Los aniversarios suelen ser un buen momento para rememorar.

En este caso, y en ocasión de los 30 años de la consagración de la selección argentina en el Mundial jugado en México en 1986, Diego Armando Maradona publicó hace algunas semanas el segundo libro de su autoría, en el que profundiza en la gran gesta albiceleste, de la que fue protagonista principal.

Realizado por el periodista Daniel Arcucci -quien mantiene una relación amistosa con Maradona desde hace décadas-, el libro retoma el tono que había tenido el primer texto de autoría del astro, la autobiografía Yo soy el Diego (2000), en el que además también había participado como realizador otro periodista de larga trayectoria, Ernesto Cherquis Bialo.

Si bien quien figura como autor del texto no escribió una sola línea, el libro es la palabra pura de Maradona. Al leerlo es inevitable imaginar la voz del 10, y ese es un gran mérito de Arcucci, quien para acercar aun más al protagonista del relato con el lector intercala sabiamente dentro de la narracción algunos tics orales maradonianos fácilmente reconocibles.

El libro -escrito en primera persona y matizado con muchos diálogos- tiene como eje central al Mundial de 1986, pero también incluye una parte inicial en la que Maradona explica detalladamente el proceso que vivió la selección argentina entre el Mundial de 1982 y el de 1986, su pasaje de Barcelona a Napoli, sus charlas con Carlos Bilardo, las duras Eliminatorias de 1985, la preparación antes del Mundial y su enconado enfrentamiento con Daniel Alberto Passarella, capitán del seleccionado argentino en los Mundiales de 1978 y 1982, despojado del brazalete en México por Maradona, por decisión de Bilardo.

En la parte final, Maradona también se refiere al Mundial de Italia jugado en 1990, en el que Argentina fue vicecampeón tras perder la final 1-0 con Alemania, y allí aparece la única gran novedad del libro: jugó esa final estando desgarrado. Además, Maradona afirma que la final contra los alemanes fue vendida por Julio Humberto Grondona, en ese momento presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y también dirigente de la FIFA; rememora, para demostrarlo, una conversación que tuvo con el dirigente el día previo al partido jugado en el Estadio Olímpico de Roma.

Ya en el remate del libro, Maradona repasa también someramente las últimas frustraciones argentinas en los Mundiales, y además le dedica, con un tono sumamente afectuoso, unas cuantas líneas a Lionel Messi, en un capítulo breve en el que analiza con bastante agudeza las a menudo tontas comparaciones que se suelen realizar entre uno y otro. “¿Maradona o Messi? ¡ Maradona y Messi!”, afirma el astro de Fiorito.

El libro es también un muestrario de la personalidad maradoniana y de sus contradicciones.

De pique, en la extensa y peculiar lista de personas que figuran en los agradecimientos, ya aparecen, al menos, un par de contrastes grandes respecto de la lista, también larguísima, que figuraba en Yo soy el Diego. En aquel libro de 2000, entre los seres apreciados por Diego Armando aparecían el entonces presidente argentino, Carlos Saúl Menem, y Julio Grondona, pero ahora, 16 años después, el primero desapareció de la lista y sí aparecen entre los saludados la ex presidenta Cristina Fernández y la agrupación kirchnerista La Cámpora.

En el caso de Grondona, no sólo no está en la lista del presente libro, sino que siempre que se lo nombra es en un tono descalificador.

Además de Passarella y Grondona, Bilardo es uno de los blancos preferidos de Maradona a la hora de las críticas. Desde su residencia en Dubái, en Emiratos Árabes Unidos, el Diego jura una y otra vez que nunca perdonará a Bilardo por haberlo traicionado -esto es, haber permanecido trabajando en la AFA luego de que Grondona destituyera a Maradona de la dirección técnica de la selección luego del Mundial de Sudáfrica-. “No me lo va a resucitar nadie”, dice Maradona sobre Bilardo. “Me dijeron que quiere hablar conmigo, pero no le voy a dar ninguna oportunidad. Ninguna, ¿eh?”, afirma. Sin embargo, hace pocos días, justamente en el marco de un homenaje por los 30 años del título de México, se reconciliaron, fundiéndose en un emotivo abrazo.

Pero las críticas más profundas de Maradona a Bilardo tienen que ver con el rol que el entrenador tuvo en el triunfo en México. Maradona minimiza las virtudes, sobre todo las tácticas, que se le suelen atribuir al técnico durante el Mundial, y resalta que el mayor mérito en la consagración fue de los jugadores. De todos ellos menos de Passarella, quien no estuvo en la cancha ni un solo minuto en el torneo y, de acuerdo a las palabras de Maradona, era un paria en el sólido plantel campeón del mundo.

Aquel barrilete

El análisis de Maradona del Mundial mexicano es la parte más jugosa del texto.

Para realizar el libro, volvió a ver todos los partidos que Argentina jugó en el torneo, y a partir de ahí reconstruyó detalladamente las sensaciones vividas antes, durante y después de cada uno de esos memorables encuentros.

Sentencia sin vacilaciones que su mejor partido en el Mundial fue en los octavos de final contra Uruguay. En consonancia con los recuerdos que los aficionados celestes tienen de aquel oscuro partido -oscuro para nosotros, claro-, Maradona afirma que ese “clásico”, como él mismo lo define, que terminó 1-0, debió cerrarse con una ventaja mucho mayor, dada la amplia superioridad que tuvo el equipo argentino.

De ese partido, Maradona recuerda además un gol que le anularon en forma injusta por una plancha más que discutible y, particularmente, los golpes recibidos por parte de los volantes y defensores del equipo dirigido técnicamente por Omar Borrás. “Me salieron a cazar un par de veces y los uruguayos cuando pegan, pegan, ¿eh? Cuando te van al tobillo, duele en serio: otro te pisa, el uruguayo te pega. Directo de frente”, rememora Diego.

Pese al dolor que le provoca tan sólo recordar a los ásperos uruguayos, en todo momento Maradona habla con la admiración y el respeto que suele emplear cada vez que se refiere al fútbol y a los futbolistas de este lado del Plata. Este es un rasgo destacable del 10, no sólo cuando habla de los jugadores uruguayos sino de los futbolistas en general: en casi la totalidad de los casos se refiere a ellos en forma por demás respetuosa. Los “cabeza de termo”, su adjetivo predilecto para englobar a sus oponentes en general, nunca son jugadores; sólo en contadísimos casos alguno es alcanzado por un término agresivo, por ejemplo, el francés Michel Platini (“pecho frío”).

Pero volviendo al análisis que hace Maradona del Mundial, hay un elemento que lo atraviesa y que él destaca en las narraciones de cada uno de los siete partidos que jugó en el campeonato: el excelente estado físico en el que llegó a la competencia.

En un torneo de altísimo nivel, en el que jugaron estrellas tales como los brasileños Zico y Sócrates, el mencionado Platini y el alemán Karl-Heinz Rummenigge, Maradona sobresalió ampliamente en las canchas mexicanas no sólo porque se encontraba en su mejor momento futbolístico, sino porque además, en los 2.200 metros de altura sobre el nivel del mar del Distrito Federal, se mostró imparable por el proceso de preparación física específica que había tenido en Roma en los meses previos al Mundial. Ni las marcas personales, ni las patadas, ni los agarrones de los rivales podían detener a Maradona en México, y el clímax de ese estado de gracia es, sin lugar a dudas, el espectacular gol a Inglaterra en los cuartos de final en el estadio Azteca, ícono que resume la perfecta combinación de la genialidad técnica con la potencia física.

El mejor Maradona desde el punto de vista deportivo fue arropado, además, por un equipo que dentro de la cancha sabía jugar para él y que en general tenía una buena conexión, reflejada en los vívidos y gratos recuerdos que Maradona tiene de la concentración que el plantel argentino ocupaba en el predio del club América, en la capital mexicana. El relato de las sensaciones de los partidos es matizado por numerosas anécdotas, mediante las cuales el zurdo logra transmitir el clima y la intimidad que se vivía en un grupo que, a medida que iba avanzando en el campeonato, se iba sintiendo cada vez más imparable y efectivamente lo fue, hasta terminar levantando la copa tras el gran triunfo final sobre Alemania.

Los pormenores que brinda Maradona impregnan al libro de una profunda calidez, pero además sirven para contextualizar en su total medida la historia central que cuenta el libro: el mejor momento deportivo del que probablemente haya sido el mejor futbolista de todos los tiempos, narrado por él mismo.

Ineludible para los seguidores del 10, el libro cumple con creces su misión, y puede entretener a cualquiera que esté dispuesto a sumergirse durante unas horas en el universo maradoniano.

Como verlo jugar, leer a Maradona también es una experiencia disfrutable.