick tocó, tiró un córner a tres dedos, fuerte, y se la sirvió a Aguirregaray, que de cabeza puso el 1-1.

Pero no le duró nada la alegría a Peñarol. Tres minutos más tarde Federico Valverde tocó el pie de Leandro Barcia a la salida de un córner y el árbitro Daniel Fedorczuk, pegado a la jugada, pitó el segundo penal del partido, ante las airadas protestas de los aurinegros. Polenta volvió a sacar el manual del penal perfecto, le pegó fuerte, alto, a la derecha de Guruceaga y puso el 2-1. Iban 65 minutos.

De ahí hasta el final Nacional supo jugar con la desesperación de Peñarol. Con Felipe Carballo en la mitad de la cancha tras la salida de Christian Tabó, el conjunto de Gustavo Munúa se apoderó del balón, los espacios, los metros y las chances. Sebastián Fernández tuvo tres posibilidades de gol, Barcia otra, pero no fueron efectivos. Con Peñarol quebrado entre abajo y arriba, fue el propio Seba Fernández quien corrió desde su mitad de cancha y a quien Guillermo Rodríguez bajó con un patadón antes de definir. Roja directa, sin objeciones. Pero tampoco aprovechó el tiro libre a favor Nacional y el partido siguió abierto.

El tiempo oportuno es el ahora. El momento es el ahora. Y lo inimaginable es hijo del momento oportuno. Una jugada aislada, centro a la olla de Peñarol y Marcel Novick logra impactar el balón con la nuca, de espaldas, y la redonda se fue al fondo del arco tras dar en el caño. Un 2-2 para festejar.

Peñarol sigue rumbo a su objetivo. Punto. No le sobra nada y lo reconoce. Y no sólo eso: mantiene las diferencias. Ahí hay méritos. Del otro lado, para Nacional todo fluye en el presente: apunta a recuperar a Nicolás López de cara al jueves, cuando jugará la revancha de los cuartos de final de la Copa Liberadores ante Boca Juniors en Buenos Aires, quizás su partido más importante de los últimos años.

Los colores dependen de la luz con que cada uno ve.