La participación de los deportistas uruguayos en los Juegos Olímpicos se cerró en el mismo día de la ceremonia de clausura.

Como es la costumbre, en la mañana del último domingo de competencias la maratón masculina recorrió la ciudad sede, en este caso la maravillosa Río de Janeiro.

Entreverados con más de 150 deportistas de todo el mundo, tres uruguayos formaron parte de la prueba y los tres completaron los 42.195 metros necesarios para llegar a la meta. El escenario de llegada no fue el Estadio Olímpico, como es habitual, sino el tradicional Sambódromo carioca.

El más destacado de los celestes fue Nicolás Cuestas, quien con un tiempo de 2 horas, 17 minutos y 44 segundos llegó en el puesto 40, consiguiendo así la marca necesaria para competir en el Mundial de Atletismo que se celebrará el año que viene en Londres. Entre los sudamericanos, Nicolás fue el tercer mejor ubicado, sólo por detrás del brasileño Paulo Roberto Paula (15º) y el ecuatoriano Bayron Piedra (18º). “Muchos sudamericanos terminaron pagando en los últimos kilómetros el esfuerzo que hicieron antes. Ahí fue donde los pasamos. Esa fue la táctica. Tratar de correr arriba después del kilómetro 30”, explicó Nicolás cuando finalizó la competencia. Con mucha paciencia, el uruguayo escaló puestos. Al completar la mitad de la prueba se encontraba en la posición 90, pero sin desesperarse mantuvo el ritmo y eso le permitió pasar a media centena de atletas. “Una vez que pasé por el kilómetro 35 sabía que la marca no iba a ser tan buena y el ritmo cada vez empezaba a pesar más, porque había dejado de llover, estaba saliendo el sol y se puso muy pesado”, contó el mejor de los celestes.

Detrás llegó Andrés Zamora, que ocupó el 50º lugar con la mejor marca de su carrera en esta prueba. Llegó a la meta en 2 horas, 18 minutos y 36 segundos. Andrés es el segundo de su familia en conseguir presencia olímpica, ya que su padre, Nelson, corrió la maratón de Barcelona 1992. El balance fue positivo para él. Al conocer su tiempo también supo que había cumplido el objetivo: “Pude mejorar la marca que había hecho en Sevilla para clasificar. Estoy muy contento de poder estar acá”.

Martín Cuestas fue el uruguayo que entró último. Lo hizo en el puesto 110, tras 2 horas, 28 minutos y 10 segundos. “Después del kilómetro 20 venía con alguna molestia muscular y en el 32 ya decidí bajar el ritmo, porque si seguía exigiendo el cuerpo capaz que no llegaba”, contó Martín. “Vi a varios atletas mejores que yo sufrir también durante el recorrido. Quería terminarla para cumplir con el apoyo de toda la gente y que se viera que dimos todo”, concluyó. Fueron 15 los corredores que no completaron la prueba por diversas razones. Martín Cuestas no fue uno de ellos, y eso es un motivo de orgullo para él.

La prueba la ganó el keniano Eliud Kipchoge, con una marca de 2 horas, 8 minutos y 44 segundos.

La nota curiosa la dio el medallista de plata, Feyisa Lilesa, de Etiopía. El deportista atravesó la meta con los brazos cruzados en lo alto, como si estuviera esposado. En declaraciones posteriores recogidas por la prensa internacional, aclaró que se trataba de un reclamo por la persecución que sufren las personas de su etnia en su país: “Fue una protesta, porque soy oromo, y en Etiopía los oromos somos reprimidos por el gobierno. Nos matan y nos encarcelan, somos sospechosos por el simple hecho de ser oromos. Tengo parientes presos y llevaré la protesta de mi gente allí adonde vaya”.

El bronce fue para el estadounidense Galen Rupp.

Lo que queda por hacer

Para Uruguay, estos Juegos Olímpicos estiraron algunas rachas. La primera de ellas es la positiva: por segunda edición consecutiva, el país consiguió un diploma olímpico. En Londres 2012 fue gracias a Alejandro Foglia en vela y ahora lo trajo Emiliano Lasa en salto largo. Sin embargo, desde Sydney 2000 Uruguay no consigue ganar una medalla a nivel olímpico. De hecho, en las primeras nueve ediciones en las que participó desde 1924 hasta 1964, ganó nueve medallas. Desde México 1968 hasta hoy, sólo Milton Wynants consiguió subirse al podio con su medalla de plata en Australia.

El mundo cambió durante estos años y la organización del deporte también. Los Juegos Olímpicos dejaron de ser una competencia amateur, por más que el Comité Olímpico Internacional los siga definiendo como tal. Sus deportistas, sus campeones, son profesionales con dedicación absoluta y generalmente con mucha inversión de tiempo y dinero detrás de ellos. También cuentan con estructuras que les proveen lo necesario para competir y prepararse al más alto nivel.

Para los deportistas uruguayos, la realidad es otra. Son algunos pocos los que pueden prepararse y competir al mejor nivel durante cuatro años. Son todavía menos los que no deben poner dinero de su bolsillo para conseguir la clasificación olímpica. Algunos de ellos se prepararon durante este ciclo olímpico en el exterior haciendo uso de becas y aprovechando las oportunidades ganadas por mérito propio. Emiliano Lasa es un ejemplo de ello. El saltador es entrenado por Nélio Moura en San Pablo, Brasil, donde vive. Moura es el entrenador que preparó a los dos campeones olímpicos de 2008: Maurreen Maggi e Irving Saladino. Primero Lasa consiguió una beca de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo y luego, gracias al impulso de su familia, pudo finalmente contar con el apoyo estatal, mediante la Fundación Deporte Uruguay y el Comité Olímpico Uruguayo. La preparación da sus frutos, y ayer fue abanderado en la Ceremonia de Clausura por haber sido el mejor deportista uruguayo en Río de Janeiro. También tuvieron una buena preparación en los últimos meses los dos nadadores, Martín Melconian e Inés Remersaro, así como el remero Jhonatan Esquivel. Los tres pudieron competir con buen nivel, destacándose principalmente el récord nacional de Inés Remersaro y el 18º puesto de Esquivel.

Detrás del éxito o la falta de éxitos para nuestro país, hay un debate constante entre instituciones, deportistas y jerarcas. Se cuestiona cuál es la preparación que Uruguay quiere dar a sus atletas de elite. Algunos pelean una batalla eterna solicitando que exista un centro de alto rendimiento deportivo, como hay en otros países. Otros reclaman por más apoyo de patrocinadores privados y que no todo dependa del Estado. Entre asuntos de economía y temas de planificación y gestión, el deporte uruguayo deberá fijar metas para empezar a ganar un terreno que viene perdiendo desde los años 60 y recobrar la ilusión de tener un medallista olímpico. Esa compulsa, lejana con respecto a la realidad internacional, es también cada vez más lejana a nivel regional, donde la inversión destinada al deporte también crece en forma sostenida. Algunos jerarcas de la Secretaría Nacional del Deporte plantean que el objetivo debería ser prepararse para los Juegos Odesur de 2022, y que, con la base de más éxitos continentales, los deportistas se puedan potenciar rumbo a los Juegos Panamericanos 2023 y los Olímpicos 2024. La inversión y la preparación han dado sus resultados. Atletismo y vela, dos de los deportes más apoyados durante este ciclo, llegaron a cifras récord de deportistas clasificados y constituyeron más de 50% de la delegación celeste.

Aun así, Déborah Rodríguez y Andrés Silva pidieron más apoyo para continuar de mejor forma sus carreras. Emiliano Lasa aseguró que si no se metía en la final no sabía cómo haría para poder mantenerse entrenando y viviendo en Brasil. Alejandro Foglia puso en duda una nueva campaña olímpica por motivos económicos, y Mariana Foglia y Pablo Defazio hicieron esfuerzos inmensos para cubrir su presupuesto con ayuda de familiares y amigos, y así llegar a competir en las instancias clasificatorias y en Río.

Si ellos son nuestros deportistas más apoyados, y el dinero todavía falta, será tiempo de escuchar esas señales y analizar de qué forma pueden colaborar las instituciones gubernamentales y del deporte para seguir acercando a los competidores de elite a cubrir la totalidad de sus presupuestos y garantizar la estabilidad tan necesaria para entrenar y competir a alto nivel.