Una veintena de mujeres futbolistas se hicieron espacio entre añosos personajes que cada tanto se desafían a resolver sus problemas “de hombre a hombre”, ex mascotas de la selección que se jactan de haber estado privadas de libertad y periodistas que cuando discuten temas tan profundos como la conformación de alguna línea de cuatro no se tutean. Entonces, en los medios de comunicación deportivos por fin se leyó y se escuchó la expresión “violencia de género”. Milagro.

Fueron las jugadoras del plantel principal de Nacional, que se cansaron de los destratos del director técnico Ignacio Chitnisky. Dicen que un día llegó a ofrecerles 100 dólares para que fracturaran a una adversaria que poco tiempo atrás había cometido la osadía de reprocharle en persona los atropellos que las 20 terminaron denunciando.

Lo hicieron en diciembre, sin que el club las respaldara. Entonces, en una preciosa demostración de dignidad, renunciaron colectivamente a jugar en el cuadro del que varias son hinchas. Y conste que esa es casi la única recompensa que obtienen por salir a la cancha, porque el fútbol femenino uruguayo está a años luz del profesionalismo. Cobrar por desarrollar una vocación deportiva es un sueño que se les hace realidad a pocos y que genera el efecto secundario de la dependencia. El amateurismo está lejos de ser ideal -en el deporte amateur no juega quien quiere, sino quien puede-, pero no sabe de más compromisos que el que hay con los compañeros o con la camiseta. Perdón: con las compañeras y la camiseta. Lindo y novedoso cruce de caminos. Porque allí donde colisionan el amor por un club o un juego y la pertenencia a un colectivo, las futbolistas de Nacional pusieron por encima la conciencia de género. Inédita opción en un ambiente dominado por hombres mayoritariamente conservadores, empecinados en obturar cualquier análisis que integre al fútbol con variables políticas o sociales.

Algo parecido a lo que terminaron haciendo los dirigentes de Nacional hace 48 horas, cuando capearon el escándalo público pegando la marcha atrás, cesando de su cargo a Chitnisky y evitando la renuncia de las 20 deportistas. Claro que antes las citaron para aclararles que la decisión se fundó en razones únicamente deportivas. Nada de mariconadas.