El 15 de junio fuiste electo presidente de la FUBB. ¿Qué significa estar al mando del organismo más importante del básquetbol nacional?
-Es una gran responsabilidad, máxime si analizo la calidad de los presidentes que me han precedido en el cargo. Es una responsabilidad personal y, más que nada, un gran desafío que implica poder hacer cosas en favor del básquetbol. Haber estado acá adentro los últimos cuatro años es una ayuda importante. Espero aprovechar la experiencia desde que entré en el básquetbol, en 2003, cuando me fueron a buscar unos amigos de la infancia de Welcome, hasta 2010, cuando me vino a buscar [Fernando] Stagnari, quien entonces era presidente de la LUB, para que lo acompañara.
¿Qué balance hace de los ciclos anteriores de la FUBB? ¿Por dónde irá la proyección?
-Hay que tener mucho cuidado con los balances: hay que hacerlos en el contexto en que se dieron. Hoy estamos viviendo cambios muy profundos a nivel mundial, en la Fiba [Federación Internacional de Baloncesto]. El básquetbol en Uruguay, así como está, no es sustentable, está basado en gente que es hincha de clubes y aporta dinero para poder verlos competir. La federación es pobre, hace años recaudaba muy poco por conceptos genuinos. Siempre decimos que un deporte es exitoso cuando su selección o su principal torneo lo es. En nuestro caso, como la selección uruguaya no juega en Uruguay, entendimos que la forma de profesionalizar el básquetbol -y cuando digo “profesionalizar” no hablo sólo de dinero, sino de todo- fue mediante la LUB. Intentamos crear una marca y generar un concepto de unidad corporativa de los clubes en la que los objetivos generales estuvieran por encima de los particulares. Empezamos a generar la captación de nuevos patrocinadores que se fueron entusiasmando, y a trabajar en todas las áreas del marketing: precio, distribución, dónde jugamos, cómo, con qué frecuencia. La comunicación también fue muy importante, y creo que eso expandió bastante más el básquetbol a nivel conceptual. Hoy por hoy, eso lo tenemos que potenciar. La FUBB está considerada entre las tres mejores federaciones de América. Competimos en todas las categorías formativas, vamos a todos los campeonatos internacionales, ya sean femeninos, masculinos, de inferiores... Pero hay que dar un paso más. Mucho de ese trabajo ha estado soportado, más que nada, por la estructura, en la tarea de los neutrales.
¿Eso no sería una debilidad?
-Sí, lo es. Lo que pasa es que cuando gran parte de un proyecto está basado en gente que no cobra, este depende mucho de la buena voluntad de las personas, así como de las circunstancias. Cuando se trabaja de forma honoraria, a veces se corre el riesgo de no profesionalizarse. El camino que queremos tomar es reestructurar eso internamente; ya estamos trabajando en profesionalizar aun más el staff, tanto en procedimientos como en recursos.
Afrontar todo lo que significa perseguir ese objetivo implica invertir dinero. ¿Cuál es el estado económico de la FUBB?
-Estamos muchísimo mejor que antes. Se ha logrado llegar a acuerdos con empresas anunciantes grandes, con las que estamos renovando los convenios por cuatro años; son importantes porque con eso se cubre el 100% de las actividades de las selecciones. De todas maneras, si se compara la actividad local con otros mercados, sí se puede llegar a concluir que somos una federación pobre. En el balance que se presentó, el presupuesto anual de la federación, incluyendo todo -*staff * fijo, gastos de oficina, más las selecciones, viajes y entrenadores-, es de 800.000 dólares. Como todo en este país, la optimización de los recursos es una de las grades cosas. Entre patrocinadores privados, públicos y el aporte de la Secretaría de Deportes, trataremos de optimizar mejor el gasto. Esa es nuestra realidad. Se viene un desafío importante, porque dentro del proyecto deportivo apostamos a tener un cuerpo técnico estable en la selección, para que empiece a trabajar ya en un proceso de corto, mediano y largo plazo.
A propósito de eso: ¿cuál es la situación contractual con Marcelo Signorelli?
-Ahora está sin contrato. Tenemos que fijarnos prioridades, ya lo habíamos hablado con Marcelo. Este año hay muy poca actividad, terminó el Sudamericano de mayores y queda un sub 15 en octubre. Estamos poniendo el foco en el tema del gimnasio de la UGAB [Unión General Armenia de Beneficencia], porque ese va a ser un cambio muy importante, no sólo económico sino de imagen hacia afuera y hacia adentro. Allí estamos realizando una inversión bastante importante, con el objetivo de tener un lugar propio que genere mayor pertenencia. La idea es disponer del dinero para eso y llegar a un acuerdo -supongo que si no es esta semana, será la otra- con Signorelli para que tenga dos instancias dentro de su proyecto a cuatro años: en lo que queda de 2016, una actividad más que nada de planificación, con el fin de arrancar el año que viene en un trabajo más profundo.
¿Qué valor tiene para la FUBB ese proyecto a cuatro años?
-Tiene un valor muy importante, porque uno de nuestros objetivos es tener un plan de captación y desarrollo de talentos, en el que haya una interacción mayor con los clubes, además de un equipo encabezado por Marcelo, quien se encargará de supervisar toda la actividad deportiva, desde la sub 12 hasta la mayor. Eso implica un equipo importante de gente, y hay que buscar la forma de sostenerlo en el tiempo. Desde la primera reunión con Marcelo, hemos tenido bastante sintonía. En la federación veníamos de un trabajo continuo en formativas, pero donde las generaciones se juntaban y trabajaban para un campeonato específico y por poco tiempo. Entendimos que de esa forma las etapas quedaban muy aisladas; ahora la idea es que esas preparaciones sean mucho más cortas, mucho más intensas, pero que estén apoyadas en la satelización, día a día, del proyecto. Y en eso juega un papel clave la interacción del cuerpo técnico de la selección con los entrenadores de los clubes.
En la cadena que conforman la situación económica, el proceso de selecciones, las nuevas eliminatorias -con partidos de ida y vuelta, viajes incluidos- y la necesidad de tener un estadio aprobado por la Fiba, ¿cuál es el plan de trabajo?
-Con respecto al estadio, va a pesar mucho contra quién nos toque jugar. Vamos a tener dos partidos como locales, en noviembre de 2017 y en febrero de 2018. Se supone que el Antel Arena va a estar pronto alrededor de febrero o marzo de 2018. En esos primeros partidos va a depender mucho de si nos toca con Argentina o con Paraguay, por ejemplo. Hoy por hoy, el Palacio Peñarol está en condiciones para recibir partidos con baja convocatoria. Hay opciones de ir a Maldonado o a Paysandú, y no son para nada descartables, incluso está próximo a inaugurarse un estadio en Tacuarembó para 2.000 personas, que va a quedar impecable. Otra opción sería cambiar las localías en las dos primeras fechas y recién empezar a jugar acá en junio 2018.
¿Qué exige la Fiba?
-La capacidad del estadio, la cantidad de vestuarios, la calidad de las comunicaciones. El Palacio [Peñarol] cumple con esos requisitos, pero está algo obsoleto en las comodidades para recibir a la prensa extranjera. Son todas cosas alcanzables, sobre todo en la primera fase. Para la segunda etapa, en la que te pueden tocar selecciones más fuertes en todo sentido, como Canadá, Estados Unidos, Puerto Rico, incluso Brasil o Argentina, todos ellos equipos que generan que mucha gente ande a su alrededor, ya es más complicado.
¿Cuál es la lectura de la dirigencia sobre el nuevo formato del básquetbol mundial?
-Es una oportunidad. A la selección uruguaya le generará mayor sentido de pertenencia dentro del grupo, y eso hay que proyectarlo hacia la gente. Desde el punto de vista económico, es una unidad de negocios nueva. Si bien vamos a tener más viajes, habrá una forma de preparación más corta, con ventanas de nueve o diez días, a lo sumo 14, y la recaudación como local será importante. También habrá nuevas posibilidades de conseguir patrocinadores. Volviendo a la FUBB, ¿cuáles son los otros ejes de trabajo a los que apunta?
-Además de profesionalizar la federación, queremos digitalizar o tecnificar todos los datos de los jugadores, desde formativas hasta mayores. Aspiramos a que, software mediante, los equipos puedan fichar sus jugadores sin la necesidad de venir a la FUBB tres días antes del partido a hacer trámites. Hay que tecnificar todo eso para ser más profesionales. Otro eje de trabajo es el tema de UGAB y poder contar con nuestro propio espacio, además de que significará un importante ahorro. Por ejemplo, a veces la selección femenina practica en la cancha de Yale, las formativas lo hacen en Capitol, las mayores en Trouville, en la Unión de Veteranos o en el Palacio... Esa logística va a cambiar, porque tendremos todo centralizado en las instalaciones de UGAB. Otro eje es el interior: el 23 vamos a tener una reunión con los presidentes de los clubes de todo el litoral y de Colonia, para definir objetivos.
¿Cuáles serían? A veces la integración parece testimonial...
-Es un tema muy hablado. Soy partidario de transmitir que hay que ver el medio vaso lleno para después atacar el medio vaso vacío. Cuando hablo del interior es porque hay una especie de frustración por la incapacidad de la integración. La realidad, y lo puedo decir porque fui parte y porque también lo viví de afuera, es que seguramente no exista una federación que haya hecho más intentos de integración que la de básquetbol. Fueron intentos de todo tipo y color -aportando dinero, generando beneficios deportivos, como la posibilidad de tener tres extranjeros-, pero la frustración ha sido una constante, año tras año. Cuando uno lo analiza, encuentra múltiples causas. La primera de ellas es que es muy difícil integrar un deporte cuando el propio país no está integrado.
¿Cómo lo explicarías?
-Es una realidad: Uruguay no está integrado. Aplicado al básquetbol, en el litoral, que es un gran desarrollador de jugadores, cuando ellos tienen 18 años se vienen a jugar acá, por las causas que sea. Es imposible para un equipo del interior generar o formar jugadores para quedárselos y después competir. Siempre tienen que estar viniendo a conseguir jugadores de acá para llevarlos para allá, y eso les cuesta más caro: los que van al interior piden casa, comida, más un sueldo mayor que el que ganarían acá, y se hace muy difícil.
Los torneos se denominan Liga Uruguaya de Básquetbol y Liga Uruguaya de Ascenso (LUA), pero no participa ningún equipo del interior. Eso hace ruido, porque el nombre sugiere algo que no se condice con la realidad.
-Está bien. Pero tampoco podemos forzar una situación que después se termine frustrando. La realidad es que no se sostiene. Cuando vos ves el fútbol, que tiene mucho más recursos que el básquetbol, salvo excepciones, la integración tampoco se sostiene ni permanece en el tiempo. Hay que tomar como referencia las experiencias anteriores, las buenas y las malas, y mirar hacia adelante. Pero insisto: no podemos centralizarnos ahí, porque nos vamos a frustrar. Lo primero es el objetivo principal: formar jugadores. ¿Qué tenemos que poner nosotros? ¿Dinero, patrocinadores, clínicas? Bien, veremos cómo hacerlo. Segundo paso: cómo hacemos para que esos jugadores compitan más a nivel regional y después cruzarnos acá. Y después vemos cómo hacemos, por si alguno quiere armar un equipo para competir en el ascenso.
¿Por dónde irá el encare en esa reu- nión con el interior?
-Nosotros vamos con la postura, y creo que ellos están en sintonía, de focalizarnos en el desarrollo. Lo venimos haciendo desde hace dos años y queremos profundizarlo. El interior tiene una capacidad muy grande de desarrollar jugadores; tenemos que poner el foco en potenciar eso y no en algo que continuamente genera frustraciones porque está dentro de lo que llamo “variables no controlables”: centralismo de Montevideo, motivos de estudio, si se quiere mejores sueldos. O sea, tenemos que empezar primero por lo controlable, potenciarlo, para después identificar lo no controlable y ver cómo abordarlo.
Si un equipo del interior quiere jugar acá, ¿dónde comienza a competir?
-Esa es una idea que vamos a plantear en la próxima reunión del Consejo. La idea es darles posibilidades a los equipos del interior y, si se puede, formar un equipo para competir en el ascenso, que pueda entrar. El problema es cuánto lo sostenés. Cader de Rocha, por citar un caso, hizo esfuerzos brutales por competir, pero se desgastó.
En este momento, ¿cómo es el contrato con la televisión?
-Con la aprobación de los clubes, lo renovamos el año pasado hasta 2020, es decir, prácticamente hasta el final del período para el que fui electo.
¿La televisión tiene mucha injerencia en la organización del básquetbol?
-No es tan así. También es cierto que Tenfield es la empresa que más plata pone en el básquetbol. Con ellos hay una buena relación y una flexibilidad que con una multinacional no sé si la tendríamos. Por ejemplo, yo levanto el tubo, llamo y les digo: “Mirá que no podemos jugar el sábado porque no me dan policías”, y lo cambian. También ha pasado que te dicen: “Quiero tal partido, lo quiero a tal hora”, y punto. Se nos genera el lío y lo discutimos.
¿Los clubes aceptan jugar los play off en cancha neutral, como se hace en el Palacio Peñarol, a costa de perder la ventaja deportiva?
-En el contrato primario, el negocio de los play off y la recaudación eran de Tenfield. Con los contratos nuevos, eso cayó. Si bien ellos tienen que aceptar dónde vamos a jugar, el negocio de los *play off * pasó a ser de la federación: precio, recaudaciones; todo. Ya estamos negociando con Tenfield para que los cuartos de final, por lo menos, se jueguen en las canchas de cada club.
Cuando asumiste dijiste que uno de los ejes sería masificar el básquetbol. ¿Cómo se va a implementar?
-Estamos en la etapa de agrandar la base de la pirámide. Una de las ideas es que se formen más equipos y jueguen más torneos. Ahí ya se están notando algunos cambios. A mediano plazo, nos preocupa mucho el lugar del básquetbol en las escuelas y los liceos. En nuestra época estaba inserto en todos los colegios. Por diversos factores el básquetbol dejó de estar ahí y el lugar lo tomaron el hockey, el handball, el fútbol sala; todos crecieron. La idea es volver a estar ahí. Ahora tenemos una herramienta muy buena, el 3x3. Es un producto inclusivo, creado desde la base del básquetbol callejero. Tiene una identidad visual descontracturada, con reglas ágiles, fácil de implementar, porque es poner un aro, tiene una dinámica de juego de 12 segundos que produce adrenalina sin parar; fijate que hay casi 6.000 jugadores anotados en todo el país. Creemos que esa puede ser una muy buena herramienta para captar la atención de los jóvenes y oficiar como puerta de entrada al básquetbol.
¿No es contraproducente que se jueguen separadamente la LUB y la LUA? La experiencia dice que va en sentido contrario de masificar porque, por lo general, juegan los mismos jugadores en ambas divisionales, algo que inevitablemente perjudica a los jóvenes.
-Esa es una discusión que existe desde que estoy acá. El tema es qué camino que tomás. Se puso mucho en duda -yo fui uno de los que lo hicieron- lo de permitir que los jugadores mayores jugaran todo el año y que los cuadros del ascenso pudieran traer jugadores de sub 23 para abajo. ¿Esto qué efecto tuvo? Que no se desarrollaran jugadores. Una de las soluciones era montar los torneos, pero como tenemos un contrato firmado con la televisión, por el que hay que tener diez meses de básquetbol, no era posible. Además, si los montábamos, los sub 23 que aún no estuvieran afianzados en Primera iban a jugar poco. Entonces, ¿eso era bueno? No lo sabíamos. Lo estudiamos, lo analizamos, les presentamos la idea a los clubes y ellos podían apoyar o no. Apoyaron el camino que encontramos y que nos pareció mejor: que los mejores sub 23 de la Liga jugaran mucho, sin tapar el crecimiento de los del ascenso. Por eso, todos los equipos del ascenso deben presentar cuatro jugadores propios sub 23, formados y desarrollados en cada club. Y los sub 23 de la Liga ocuparán el lugar de una ficha mayor, de manera de no sacarles lugar a los jóvenes y sí a los mayores. ¿Qué queremos lograr? Que haya 20 o 25 jugadores sub 23 jugando todo el año, meterlos en el proceso de selección, poder llevarlos a Argentina a jugar para darles roce, potenciarlos para que despeguen.